Mons. José Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Hoy quiero comentar con ustedes la virtud de la solidaridad que el Papa Francisco nos invita a reflexionar.
La solidaridad implica pensar, sentir y actuar junto a los demás, en contra, definitivamente de un marcado individualismo en el que hoy se nos quiere encerrar. Cada quien pensar sentir y actuar para sí mismos, pero es para los demás, hacia los demás, salir de mí mismo y ver al otro, a ejemplo de Dios. Dios es un Dios solidario, sale a nuestro encuentro y la máxima expresión de solidaridad de parte de Dios es su Hijo Jesucristo, que se hizo hombre, entonces él es el que piensa, actúa en favor de los demás.
Somos solidarios de muchas maneras, ayudando a un compañero en la escuela, en la tarea, juntando cosas para los necesitados pues hay gente pobre, gente necesitada no sólo en momentos de drama por alguna situación de damnificados, por ejemplo, sino que hay gente necesitada, un amigo, un compañero, un familiar y necesitada materialmente hablando, necesitada afectivamente, emocionalmente y en todo sentido hablando. Darse a los demás. Ser solidario es levantar la mirada hacia el otro y aquí Jesús nos da un gran ejemplo, cuando va en el desierto, en el camino, en el mar, va con la cabeza arriba, en alto, para ver a todos como ve a Zaqueo, y le dice Zaqueo ¡bájate!, cómo veía a los niños y los abrazaba y los bendecía, como ve a las multitudes, como ovejas sin pastor. Necesitamos nosotros para ser solidarios levantar la mirada, y a veces hacemos lo contrario: agachamos la mirada, no queremos ver por miedo, por cobardía, por egoísmo. Hay que levantar la mirada hacia el otro con la conciencia de que todos somos parte de una gran familia.
Solidaridad es un ámbito de familia, de humanidad, de fraternidad. El papa Francisco nos dice una frase muy propia para este tema que es: “Codo a codo con nuestros hermanos”, junto a nuestros hermanos. Cuando le ponemos el hombro a las necesidades de nuestros hermanos, dice el papa, entonces experimentamos con asombro y agradecimiento, que otro nos lleva en hombros a nosotros. Yo experimento en mi vida que Dios me da su hombro para que me apoye en Él. Quien experimenta este hombro amoroso de Dios, tiene que ser a su vez un apoyo, ofrecer su hombro al otro, al necesitado para ayudarle, para consolarle, para estar materialmente o físicamente, espiritualmente, moralmente en todos los sentidos.
En otro tema ya habíamos tocado “el servicio”, cómo todo es servicio y cada virtud implica servicio. El servicio es la inclinación ante las necesidades del otro, como mi hermano. Es hacer por los otros y para los otros.
Sólo aquel que se reconoce vulnerable, dice el papa, es capaz de una acción solidaria. Cuando nos sentimos llenos de sí mismos, que yo tengo todo, que yo puedo todo, nos cerramos. En cambio, cuando me siento y me reconozco vulnerable y necesitado, es cuando soy capaz de abrirme a los demás en una acción solidaria.
El Papa Francisco señala algunos como pecados en contra de la solidaridad, o algunas recomendaciones muy importantes en torno a la solidaridad. Él habla de la apatía, la indiferencia y la indecisión.
La apatía es no tener ganas, decir ‘no me nace ayudar a los demás’. La indecisión es decir: ‘lo hago, no lo hago, ¿será bueno?’, ‘mejor no o sí’, andamos indecisos y no hacemos nada. El pecado de la indiferencia es decir: ‘no me importa el otro’. Tenemos que atacar como cristianos estos pecados en contra de la solidaridad. Dejar a un lado la apatía, la indecisión y la indiferencia.
Es importante nuestro tiempo, también hay que compartir nuestro tiempo, es un bien muy valioso que puede ser donado solidariamente. Cuando tenemos un gesto solidario damos de acuerdo a la necesidad del otro y no de lo que nos sobra, dice el Papa. Y a veces damos de lo que nos sobra, si es que nos sobra, pero tenemos que cambiar esta mentalidad y más bien pensar en dar de corazón, compartir de corazón. Nos dice el papa que seamos capaces no sólo de brindar nuestra solidaridad a los demás, sino también de recibirla. Ser solidarios implica que yo también soy objeto de la solidaridad, yo también necesito que los demás sean solidarios conmigo, en la humildad, en la sencillez, en el reconocerme necesitado. Porque en la medida que me siento necesitado, en esa medida soy capaz de darme a los demás.
El papa utiliza el texto de Santiago donde nos invita a demostrar la fe con obras. En pocas palabras, esa es la solidaridad. Dices: tengo fe, bueno pues demuestra tu fe siendo solidario, haciendo el bien, practicando las obras de caridad para con tu hermano. Entonces servir significa trabajar al lado de los más necesitados, establecer con ellos ante todo, relaciones humanas de cercanía, vínculos de solidaridad. Son palabras que el papa nos invita muy seriamente a reflexionar.
En nuestra Diócesis de Ciudad Juárez debemos hacer un voto por ser una diócesis solidaria. Recorriendo las parroquias descubro que hay grandes necesidades en todo sentido. Los que tengamos mucho que Dios nos da, hay que compartirlo, materialmente hablando, espiritualmente hablando, afectivamente hablando en todo sentido. Yo los invito, a todos los fieles y hombres de buena voluntad de esta hermosa diócesis, a ser solidarios. Mirar hacia los demás, ver con amor a los necesitados para tenderles la mano en lo humano, en lo físico, en lo material, en la fe, en la alegría, en cualquier aspecto.
De antemano los sigo bendiciendo a todos ustedes en el hombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Un abrazo.