Les saludo con todo mi amor de padre y pastor, siempre en esa comunicación con ustedes a través de estos medios de comunicación tan importantes hoy. Hemos terminado un año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, un año litúrgico intenso de mucha actividad y ahora empezamos un nuevo año litúrgico con el Adviento.
Quiero tocar precisamente ese tema del Adviento. Son cuatro domingos intensos llenos de una profunda espiritualidad que nos deben de preparar a la venida de nuestro Salvador. Quiero dirigirme a ustedes para pedirles que nos enfoquemos a llevar un hilo conductor espiritual profundo basado en la oración, en la reflexión, basado en un encuentro vivo personal con Dios que nos prepare a recibir a Jesús en este misterio de su nacimiento.
Un aspecto importante del Adviento sin duda alguna es la esperanza como pueblo de Dios. Como hombres de fe estamos llamados a vivir en la esperanza. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento vivió la esperanza de la liberación, la esperanza del Mesías, y Dios se hizo presente con el pueblo a través de acontecimientos extraordinarios de liberación y fue preparando a su pueblo al gran acontecimiento: el nacimiento del Señor… el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros… y nació, nació el hijo de Dios entre nosotros.
Hoy en la Iglesia recordamos esta venida, recordamos que el señor vino, nos ha salvado, nos ha liberado, está con nosotros, vive entre nosotros, por lo tanto es una espera en la esperanza. Esperamos lo que ya poseemos: ya tenemos a Dios, ya tenemos a Cristo, ha nacido y recordamos esa presencia salvadora de Jesús, pero conviene reactualizarlo, encarnarlo.
Quiero que en esta Navidad nazca en mi corazón, en mi vida, en mi familia, en mi parroquia, en mi diócesis, en la sociedad… quiero que nazca y por eso es una espera en la esperanza y también en el sentido del futuro, de que vendrá otra vez.
El cristiano debe estar en una constante actitud de esperanza porque el Señor vendrá y por eso en estos cuatro domingos del Adviento se nos invita a la oración, a hacer mucha oración. Se nos invita a estar vigilantes.
El cristiano debe estar vigilante, estar en vela para no distraernos y en ese punto quiero aprovechar para dar una recomendación: que no nos distraigamos en cosas mundanas o que no sea ese el aspecto principal del Adviento, lo material, lo transitorio. Debemos enfocarnos precisamente en la espera gozosa de Jesús. Jesús es el centro, por eso que durante estos cuatro domingos vivamos un verdadero encuentro vivo personal con Jesús. Aquí se involucran las tres virtudes: la fe, y porque tengo fe, porque creo en Dios y creo en Cristo y lo acepto, lo espero con alegría, con tranquilidad, con gozo, con entusiasmo, no con angustia. Si espero cosas materiales me voy a angustiar, pero si espero a Dios, es una espera de paz, de alegría, de gozo, entonces ¡atentos! ¡no nos distraigamos!
Oiremos constantemente: estén en vela, estén vigilantes, está relacionada la fe y la esperanza: porque creo, espero, y el motor de esa fe y esa esperanza es el amor. Dios me ama y ese impulso del amor me lleva a vivir diariamente, a esperar lo que ya poseemos, a Cristo que viene hoy, a Cristo que va a venir cada día a mi corazón.
Esto implica pues darnos el tiempo para que vayamos viviendo la liturgia en cada momento, con todos los signos litúrgicos, que tengamos en casa nuestra corona de Adviento, que nos juntemos en familia a rezar, se bendice en las iglesias, la llevamos a la casa y cada domingo, a la hora de comer o en un momento de familia, papá, mamá e hijos reúnanse para cada domingo encender una vela, y que esa luz vaya creciendo como un signo de que en familia, en comunidad, como parroquia o como diócesis, vamos creciendo en ardor, en fe, en amor, en la espera del nacimiento de Jesús.
Entonces el Adviento debe tener un sentido comunitario y un sentido profundo de esperanza.
Tres Metas
Por otra parte los invito también a que durante este tiempo del Adviento la espera tenga tres metas o tres puntos de reflexión: uno la conversión. Necesitamos estar en constante conversión y el Adviento, tiempo de espera, nos debe invitar a cambiar, cambiar nuestro modo de ser, si traemos cosas que nos están lastimando, que nos están dañando, dejarlas, dejar cosas que nos perjudican y cambiar desde la fe, la esperanza, el amor en Cristo que viene e ir siendo mejores. La conversión: del pecado a la gracia, del odio al perdón, de la desintegración a la unidad, de la mentira a la verdad, en fin, ir cambiando de actitudes, palabras, sentimientos.
El otro aspecto que hay que trabajar también: la vigilancia, hay que estar vigilantes. El cristiano tiene que orar mucho. Hoy no hacemos oración, descuidamos la oración entonces que intensifiquemos la vigilancia y una manera de vigilar es la oración, así que a estar atentos a lo que Dios nos pide, a los signos de los tiempos, estar atentos y vigilantes a las necesidades de cualquier tipo, materiales, espirituales, afectivas, éticas, a la necesidades de los otros, para poder, en esa conversión, atenderlos y estar siempre dispuestos a ayudarlos, vigilantes en la caridad.
Y el tercer punto que tenemos que reflexionar durante estos días es: contemplar la iniciativa divina. Es Dios quien toma la iniciativa, Él es que viene a nuestro encuentro, Él es el que da el primer paso: Yo voy con ustedes, Yo quiero nacer en tu corazón, Yo quiero nacer en tu vida, en tu familia, Yo quiero ser Navidad en el corazón del hombre… Él toma la iniciativa, sale a nuestro encuentro, entonces nosotros, desde el deseo de convertirnos y en actitud de vigilancia (los dos primeros puntos), reconocemos la iniciativa de Dios. Dios viene a mi encuentro porque me ama, porque quiere lo mejor para mí, porque quiere nacer en mí, no en cosas externas. Los signos son alegres, bonitos, nos dicen muchas cosas, pero nos deben motivar a que el verdadero encuentro sea en el interior. Jesús Dios, el hijo de Dios viene, Él toma la iniciativa, Él viene a mi encuentro, entonces ¡ábrele tu corazón¡, ábrele tu mente, ábrele las puertas de tu familia, de tu parroquia, de la diócesis, para que el Señor venga y nazca de verdad entre nosotros.
Vamos a estar en este Adviento reflexionando algunos otros puntos de este tiempo litúrgico y preparándonos con mucha alegría a la venida del Salvador. Como siempre mi afecto y mi cariño para ustedes. Les doy mi bendición en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén