Ana María Ibarra
Un nuevo rostro ha tomado el fenómeno de la movilidad humana en Juárez. Desde hace unas semanas, más de cien familias procedentes del Estado de Michoacán se han apostado en las aceras contiguas de los tres puentes internacionales, donde niños, jóvenes, y adultos, han tenido que padecer tanto días de intenso calor, así como las recientes lluvias.
Familias apostadas en las inmediaciones del Puente Zaragoza aseguran que la inseguridad ocasionada por los encuentros entre cárteles en los poblados de Michoacán es el factor principal por el que han decidido dejar sus hogares y salir de su lugar de origen.
Número 86 en la lista
“Rosa”, quien pidió el anonimato, es una de las madres de familia que salió de su hogar en busca de asilo político. Ante las constantes balaceras en su natal Michoacán, “Rosa” pidió apoyo a sus familiares en Estados Unidos, quienes le enviaron dinero para que lograra viajar a esta frontera y solicitar asilo político.
“La inseguridad está difícil en Michoacán. Cuando nos avisan que hay alerta roja nadie sale porque eso quiere decir que habrá balacera. Tuve que vender mi negocio para pagar mis deudas y poderme venir sin pendientes. Venimos mi esposo y mis dos hijos. Una niña de 14 años y el niño de 12”, dijo con cierta reserva.
Aunque el ataque no es directamente contra los civiles, “Rosa”, quien fue entrevistada en una de las aceras cercanas al puente, señaló que la gente de los cárteles se enfrenta en cualquier lugar, sin importarles dañar a las personas que se encuentran en el área.
“Mi familia en Estados Unidos me dijo que saliera de ahí. Pero hay otras familias que no tienen a nadie en Estados Unidos que los apoye y para ellos es difícil”, dijo.
Agregó que al llegar al Puente Zaragoza, el pasado 14 de septiembre, su familia fue anotada con el número 86, y para el día 21, la lista ya se encontraba en el número130.
“Yo me vine porque mi familia en Estados Unidos me está apoyando, si no, no me hubiera venido a sufrir así con mis hijos”, aclaró.
Con la esperanza en Dios de que pronto le permitan pasar, “Rosa” se siente tranquila porque las unidades de policía se encuentran custodiándolos.
“Le pido a Dios que pronto nos dejen pasar. Han estado pasando de cinco personas, o diez, depende, cada día es diferente”, señaló.
Miedo por sus hijos
Al igual que “Rosa”, “Martha”, llegó a Ciudad Juárez acompañada de su esposo y sus cuatro hijos. Huyó por el temor de que su hijo de 16 años sea reclutado por alguno de los grupos delictivos en Michoacán.
“Están reclutando a los adolescentes para que tomen las armas y se unan a uno de los cárteles. Los obligan con amenazas”, dijo con la voz temblorosa.
“Si no estuviera pasando tanta violencia, estaríamos en mi pueblo”, agregó.
“Es horrible allá. No podíamos andar en la calle por el miedo. No podemos ir a fiestas, los niños casi no tienen clases. Cuando hay amenaza de balacera nos mandan llamar para ir por los niños. El 16 de septiembre, no hubo desfile por el bien de nuestros hijos”.
La entrevistada compartió que fue hace ocho años cuando comenzó esta guerra entre los cárteles.
“Se detiene en temporadas, pero luego vuelven. La gente vive asustada, muchos se han enfermado. El trabajo está escaso. Los niños no pueden salir a jugar por temor a que los alcance una bala perdida”, lamentó.
Para venir a la frontera, esta familia tuvo que deshacerse de sus bienes y así poder comprar los boletos del vuelo.
“El gobierno no hace nada por detener esa guerra. Están levantando a niños y a mujeres para integrarlos en sus grupos. Tengo la esperanza de que nos dejen pasar y hacer vida en los Estados Unidos”, dijo la entrevistada mientras se resguardaba de la lluvia en un local vacío de una plaza contigua al puente.
Agradecidos con Juárez
Tanto “Rosa” como “Martha”, compartieron que con la venta de sus propiedades y el dinero que les envían sus familiares, es con lo que solventron su traslado a esta frontera y la comida de algunos días.
“El problema es cuando ya se nos acaba el dinero. Lo que traemos nos dura unos días, pero después, ya no tenemos ni para comer”, dijo “Rosa”.
Dijo que han podido permanecer en la calle, con todo lo que eso conlleva, solamente gracias a la solidaridad de los juarenses que, al irse percatando de su presencia, han acudido a llevarles algo de comida. También lo han hecho algunas dependencias, integrantes de Iglesias y también la Casa del Migrante, todos al tanto de las nuevas situaciones que arrojan migrantes y desplazados, desde las primeras caravanas de migrantes que llegaron a la región.
“Los de La Cruz Roja vienen diario y nos atienden. Nos revisan y nos preguntan si estamos bien. Ellos nos trajeron colchonetas y agua embotellada. En las tardes algunas personas nos traen comida y a los niños galletas. También nos regalaron botellas no desechables y garrafones de agua para rellenar”, dijo “Rosa”.
Las entrevistadas dijeron que aunque las han invitado a hospedarse en algunos refugios, no quieren moverse de ahí, pues no quieren perder su lugar para ir a las entrevistas con Migración. Temen que al llegar más familias, esto pueda pasar.
“Aquí nos han apoyado mucho. Estamos muy agradecidos. Aquí hay muchas buenas personas”, señaló “Martha”.