Pbro. Jaime Melchor Valdéz/Formador del Seminario Conciliar
Nuestro cuerpo requiere cuidados especiales para mantenerse saludable, y cuando somos reacios a ello, van resultando situaciones dolorosas. De lo más molesto y visible físicamente son las hinchazones. La hinchazón se considera una de las cinco características de la inflamación, medicamente, una protuberancia. Esto nos dice que algo no está bien.
Con esta comparación podríamos dar un vistazo a la vida en nuestra sociedad, y considerar cómo estamos actuando. Los vicios que cada miembro tiene, y las injusticias que se cometen personalmente obviamente provocan desórdenes en la convivencia, y generan dolorosas “hinchazones”. Si están infectadas harán al organismo (la sociedad), incapaz de sobrevivir. Es como en el cuerpo: Si se deja avanzar será necesaria la amputación del miembro o todo llega a infectarse o a morir.
Es evidente lo difícil y doloroso que resulta para los creyentes vivir coherentemente la pureza de la fe, con todo lo que implica luchar por amor a Cristo, ser fieles. Somos testigos de la corrupción política y sus consecuencias. También de la violencia verbal y física, que muchas veces lleva al homicidio. La naturaleza de la sexualidad ha sido lastimada en su proyecto original (hombre y mujer) por las ideologías. La soberbia y el orgullo, son de los principales causantes de hinchazón en la sociedad. En cambio, considerando que delante de Dios somos lo que Él mismo ha hecho de nosotros, que es providente, y es nuestro sustento inquebrantable, la humildad podrá vencer saludablemente. Esta virtud nos ayuda a conocer y amar a Dios, y al prójimo como a mí mismo. Pero si se antepone la propia voluntad, muchas veces influida por los malos sentimientos, o incapaz de decidir acorde al bien, es imposible que las buenas relaciones fluyan. Hay tantas hinchazones de tipo congénito, en la historia de las familias lastimadas por el rechazo, la tristeza, la incomprensión y la indiferencia. Se lleva en el desarrollo la infección que lleva a la venganza. Es urgente la atención. Un camino seguro, junto al reconocimiento de nuestra fragilidad ante nuestro Creador, es el compromiso de amor a sí mismo sabiendo que la calidad de persona e hijo de Dios que quiero ser está en las propias manos. De antemano para Dios somos preciosos, y la prueba está en que Jesús no dudó en darse por cada uno. La gracia de la Redención está en oferta.
Las nuevas generaciones necesitan que les mostremos la esperanza y el camino de amor y misericordia que Jesús ofrece. Conocer al Señor y su ejemplo de virtudes, e imitarlo, es un óptimo camino Es necesario un sincero examen de conciencia ante el médico divino, desde la oración. La reconciliación con nuestra historia, pedir que sanen las heridas que haya. El Señor va ayudando, sanando, confortando. Buscar la gracia de la Confesión. Así las hinchazones serán quitadas de raíz. No olvidemos acudir donde haya personas que nos puedan transmitir los valores de la vida, y que tengan un sincero compromiso con nobles ideales. Hay muchos que buscan buenas causas, y así es posible contribuir favorablemente a la sanación. Las propias responsabilidades hechas desde el amor pueden hacer posible que las hinchazones no se conviertan en tumores malignos y mortales.