Ana María Ibarra
Gladys Velázquez y sus tres hermanos llegaron hace 18 años al comedor San Vicente, cuando ella tenía apenas tenía cinco años de edad. Fueron para recibir alimentación pues las el trabajo de sus padres para solventar los gastos de la familia, les impedían estar bien alimentados para asistir a la escuela. Sin embargo, en el comedor encontraron además de alimento, la atención y el cariño de parte de las Voluntarias Vicentinas.
Ahora, con 23 años de edad y un hijo de cinco años, Gladys continúa acudiendo al comedor donde su hijo recibe la atención que ella recibió en su niñez y donde, con agradecimiento y amor, ayuda a las voluntarias a cumplir su labor, con el sueño de algún día poder ser parte de Voluntarias Vicentinas.
Una bendición
Ya que su mamá y su papá trabajaban, Gladys y sus hermanos fueron invitados a ir al comedor San Vicente a recibir el alimento antes de ir a la escuela.
“Siempre nos trataron muy bien, nos cuidaron mucho y estuvieron al pendiente de nosotros. Son una bendición las vicentinas. Estoy muy agradecida porque sin ellas no sé qué hubiera sido de nosotros”, dijo Gladys.
Además de alimento, Gladys y sus hermanos recibieron de parte de las vicentinas vestido y cariño.
“Salíamos muy contentos porque nos atendían mejor que en casa. Aquí fuimos creciendo, aprendimos valores, el respeto, y a rezar cada vez que comíamos. Me siento muy bendecida y siempre las bendigo a ellas porque son unas mujeres entregadas a nosotros”, expresó Gladys.
Tanto la familia de Gladys como otras familias del sector de Tierra Nueva agradecen a las Voluntarias Vicentinas por el apoyo que han dado en 20 años de trabajo en el comedor.
“Vienen también personas de la tercera edad y los tratan con amor, es lo principal aquí”, afirmó.
Desea ser vicentina
Gladys es mamá soltera de un pequeño de cinco años, y nunca ha dejado de asistir al comedor, pues las vicentinas nunca han dejado de apoyarla.
“Me pagan la escuela del niño. Estoy estudiando la preparatoria y quiero estudiar la universidad. Tengo muchos propósitos para la vida porque ellas me motivan y por mi hijo quiero superarme y, si Dios me permite, quiero y sueño con ser también una vicentina para tratar a los niños con amor, así como ellas me han tratado”, dijo motivada.
Feliz y agradecida de acudir a esta obra vicentina, la joven dijo:
“El comedor San Vicente no lo dejo por nada. Quiero mucho a todas las vicentinas. Estoy muy agradecida con todas, las amo y que Dios las bendiga porque nos regalan su tiempo, nos apoyan y se entregan por nosotros”.
De usuaria a auxiliar
Hortensia Aguilar Bautista y sus hijos Lizeth y Juan de Dios Flores, son también beneficiarios del comedor San Vicente.
“Estoy muy agradecida porque me han ayudado mucho. Son unos ángeles que han llegado a mi vida. Llegué a pedir trabajo cuando mi hija era pequeña, pero cuando nació mi hijo con Síndrome de Down, tuve que dejar el trabajo para atenderlo. Ahora vengo a visitarlas y saludarlas, traigo a mi hijo y él aquí come. El comedor es una gran ayuda para las familias de la colonia”, dijo Hortensia.