Les saludo con mucho cariño y como siempre con todo el afecto del mundo. Espero que se encuentren todos ustedes muy bien. Hemos empezado el tiempo del Adviento, tiempo de esperanza, tiempo de espera. Una de las virtudes que como cristianos católicos debemos de cultivar es la esperanza. Poner nuestra esperanza en Dios.
Parece ser que una de la debilidades del hombre, es y se nota más entre los adolescentes niños, inclusive jóvenes, es una incapacidad para esperar. Tal parece que el hombre de hoy quiere las cosas al instante, quiere todo rápido, no es capaz de esperar, marcado por el presentismo, el presente, y eso definitivamente no es bueno. Por eso en este tiempo de Adviento que hemos iniciado se nos invita a estar en espera, saber esperar y desde la fe poner nuestra esperanza en Dios.
El Adviento, como sabemos, nos invita a esperar la venida de nuestro Salvador. Sabemos que son tres venidas, recordamos, en primer lugar, cuando vino y se encarnó se hizo hombre, nació y por eso colocamos nacimientos en las iglesias, en las casas, para recordar aquella primera venida. Una venida importantísima: es el Hijo de Dios que se hace hombre, es Dios que irrumpe en la humanidad con su presencia. Es el Verbo Encarnado, el Emmanuel, el Dios con nosotros.
También en segundo lugar celebramos que el Señor viene cada día. Cada día el Señor sale a mi encuentro, mañana, tarde y noche. Una celebración en los acontecimientos, la Palabra de Dios, los sacramentos, la comunión, la caridad, la familia. El Señor viene cada día y hay que estar en esa actitud de esperanza, abiertos desde el corazón para recibir esa venida ordinaria del Señor a nuestra vida.
Hay una tercera venida que nos invita a prepararnos hacia el futuro, cuando el Señor venga al final de los tiempos vendrá ¿Cuándo? No sabemos, no sabemos ni el día ni la hora, pero el Señor va a venir, y hay que estar preparados.
Ese tiempo de Adviento que son cuatro semanas, hay que intensificar varios aspectos muy importantes: la oración, hacer más oración.
La oración siempre hay que hacerla, pero en este tiempo intensifiquemos la oración, la oración personal, familiar, la oración eclesial.
También se nos invita a estar vigilantes, constantemente escucharemos esta indicación a estar vigilantes: vigilen y hagan oración. Es la actitud del cristiano, estar alerta, atento a la voz de Dios, vigilantes, vigilar para que la tiniebla, el pecado, el enemigo no nos sorprenda. Estar vigilantes más bien a la presencia de Dios que aparece, que llega, que está, que nos habla. Estar vigilantes, estar preparados. Dice claramente la palabra de Dios: hay que prepararnos yo debo estar muy preparado emocionalmente, espiritualmente, en familia para recibir al Señor. Yo me estoy preparando en la oración, en el sacrificio, en la caridad para recibir a Jesús en esta Navidad, que nazca en un mundo donde tal parece que se nos quiere inducir, comercialmente hablando, al consumismo. Ese tipo de esperanza es materialista, poner nuestra esperanza en cosas materiales, esperar regalos, esperar dinero, esperar el aguinaldo, esperar las fiestas, esperar la cena no está en eso la razón de nuestra esperanza.
La razón de nuestra esperanza es Jesús, es única y exclusivamente Cristo, el hijo de Dios que nace, que quiero que nazca en mi hogar, en mi vida en mi comunidad, en la Iglesia, en la sociedad entera.
Ciertamente estos signos nos ayudan las luces, el arbolito, el nacimiento y los regalos y los intercambios son buenos, indudablemente, humanamente hablando, pero no nos quedemos en eso. Vayamos más al fondo, yo espero y me preparo desde el interior para recibir a Jesús.
Por eso te invito en este segundo domingo de Adviento que dispongas tu corazón, que dispongas tu mente, que estés vigilante, hagas oración para que te sigas preparando y nos sigamos preparando a recibir a Jesús.
Que el verdadero nacimiento esté en tu corazón, que el pesebre sea tu vida, tu persona, tu familia y ahí nazca el Señor.
Así pues, queridos hermanos, los animo a ser personas de esperanza y poner nuestra esperanza en las cosas celestiales, no en las cosas pasajeras del mundo. Una esperanza que también me lleve a la caridad, una esperanza que me lleve al servicio, a la misericordia.
El papa, aún cuando se terminó el Año de la Misericordia, nos sigue diciendo que el Adviento es un tiempo propicio para ser misericordiosos. Me preparo a recibir a Jesús que nace en mí, siendo misericordioso.
Les saludo con todo mi afecto, cariño de padre y pastor. Les envío mi bendición, la bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.