Claudia Iveth Robles
Con gran alegría, religiosas que sirven en la diócesis local celebraron el pasado viernes 02 de febrero el Día de la Vida consagrada, en una misa en la que agradecieron a Dios por el don recibido en su consagración.
Las acompañó el padre Guillermo Vargas, sacerdote misionero de la Natividad de María, quien asesor de la Vida Consagrada en la diócesis.
Las religiosas se presentaron con sus diferentes hábitos y compartieron esta celebración congregadas en la capilla de El Señor de la Misericordia, donde oraron ante el Santísimo y realizaron una procesión para culminar con la Santa Misa presidida por el obispo don José Guadalupe Torres Campos y concelebrada por el padre Guillermo así como los sacerdotes José Solís y Juan Carlos López.
Con la luz de Cristo
Previo a la misa, las religiosas agradecieron a Dios el don recibido ante el Santísimo, en una hora Santa que dirigió la hermana Alma Bueno, de la Asociación Jesucristo Divino Amor.
En su reflexión, la hermana Alma invitó a las presentes a preguntarse qué paso hay que dar para seguir la aventura de amor a la que Dios las llamó y en la oración pidió y ofreció ánimo para continuar en la misión.
Posteriormente, en el exterior del templo se realizo la bendición de las velas pues ese mismo día se celebra la Fiesta de la Candelaria, o de la luz, por lo que las religiosas caminaron alrededor del estacionamiento hasta ingresar al templo.
Ya en la misa, el obispo don José Guadalupe Torres Campos recordó a las consagradas que Cristo es la luz que aparta las tinieblas del mundo.
“Nosotros participamos de la luz de Cristo, aceptamos la luz de Cristo, permitimos con plena conciencia que la luz de Cristo ilumine nuestro caminar”, dijo el obispo.
Al recordar que se celebra la la fiesta la purificación de la Virgen María y la presentación de Jesús en el templo, el obispo dijo que con su consagración, hombres y mujeres encontraron la luz escuchando el llamado de Dios.
Dijo que la vida consagrada es camino de amor, de entrega y de seguimiento a Jesús, pero recordó que todos están llamados a ser luz.
Al finalizar la homilía las religiosas se pusieron frente al obispo y renovaron su consagración en el seguimiento de Cristo y en la misión de la Iglesia.
Y al término de la misa, religiosas y sacerdotes disfrutaron un ameno convivio en el que cenaron, cantaron y bailaron.