¿Eres de los que se pone a contestar el celular durante la misa?…¡mejor apágalo!
Claudia Iveth Robles/ Aleteia
Hoy en día resulta muy rara aquella persona que no posee un celular, pues cada vez es más fácil y accesible tener estos aparatos móviles.
Pero también hoy en día también se generan un sinnúmero de problemas relacionados con el uso excesivo del teléfono celular, por una falsa necesidad de mantenerse comunicado.
Desde accidentes de tránsito debido al uso del móvil mientras se conduce, hasta el rompimiento de las relaciones familiares son hoy el pan de cada día en este mundo digitalizado.
Y el ámbito eclesial no es la excepción, pues hay personas que asisten a las celebraciones de la Iglesia y en lugar de estar concentrados, atendiendo el mensaje de Dios, permanencen más bien atentas en el teléfono.
Lo grave del caso
El padre Marcelino Delfín, coordinador diocesano de la Comisión de Liturgia explicó que el uso del telefono celular, por ejemplo en misa, es completamente inadecuado, pues no sólo afecta al celebrante, sino a toda la comunidad y al mismo usuario.
Dijo que lo más grave de la situación es que se rompe el ritmo celebrativo, y se desdeña la importancia que tiene el Misterio Pascual que se celebra.
“(Un teléfono sonando o alguien contestando en misa) al que preside la celebración lo distrae, lo incomoda por la falta de madurez de los cristianos que no respetan el momento celebrativo de la comunidad”, dijo el sacerdote.
Donde está puesto el corazón
El padre Marcelino dijo que una persona que está más atenta al celular que a la misa, actúa movida por su emoción o por su fijación emotiva, lo que lo hace desfasarse de la comunidad y perder la dimensión sagrada que tiene la celebración.
Además, un acto como responder una llamada o mensajes durante la misa, revela de la persona lo que es más importante en su vida.
“La gran mayoría de las veces que se utiliza el celular en la misa no se hace con una mala intención, pero se manifiesta dónde está puesto nuestro corazón y cuáles son nuestras tendencias y decisiones…y esto desdice la fe que profesamos”, afirmó el sacerdote.
Dijo que utilizar un teléfono durante la misa es una falta muy grave en relación a la virtud de la fe, porque el cristiano cree, expresa y profesa el amor a Dios por sobre todas las cosas.
En este sentido el sacerdote dijo que el uso del celular en misa también expresa ignorancia sobre el Misterio que se celebra y sobre el valor redentor que tiene este sacrificio.
“Si nosotros celebramos el misterio de la redención en la liturgia, a través de la cual emana toda la gracia y toda bendición de parte de Dios, ningún fiel cristiano, sea obispo, sacerdote, diácono, religiosa, seminarista o laico debe contestar el teléfono o estar texteando debajo de las bancas, dizque escondiéndose, en plena celebración”, sentenció.
¿Y los sacerdotes?
Al ser cuestionado sobre los sacerdotes que en algunas concelebraciones también optan por sacar su celular incluso para tomar fotografías, el padre Marcelino dijo que principalmente no debería hacerlo quien preside la celebración, pues representa a Cristo y en la celebración, da culto al Padre.
El padre Marcelino invitó a los fieles y sacerdotes a comprender que lo importante en la celebración de la misa es el Señor, al que se debe amar con todo el corazón, con todo el alma y con todas las fuerzas.
Y recordó que en todos los templos, antes de iniciar misa, insistentemente los servidores dan la indicación a los presentes de apagar el teléfono celular o ponerlo en modo de vibrador.
Apaga tu celular
“Lo correcto es apagar el celular porque somos por naturaleza curiosos y distraídos y en la cuestión de la celebración no debemos abrir tantito la puerta, para evitar aquello que nos distraiga”, dijo.
Y reconoció que aunque ciertamente no se puede controlar a todas las personas, sí es necesario ir creando conciencia en los fieles cristianos que asisten a la Eucaristía dominical, sobre la importancia de la celebración y el respeto que como cristianos deben darle a ésta.
Padre, ¿es pecado
responder el celular en misa?
Una vez una señora preguntó al sacerdote: “¿es pecado responder al celular en medio de la misa?”. La respuesta del sacerdote fue razonada: “Mire señora, el celular debe entrar en el templo apagado o silenciado, porque no es solo que puede impedir que siga usted tranquilamente la Eucaristía, sino que la sigan los demás, o el mismo sacerdote que se distrae si suena el celular”.
Y la mujer insistió: “¿pero es pecado, padre?”. Y la respuesta del sacerdote fue: “No es pecado si usted llevó el celular abierto a llamadas sin darse cuenta. Y si se da cuenta, es una falta de consideración para con el Señor en la Eucaristía, para con el sacerdote y para con los demás feligreses. Y si lo hace a menudo, entonces tendría un problema de adicción al celular”.
Y sigue la señora: “Si respondo al celular en medio de la misa, y me voy del templo a la calle para responder, ¿cumplo con el precepto dominical?”. El sacerdote le dijo que si su intención era ir a Misa y tuvo esa llamada, cumple con el precepto dominical.
“En cualquier caso es una falta de respeto, tanto con el Señor presente en la Eucaristía, como con los demás fieles. Mi consejo es que lleve usted siempre el celular apagado o en silencio y así estará más pendiente de lo que ha venido a hacer en el templo”.
Se trata de respeto
Casi nunca las llamadas son urgentes, y pueden atenderse fuera del templo después de la misa o de la función litúrgica que sea. Eso se hace por respeto de quién está en el templo: Dios y los fieles. Y si hay un problema adicción o semiadicción, lo que hay que hacer es tratarse psicológicamente para eliminar esa dependencia malsana del celular.
No se trata, por lo tanto de si es o no pecado, que no lo es, sino de respeto y de consideración, en primer lugar con Dios que preside el templo. Lo mismo que en una reunión de trabajo con el jefe: si todos los reunidos respondieran al celular este se quedaría sin interlocutores en la reunión, pues todos estarían con el celular colgado de la oreja. Hay que utilizar el sentido común en el manejo de los celulares… y evitar adicciones. (Salvador Aragonés/ Aleteia)