Presentamos la historia vocacional de monseñor Villanueva, sacerdote fundador de la diócesis, quien falleció el pasado primero de noviembre…
Presencia
Originario de Valle de Allende, Chihuahua, cuando tenía 10 años de edad “Nachito” Villanueva, como le conocían, se acercó al altar como monaguillo de la parroquia San Bartolomé y junto a su hermano Fernando sirvió al lado del entonces párroco, padre José Quezada.
Un buen día llegó a su casa una carta firmada por el vicerector del Seminario de Chihuahua, invitando al pequeño monaguillo a ser seminarista.
“Mi mamá me animó y me alistó lo necesario para partir a la ciudad de Chihuahua”, dijo en una entrevista que concedió a Periódico Presencia en 2007, con motivo del Jubileo de Oro de la Diócesis.
Al llegar a Chihuahua vivió una experiencia singular, pues el taxista que lo llevaría al Seminario, lo dejó en la Escuela de Artes y Oficios, donde el pequeño sólo atinó a decir “Soy Nachito Villanueva, el del Valle”.
“Cuando supe que no era el Seminario me puse a llorar, pero Dios está en todo y los muchachos de ahí me pidieron otro taxi para que me llevará al Seminario”.
El aspirante a sacerdote finalmente llegó al Seminario, donde fue recibido por un padre al que todos conocían como Gandarita. Ahí estudió cuatro años y luego fue enviado al Seminario de Montezuma, Nuevo México, donde hizo la filosofía y teología.
En Nuevo México recibió la ordenación sacerdotal el 25 de abril de 1956 por monseñor Edwin Vincent Byrne, arzobispo de Santa Fe.
Llegó a Juárez
Luego de su cantamisa en Valle de Allende, el 8 de julio de 1956, el padre Villanueva recibió una llamada del arzobispo don Antonio Guízar y Valencia, que lo enviaba a servir a Ciudad Juárez.
En esta frontera, el padre Villanueva fue nombrado auxiliar del padre Anselmo Franco, entonces párroco de Cristo Rey, cuyo templo estaba apenas en construcción. También fue designado director de la Ciudad del Niño.
Y lo que en la Ciudad del Niño fue entonces para el padre Villanueva “una experiencia un poco dolorosa y decepcionante”, -como él mismo la describió en la entrevista del 2007-, se convirtió luego en una “misión maravillosa”, al grado de que se deprimió cuando debió dejar el encargo.
Ya erigida la Diócesis de Ciudad Juárez, en 1962 el padre Villanueva fue nombrado vicario de Catedral.
“Había grupos muy bonitos de apostolado: Congregación Mariana, la Divina Infantita, Orden franciscana, catequistas, la Acción Católica Juvenil de México (ACJM), la Unión Femenina Católica de México (UFCM)”, recordó monseñor en aquella entrevista.
También recordó el trabajo que desde ahí encabezó con muchas actividades para recaudar fondos para la construcción del Seminario Conciliar, luego de que se les informó de esta nueva obra para la diócesis.
Dispuesto a enseñar
Además de servir en Cristo Rey, el padre Villanueva fue párroco en El Espíritu Santo, San Miguel Arcángel, Nuevo Casas Grandes y Gómez Farías.
En este último poblado (perteneciente entonces a la diócesis local), Villanueva trabajó incansablemente. Ahí fundó y fue maestro de la escuela comercial atendida por religiosas y en ella impartió no sólo enseñanzas académicas sino también su vida dejaba grandes aprendizajes en quienes estaban cerca de él.
“Fue mi maestro en la práctica, un ejemplo en mi vida sacerdotal, muy accesible en el diálogo”, compartió el padre Alfredo Abdo, quien convivió de cerca con padre Villanueva.
En Ciudad Juárez, en la parroquia Nuestra Señora del Sagrado Corazón realizó diversos talleres de promoción humana.
A nivel diocesano fue consultor del obispo don Manuel Talamás, por lo que le gustaba bromear con sus compañeros sacerdotes con la frase: “¿ya sabes que don Manuel te va a cambiar?”.
Por varios años estuvo a cargo de la peregrinación diocesana a la Basílica de Guadalupe y en algunas de sus parroquias promovió el Movimiento de la Renovación.
Vida marcada
Un detalle más que marcó la vida sacerdotal del padre Villanueva, fue compartir con el padre Vicente Echarri, fundador de la Congregación de Misioneros de la Natividad de María, a quien tuvo como compañero durante 15 años.
“Ha sido una bendición de Dios haber tenido la dicha inmerecida tener conmigo a un santo sacerdote… y me quería mucho”, recordó en 2007 el padre Villanueva, evidentemente emocionado.
Nombrado Monseñor
Siendo párroco de Nuestra Señora de Guadalupe Catedral, como reconocimiento a su ministerio y como regalo para la diócesis por su 50 aniversario, monseñor Ignacio Villanueva recibió de parte del entonces Papa Benedicto XVI el nombramiento como monseñor.
El reconocimiento le fue anunciado el 22 de febrero de ese año y posteriormente, el cinco de mayo de 2007, en una emotiva ceremonia, ante sus hermanos sacerdotes y fieles diocesanos, el padre Villanueva fue revestido con sus ornamentos de monseñor en la Catedral, al lado del también reconocido monseñor, Leonardo Lucero.
Sus últimos años
Luego de que se retiró en 2013 del sacerdocio debido a su condición de salud, monseñor Villanueva auxilió algunos meses en la parroquia El Señor de la Misericordia, y luego vivió en la casa parroquial de La Sagrada Familia, de la cual fue párroco durante doce años, antes de ir a Catedral. En la parroquia, su párroco Efrén Hernández y toda la comunidad lo atendió y cuidó hasta su último momento del encuentro con el Todopoderoso.
Descanse en paz, monseñor Villanueva.