Voluntaria Vicentina de Ciudad Juárez comparte cómo el carisma vicentino cambió su visión y misión en el mundo… asegura que luego de 400 años, el carisma sigue dando respuesta a la realidad social actual.
Ana María Ibarra
Después de conocer el carisma vicentino a través del contacto con la realidad y la vulnerabilidad de las internas del CERESO, Graciela Ríos de González decidió consagrarse como Voluntaria Vicentina, pues el ejemplo y la dedicación de las voluntarias la hizo enamorarse del carisma.
Fue el 27 de septiembre de 1985 cuando Graciela abrazó para siempre el carisma de San Vicente de Paúl, que la ha llevado a vivir distintas experiencias, una de ellas, como misionera en África.
Carisma que transforma
En estos 32 años como voluntaria vicentina, Graciela ha experimentado una transformación en su vida, y la ha fortalecido su fe.
“A los pocos años que me consagré mi esposo falleció. Ahí fue donde me di cuenta que gracias a estar dentro de la comunidad de Voluntarias Vicentinas me había fortalecido en mi fe, en mi compromiso y eso me permitió seguir adelante”, compartió Graciela.
La mujer está convencida de que el carisma vicentino le dio la oportunidad de encontrar rutas y caminos nuevos, tanto para sacar adelante a sus hijas adolescentes, como para aplicar su compromiso de servicio.
“El carisma de San Vicente fue lo definitivo para poder seguir adelante. En el contacto con las personas más vulnerables, la evangelización y el experimentar las frases de San Vicente, que siempre había leído pero que en ese momento se hicieron experiencia”, afirmó.
Al consagrarse como vicentina, Graciela radicaba en Ciudad Juárez, pero en el 2004 cambió su residencia a El Paso, Texas por situaciones de la vida que le mostraron nuevas etapas y caminos nuevos que descubrió en su servicio como voluntaria.
“Me di cuenta que necesitaba más preparación para hacer un trabajo más efectivo. Decidí aprovechar que mis hijas estaban en otra etapa de sus vidas y fui a la universidad a estudiar una maestría que me permite trabajar como psicoterapeuta y hacer un servicio efectivo a comunidades vulnerables”, compartió la entrevistada.
San Vicente la llevó África
En el año 1996, Graciela tuvo la oportunidad de formar parte del Consejo Nacional de Voluntarias Vicentinas en el área de formación y eso la llevó a tener más contacto con este movimiento en toda la República Mexicana y con el resto de la familia vicentina a nivel internacional. Con ello llegó la oportunidad de viajar a África.
“En ese tiempo México tenía mucho contacto con Mozambique, África, apoyando en el trabajo misionero en aquel país. Hicieron la invitación a algunos lacios para una experiencia de algunos meses de trabajo y afortunadamente disponía de tiempo y me animé a vivir esa experiencia en una comunidad llamada Chongoeni”, compartió la vicentina.
Agregó que esa experiencia transformó sus esquemas y visión de vida, y le permitió vivir de una manera muy clara el carisma vicentino, a través de personas concretas. A la vez, le hizo tomar una opción de vida muy definitiva por los pobres y los más vulnerables.
“Esa experiencia realmente me tocó el corazón y al regresar empecé a preparar algunas situaciones personales para poder continuar. Regresé en tres ocasiones a Mozambique en los siguientes años y en el 2013 fue mi última experiencia en la República Democrática del Congo”, compartió.
Un carisma con gran
vigencia en la actualidad
Con su experiencia de misión en África, Graciela tuvo contacto con la congregación Hijas de la Caridad y la Asociación de Laicos Misioneros Vicentinos, lo que le mostró los diferentes rostros de la familia vicentina.
“San Vicente y Santa Luisa nos invitan a vivir el servicio, no importa nuestro estado civil, nuestra edad. Este carisma toca nuestras vidas en cualquier época y nos permite vivir nuestro compromiso de cristianos, de bautizados y nos alimenta a través de todas las épocas de nuestra vida”, afirmó.
Para Graciela uno de los rasgos más importantes y más bellos del carisma vicentino son los escritos de San Vicente y Santa Luisa, que en cuatrocientos años siguen vigentes.
“Siempre están tomando y retomando todos los aspectos de la persona. Nos animan a superar las debilidades que se nos presentan y a realizar nuestro servicio con el más pobre en todas las áreas. Estar cumpliendo 400 años para mi significa que es un carisma inspirado por el Espíritu Santo, que no tiene tiempo y que está completamente actual”, dijo Graciela, integrante del centro Santa Luisa de Marillac del grupo de Voluntarias Vicentinas en Ciudad Juárez.
Agregó que al igual que en aquellos años en Francia, el carisma vicentino sigue dando respuesta a la problemática y a la situación actual en cada realidad particular, por lo que invitó a todas las mujeres que sientan el deseo de hacer algo más en su vida, a conocer el carisma vicentino y unirse a Voluntarias Vicentinas.
“Las invito con mucho cariño a que se asomen al carisma vicentino y prueben esta manera de vivir el evangelio, de seguir a Jesús y experimentar el gozo de servir a otros encontrando la voluntad de Dios en el servicio”, dijo.
“Tener entre nosotros la reliquia será una gran motivación, animación y un reavivar nuestro fuego”, finalizó.