Este es el testimonio de una mujer cuya orientación sexual la llevó al pecado y al alejamiento de Dios…Pero gracias a un retiro y a la Confesión, su vida cambió por completo.
Ana María Ibarra
Lejos de Dios, inmersa en los vicios del alcoholismo y de una sexualidad mal orientada, Maribel vivió 30 años sin acercarse al sacramento de la Reconciliación pensando que su vida era feliz y que con su actuar no le hacía daño a nadie.
Pero en octubre del 2014, Maribel tuvo un encuentro con Dios que cambió su vida. Sin embargo, fue hasta un año y medio después, el 15 de marzo del 2016, cuando Maribel nació a una nueva vida después de haber recibido la absolución en lo que fue su primera Confesión en tres décadas.
Hoy, la nueva Maribel vive entregada a Dios y a su comunidad, en una vida de castidad.
Enojada con Dios
Nacida en una familia católica, Maribel recibió los sacramentos de iniciación cristiana y en su adolescencia, antes de que se construyera la capilla de San Juan Bautista de la comunidad de Dios Padre, perteneció al grupo juvenil siendo auxiliar de la coordinadora de Confirmaciones.
De un momento a otro, Maribel se alejó de la Iglesia por más de 20 años, tiempo en el que solo visitaba al templo para llevar a su mamá, aunque nunca ingresaba, excepto los miércoles de ceniza, 12 de diciembre y el primero de enero.
“Empecé a venir a misa cuando falleció mi mamá. Le reclamé a Dios que ‘se la hubiera llevado’ porque mi mamá se la pasaba en la iglesia. Le dije a Dios que no existía. Después comprendí que Él necesitaba a una persona como mi mamá en el cielo”, dijo Maribel con un nudo en la garganta.
Y fue en esa aceptación, hace siete años, que Maribel volvió todos los domingos a misa.
Creía ser feliz
En octubre del 2014, Maribel fue invitada a un retiro de evangelización, y aunque nunca pensó asistir, algo en su interior la llevó al evento.
“Mi vida cambió en ese retiro. Ahí sentí la presencia del Espíritu Santo. Sentí que Dios me sacó de ese pasado que me lastimaba y en el que creía que era feliz, pero no”, recordó Maribel.
Después del retiro, Maribel se integró a una pequeña comunidad y adentrándose al servicio parroquial, fue invitada a participar como lectora.
“Fue una sorpresa que cada vez que proclamaba la Palabra de Dios sentía que me hablaba a mi específicamente y no podía estar lejos de la Iglesia”, afirmó Maribel.
Aunque en ese momento la entrevistada nunca pensó en confesarse, sabía que su vida debía cambiar.
“Por vergüenza no me acercaba a la Confesión. Mi orientación sexual me daba mucha pena, pero en el momento en que conocí a Dios sentí que todo eso tenía que terminar porque Dios me sacó de ese pasado. Así empezó la inquietud y necesidad de quererme confesar después de 30 años de no hacerlo”, dijo Maribel.
Conversión total
En el ministerio de lectores Maribel tuvo su primera prueba de conversión, pues al principio subía a proclamar en pantalones hasta que en una reunión les informaron que las mujeres debían utilizar falda en este servicio.
“Inmediatamente puse mil pretextos y me salí del ministerio. Le mandé un mensaje al coordinador porque no tuve el valor de decirle de frente la verdadera razón”, compartió.
Agregó que durante una misa, al ver a sus hermanos proclamar la Palabra empezó a llorar y al terminar la celebración el coordinador le anunció que había sido programada para leer el 31 de enero.
“Para mí era difícil vestirme con falda, pero me di cuenta que ese ministerio era para mí, que Dios me había puesto en este camino, y le dije que sí. Me fui a comprar tela y me mandé hacer dos faldas”, recordó la lectora.
El día señalado Maribel llegó a la capilla y se escondió en el sótano para no ser vista por su comunidad. Al iniciar la celebración, Maribel temblaba de frío y de nervios, pero aun así subió al ambón, recordó.
“Cuando subí comencé a llorar y vi una luz muy brillante que salía del leccionario, no sé qué era, pero a través de esa luz vi en cada rostro de la gente el rostro de Dios. Terminé de leer bañada en llanto, Dios me habló en esa lectura pues trataba de dejar el antiguo yo y revestirme de un nuevo yo”, expresó.
Una verdadera Reconciliación
Maribel reconoce que de muchas maneras Dios la llamó a la Reconciliación, pero aunque llevaba más de un año como servidora, no se acercaba a la Confesión.
“En el retiro del año pasado me invitaron a pastorear y una persona me preguntó cómo hacía para reconciliarse con Dios. No tuve palabras porque yo misma no lo había hecho, sólo pude decirle que Dios la amaba, que lo hiciera. Entonces reflexioné y decidí acercarme a la Confesión”, compartió la entrevistada.
Hace un año, el 15 de marzo, Maribel decidió que era tiempo de reconciliarse con Dios, que no podía estar a medias pues había descubierto el amor de Dios.
“Fui llena de vergüenza y entre más cerca estaba del sacerdote, más grande era mi temor, mi miedo y mi vergüenza. Cuando el padre me preguntó cuánto tiempo tenía sin confesarme le dije con lágrimas que eran 30 años, y al decirle el motivo, más vergüenza me dio”, dijo entre lágrimas.
Volvió a nacer
Maribel compartió que al recibir la absolución y saber que sus pecados habían sido perdonados, volvió a vivir.
“Me sentí libre, ligera, era otra persona, volví a nacer. Me reencontré con Dios y eso ha sido para algo muy hermoso. Ya lo conocía, solo me faltaba la Confesión”, afirmó.
Al confesarse y sentirse perdonada, Maribel asumió definitivamente la castidad y asegura que no le ha fallado a Dios ni a ella misma.
“Me costó mucho trabajo confesarlo, pero es hermosa la reconciliación con Dios y más poder comulgar cuando no lo había hecho en treinta años. Me sentí en mi primera Comunión. Hoy estoy donde debí haber estado siempre, pero creo que Dios llegó a mi camino en el momento adecuado, en el mejor momento de mi vida”.
Y agregó: “Me da vergüenza hablar de mi orientación sexual, pero quiero que sepan que Dios me amaba así como era, pero yo necesitaba cambiar para estar plena como estoy ahora”.
Llamada a la misión
Hoy, Maribel quiere que el mundo sepa de su felicidad y de su amor a Dios, el cual, dijo, es un amor verdadero.
“Puedo engañar a la gente que está a mi alrededor, pero a Dios no. Mi pecado lo he superado, he tenido tentaciones, pero tengo casi tres años que no he vuelto, porque hoy entiendo que es pecado”, afirmó la entrevistada, quien confiesa que en el pasado “pensaba que no le hacía daño a nadie”, aunque ahora reconoce: “No ofendía a nadie, pero ofendía a mi madre y principalmente a Dios”, dijo.
Maribel reconoció que en su vida de pecado Dios siempre la protegió, y hoy vive agradecida por ello.
“Le doy gracias a Dios porque he vuelto a nacer. No nací el 16 de agosto, nací el 15 de marzo del 2016, porque ese día me reconcilié con Dios y le dije que sí “, expresó.
Además de su ministerio como lectora, Maribel participa en el ministerio de caridad, lo que le ha ayudado a su crecimiento personal. También participa como misionera, aunque en ocasiones su servicio le genera tristeza, al no ser recibida por la gente.
Pero de algo Maribel está segura:
“Soy feliz porque tengo al mejor amigo, al mejor Padre, que es Jesucristo nuestro Señor”, finalizó.
“Quiero gritarle al mundo que se puede cambiar, que el amor de Dios es incondicional. Ese amor me ha cambiado. Los invito a que se acerquen al Señor –en la Confesión- con un corazón dispuesto. Él es el único que puede cambiar nuestra vida”. Maribel