Griselda, sobreviviente del cáncer de mama, busca ser esperanza para otros enfermos
Ana María Ibarra
Aun con las dificultades y el dolor físico y emocional que causa ser diagnosticada con cáncer de mama, Griselda Kuri encontró en la enfermedad una gran enseñanza y una oportunidad para ser mejor persona, fortalecer su fe y su esperanza y especialmente para disfrutar cada día de su vida.
Procedente de Ciudad Victoria, Tamaulipas, Griselda se siente juarense de corazón pues llegó a esta ciudad en 1991 y aquí procreó a sus dos hijas, María Fernanda y María José, quienes han sido su fortaleza en el trance de lidiar con el cáncer de mama, que ocasionó le fueran extirpados sus dos senos.
El diagnóstico
Griselda fue diagnosticada en agosto de 2015. Fue para ella una providencia de Dios ya que el tumor no fue detectado en los estudios, sino que la radióloga observó una asimetría en el tejido mamario y fue lo que la llevó a darle una orden para realizar una biopsia.
Los estudios, compartió, se realizaron en Monterrey y el 9 de agosto le dijeron por teléfono que los resultados dieron positivo a cáncer y que necesitaba inmediatamente otros análisis.
“En ese momento sentí miedo, pero me puse en manos de Dios. Muchas veces pensamos que el cáncer es sinónimo de muerte, pero se cura si es detectado a tiempo, con oración, con fe y con voluntad”, expresó.
Añadió que después comenzó a asimilar la situación y se acercó a personas que han tenido la misma experiencia.
“Cuando supe el diagnóstico mi mente se quedó en blanco. En ese momento sólo le pedí a Dios fortaleciera mi fe para poder aceptar su voluntad. Sentí miedo de dejar solas a mis hijas, decidí abandonarme a la voluntad de Dios y aceptar lo que Él tuviera para mí porque sé que es bueno y nada podría pasarme si Él tomaba el control”, compartió.
Al mes siguiente le realizaron la mastectomía de la mama derecha y al despertar de la anestesia fue informada que había una metástasis en tres ganglios, por lo que tenían que estudiar su caso.
“Fui tratada con quimioterapias cada 15 días. Son tratamientos muy agresivos y estuve hospitalizada para poder soportar el proceso, pero siempre con la esperanza de que todo era para bien. Familia y amigos estuvieron siempre presentes”, dijo.
Momentos difíciles
Para Griselda y sus hijas lo más difícil fue someterse a los tratamientos ya que tuvo que salir de la ciudad dejando a su hija menor, preparatoriana, sola, aunque rodeada de amigos que veían por ella.
“Ella se quedaba con el temor de que su madre no regresara de uno de esos viajes. Fueron difíciles los cambios físicos, me quedé sin cabello, sin pestañas, sin cejas, a veces tenía dificultad para caminar, para pensar, pero decidí no darme por vencida. No dejé de trabajar un solo día, incluso desde la cama del hospital lo hacía en mi computadora”, recordó.
El amor y la paciencia de la gente la ayudó a no desistir, no se quejaba y pensaba siempre en lo bueno que le dejaría esa experiencia.
“Fueron 25 radiaciones, estuve dos meses fuera de mi casa y cada tres meses tengo que regresar a revisión. El 10 de abril de este año, por nuevos hallazgos que suponían un riesgo, fui hospitalizada para extirpar el seno izquierdo. Bendito Dios la patología fue negativa. Mi última revisión fue en agosto, mi hígado y mi pulmón estaban limpios pero debo seguir con cuidados”, compartió.
Enseñanzas y esperanzas
Este proceso de enfermedad ha sido para Griselda un aprendizaje que la ha llevado a buscar ser una mejor persona, más consciente de lo cotidiano del día a día.
“Aprendí a apreciar todo lo que consideramos normal como el despertar, es algo que se valora. Hubo cambios que me llevaron a un mejor sitio y no me hicieron decaer, todo lo centré en Dios y de su mano jamás me sentí sola. En los momentos difíciles le pedí fuerza y aquí estoy con mucha esperanza y con ganas de luchar por mi vida”, expresó.
Con esta experiencia y como parte de una asociación civil, Griselda busca ser esperanza para otros, incidir en cosas que puedan trascender, buscando ayudar a las personas.
“Estoy enamorada de la vida, de las posibilidades de ayudar a otras personas. Tuve la gran bendición de poder realizar los preparativos de la visita del Papa Francisco a nuestra ciudad, fue una forma en que Dios me dijo que estaba conmigo y que me necesitaba”, agregó.
A pesar de sus tratamientos y su cansancio, logró realizar lo que tenía encomendado para la visita del pontífice.
“La gran recompensa fue escuchar la voz del papa en la misa. Es una paz y confianza hermosa darme cuenta que dejé en ese evento mi corazón y poquita energía. Con todo mi amor, desde mi pedacito de mundo, pude contribuir en algo que diera paz y esperanza para Ciudad Juárez”, expresó satisfecha.
Motivo para no temer
Segura de que la grandeza y la belleza de una mujer no se encuentra en su cuerpo, a Griselda no le causa conflicto haber perdido sus dos senos, pues dijo, el cáncer llegó para fortalecerla y maravillarla de la presencia de Dios.
“Me siento mejor, me siento completa, no siento que me falte nada, me falta tiempo. A veces me siento en una carrera con la vida, pero trato de ir despacio y de la mano de Dios a donde Él me conduzca. Me ha dado la fuerza, acrecentó mi fe”, dijo.
Y añadió: “Admiro a esas mujeres, hombres y sobre todo a esos niños que se encuentran en esta batalla contra el cáncer”.
Actualmente sus hijas están en Monterrey estudiando, su familia, padres y hermanos, en Tamaulipas, y Griselda aquí se encuentra acompañada de amigos que son su familia.
“Me siento acompañada y abrazada por tanta gente, Dios me ha fortalecido. De repente lloro porque me canso o por otro tipo de cosas que pasan. Sigo con quimioterapia tomada por cinco años, pero aprendí a convivir con la situación, con la energía, con la fe hasta el día que el Señor me llame”.
Griselda quiso por este medio motivar a otros enfermos de cáncer a no tener miedo y no perder la fe.
Frase…
“No se den por vencidos, no tengan miedo. Hagan conciencia de lo importante que es hacerse sus revisiones y si se detecta a tiempo el cáncer se cura. Se cura con oración, con tiempo, con voluntad y con fe”.
Griselda Kuri