Consultamos al asesor diocesano de la Dimensión de Catequesis, cómo pueden los niños (y sus padres) lograr mantenerse firmes en la Eucaristía y, en general, en su vida de fe. Esto nos dijo:
Presencia
Están en curso las celebraciones de Primera Comunión en las parroquias y colegios católicos de la diócesis local.
Enternecidos, los adultos ven a los niños y niñas acercarse por primera vez a recibir a Cristo en la Eucaristía, esperando que no sólo sea la primera y única Comunión que realicen, sino que perseveren en la fe hasta llegar a su vida adulta fortalecidos en Jesús.
Por ello consultamos al asesor diocesano de la Dimensión de Catequesis, cómo pueden los niños (y sus padres) lograr mantenerse firmes en la Eucaristía y, en general, en su vida de fe.
También consultamos las opciones que ofrece nuestra iglesia diocesana para que los niños perseveren en su participación en la Iglesia, sin tener que esperar a que pasen años hasta que deban presentarse a la preparación para la Confirmación.
Estas opciones las presentaremos en nuevas publicaciones en este mismo espacio digital.
Por lo pronto, estos son los consejos que nos presenta el padre Jorge Pablo Lozano, asesor diocesano de la Dimensión de Catequesis:
Pbro. Jorge Pablo Lozano
En primer lugar: ¡Felicidades! Han aceptado un hermoso regalo de vida al comulgar. Jesús mismo lo dijo: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna…” (Juan 6, 54).
Estos son algunos consejos míos para que perseveren, es decir, para que sigan al Señor y continúen recibiéndolo en el Sacramento.
1) “El que persevera alcanza”, dice un refrán popular. Y en la vida cristiana la perseverancia es lo que todos debemos siempre practicar. Puede ser que a veces sientan como un cansancio, una flojera espiritual. Y ya no quieran seguir asistiendo a la Misa. No se apuren. Es en esos momentos que deben pedir en la oración, y levantarse con ánimo cada domingo para ir a Misa.
2) No le echen la culpa a nadie. Que “porque no me trajeron a Misa”. Que “me cuesta mucho levantarme los domingos”, etcétera. Practiquen la disciplina. Nada podemos lograr sin disciplina en lo físico, en lo intelectual como en lo espiritual. Nadie logrará tener un cuerpo bien modelado o musculoso sin hacer ejercicio día con día. Así es con la Misa. Su participación constante les fortalecerá.
3) Valoren el Sacramento de la Eucaristía. Es una escuela de formación bíblica. El alimento de nuestra fe. Es oración para pedir por tantas necesidades, y encomendar a los difuntos. Nos ayuda a seguir hasta el final de la vida. Y nos asegura la eternidad. Por tantos beneficios, debemos acudir a comulgar con frecuencia.
4) ¿Qué obtenemos al comulgar? Practicamos los Diez Mandamientos. Amamos la moral cristiana. Creemos y vivimos en la honestidad, veracidad, humildad, justicia, amor al trabajo y fraternidad. Crecemos en santidad. Damos testimonio en la Iglesia y en el mundo. ¿Queremos más?
5) Comulgar es, “cuestión de vida o muerte”. Ninguna persona puede vivir sin comer, sin alimentarse. Ningún católico puede sobrevivir como católico, sin misa, sin Eucaristía. Al menos cada domingo, día en el que celebramos la Resurrección gloriosa de Jesús. Y no se trata de que sea un mandamiento que hay que cumplir para evitar un castigo. Es, simplemente, algo que se deriva de nuestro ser cristianos. La experiencia nos muestra que cuando alguien se empeña en no comer, en unos cuantos días ya no puede sostenerse en pie, y si sigue con su idea, en poco tiempo le llega la muerte.
Cuando no vamos a Misa, cuando no participamos regularmente en la Eucaristía, nos alejamos irremediablemente de Dios, aunque digamos a los demás que nuestra fe es fuerte, y no necesita de ella para subsistir. Sin Misa, sin Eucaristía, nuestro espíritu se debilita, nos hacemos cada vez más vulnerables e indefensos frente al mal, y muy fácilmente nos convertimos en un “muerto en vida” “un zombie”. ¡Físicamente vivos, pero espiritualmente muertos!
6) Participen activamente en la celebración de la Eucaristía. Esto es:
– Permanezcan atentos a lo que el sacerdote hace y dice en ella,
– Respondan con alegría y entusiasmo a las oraciones que entona el sacerdote,
– Tomen en cada momento la posición que corresponde: de pie, sentado, de rodillas, porque con ello se indica una actitud interior muy concreta,
– Canten y oren con toda la asamblea,
– Acérquense a recibir a Jesús en la Eucaristía para hacernos uno con Él y con toda la comunidad cristiana.
– Compartan todo lo que se celebró, con alegría
– Recuerden: en la Misa no hay espectadores. Todos: el sacerdote y los fieles, somos actores, que celebramos alegres y totalmente convencidos, nuestra fe.
7) Cuando comulgamos, esto se debe notar en nuestra vida. Se van a percibir cambios concretos:
– Tenemos que hacernos mejores hijos, mejores hermanos, mejores amigos, mejores estudiantes, mejores servidores…
– Hemos de responder más fielmente a nuestros compromisos con la familia, con la sociedad, en la escuela…
– Nos volvemos verdaderos seguidores de Jesús, discípulos misioneros…
– Irradiamos una alegría que contagia…
– Tenemos hambre de ser santos…
Así que ¡ánimo! . Que Jesús sacramentado sea tu amigo, tu fuerza, tu ayuda y tu deseo más grande en la vida.
¡Nos vemos en misa!