Entrevista a monsenor Rogelio Cabrera López, arzobispo de Monterrey, quien dirigió el retiro espiritual anual del presbiterio de la Diócesis de Ciudad Juárez.
Con una invitación a los sacerdotes de la Diócesis de Ciudad Juárez a recuperar la sencillez en el acompañamiento a los fieles, el arzobispo de Monterrey, monseñor Rogelio Cabrera guió el retiro anual del presbiterio juarense realizado del 5 al 9 de octubre en Mesilla, Nuevo México.
“Esta imagen es la figura de olor a oveja, que tanto gusta a la gente y que se convierte también en un reto … el olor a oveja es el contacto cotidiano con la comunidad”, dijo a los sacerdotes el obispo.
Monseñor Cabrera es actualmente el encargado de la Formación permanente a sacerdotes en la Conferencia del Episcopado Mexicano. En entrevista habló a Periódico Presencia sobre este tema.
1. ¿Cuál es la importancia de la formación permanente a sacerdotes? ¿Por qué los sacerdotes deben de tener este tipo de retiros?
Porque somos discípulos y tenemos que aprender, si la Iglesia lo pide para todos los fieles, con mayor razón para quienes desempeñamos un ministerio, ya sea obispos, ya sea presbíteros. La formación es siempre integral, la Iglesia quiere que nos formemos en todas las dimensiones de la vida, en nuestra inteligencia, a través del estudio; quiere que nos formemos pastoralmente, espiritualmente y humanamente, porque el sacerdote es ser humano, es cristiano y es ministro de la Iglesia y tiene que abarcar su formación todos esos aspectos que nunca se separan y que siempre serán parte de la persona humana.
2. Usted es el responsable en la CEM de la formación permanente, ¿Cómo considera que se encuentra este aspecto en las diócesis, en la Iglesia de México?
Primero hay cada vez mayor conciencia de la necesidad de la formación permanente, pero no sólo eso, se buscan caminos para poder atender esta necesidad que tenemos todos y que gracias a Dios nosotros estamos animando a las diócesis para que tengan sus procesos formativos; que se piense en la edad, en el tiempo de ministerio, en la salud de los sacerdotes, para que lleguemos a la formación en cada momento (de la vida del sacerdote) de manera muy oportuna, siempre pensando que lo primero es formarlos espiritualmente.
3. ¿Cree que la identidad sacerdotal ha sufrido cambios a lo largo de la historia de la Iglesia en México y en que sentido?
La identidad no puede cambiar, siempre seremos hombres y seres humanos con todo lo que esto comporta, pero también hemos recibido un don de Dios, a través del sacramento, a través de la ordenación, la cual nos configura con Cristo y somos para la comunidad presencia sacramental de Jesús, eso es lo que nos identifica.
Pueden cambiar formas secundarias, el modo de organizarse, de vestir, la pedagogía, la didáctica con la cual tratamos a los fieles, el ejercicio de la autoridad, puede cambiar. Hace tiempo el sacerdote asumía el papel de un papá exigente y a veces castigador, ahora la Iglesia nos pide que tengamos otro modo de acercarnos a la gente. Como lo dice el papa Francisco, con ternura, con respeto, sabiendo que la gente no se mueve por presión, ni siquiera por mandato, sino sólo por convicción.
4. ¿Cuáles son los desafíos que enfrenta hoy el sacerdote en su formación permanente? ¿Y los responsables de formación?
Son múltiples: primero el ambiente cultural en que nos movemos, las influencias que recibimos del medio ambiente, de la gente con la cual entablamos comunicación, eso puede configurar un modo de ser del sacerdote.
Considero que este momento es un gran desafío formarnos, primero ver la necesidad de la formación, segundo que tengamos ofrecimientos formativos, y tercero que aceptemos el camino formativo y esto es lo que hoy tenemos que animar en todas nuestras Iglesias.
5. ¿Cómo pueden los sacerdotes llegar a ser pastores con olor a oveja, como pide el papa?
De una manera muy sencilla: hay que recuperar la sencillez, los fieles necesitan sentirnos parte de su vida y nosotros sentirlos a ellos parte de la nuestra, esta imagen es la figura de olor a oveja, que tanto gusta a la gente y que se convierte también en un reto: acercarnos a la gente, tratar con ella, hablar con ella, escucharla, atenderla, quererla. El olor a oveja es el contacto cotidiano con la comunidad.
6. Entonces, ¿Qué cree que le hace falta al sacerdote?
Sobre todo es configurar nuestro temperamento y nuestro carácter a lo que quiere el Señor, tenemos que superar en nuestro carácter irascible, nuestras amarguras, todo aquello que nos pone distancia con la gente. El papa nos ha dicho de manera insistente: un buen sacerdote es aquel que quiere y trata con ternura a la gente y es aquel que sabe ponerle una distancia al deseo del dinero…son desafíos, son retos, pero yo creo que los podemos sacar adelante si entramos en un proceso de conversión personal y pastoral.
Gracias a Dios hay mucho potencial en la Iglesia y los fieles rezan mucho por nosotros y nos quieren mucho.
7. ¿Qué conoce del presbiterio de Ciudad Juárez y cómo le han parecido estos días de retiro?
Estoy muy contento, me siento aceptado, escuchado y no he sentido ninguna dificultad para poder compartir lo que yo considero importante. Vengo a compartirles mi experiencia de sacerdote, presbítero y obispo y cuando uno se pone en ese ambiente fraterno, todo es posible.
Es un presbiterio que veo sano, en el sentido que tienen buenas relaciones interpersonales, buena comunicación con su obispo y también tienen devoción y espiritualidad.