Congreso de matrimonios estará presentando a partir de esta semana, temas relacionados con el trabajo que realiza este movimiento diocesano en favor de los matrimonios y las familias con miras al Congreso Anual de matrimonios católicos los próximos 22 y 23 de octubre del presente año.
Mons. Mariano Mosqueda/ asesor de Congreso de Matrimonios
Que la misericordia divina este con todos ustedes.
Con la ayuda de Dios, a partir de este domingo y varios más, Congreso de matrimonios asume este espacio de Periódico Presencia para dar a conocer algo de lo mucho que hace este movimiento, en favor de los matrimonios y las familias y promocionar nuestro próximo Congreso Anual de matrimonios católicos que se llevará a cabo, con la ayuda de Dios, los próximos 22 y 23 de octubre del presente año.
Inicio este primer artículo con unas palabras del Papa Francisco en su exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia (La alegría del amor), que dice: “Jesús declara: ´Dios creo al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer, los creó”.
Dios es amor (i s. jn.) y todo lo que brota de su ser es amor, brota para amar y ser amado. Sin duda de lo creado, una de sus obras con esta misión, es el matrimonio.
Nos debe llamar la atención, de que Dios, al crear al hombre, los hizo varón y hembra; primero creó al hombre, después se dio cuenta que aunque podía comunicarse de alguna manera con la Creación, no era suficiente; e hizo a la mujer; que al contemplarla Adán exclamó “esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Era tanto su amor que lo hizo inmortales, pero a causa de su desobediencia por el pecado original, llegó al mundo la muerte. Aparece suma y totalmente claro que el matrimonio es un proyecto de Dios hecho para amar; que en el amor encuentra su realización feliz y dichosa.
El amor es donación de sí mismo, en favor de Dios o de otra persona como en el matrimonio; de tal manera que la felicidad matrimonial verdadera, consiste en buscar, luchar siempre, para que la otra persona sea la más dichosa de la tierra; por eso al casarme debo pensar: ¿me caso contigo porque quiero y tengo la capacidad para hacerte feliz?; y no como piensan algunos matrimonios: me caso contigo porque sé que me vas a hacer feliz, o ‘tienes lo que yo necesito para ser feliz’, pues llegan por su egoísmo a la desgracia.
Dios es el primer interesado en que tu matrimonio sea feliz, por eso lo bendice y se compromete a estar siempre con ustedes, de tal manera que si ustedes, por su comportamiento, corren a Cristo de su casa, Él se quedará como un pordiosero a la puerta de tu matrimonio, esperando a que el día que deseen, le abras y Él entrará para recuperar la feliicidad inicial de su matrimonio. Por eso no debemos olvidar que un matrimonio verdadero lo forman tres: el esposo, la esposa y Cristo.
Un ejemplo que les quiero compartir y les puede ayudar a entender lo que deseo comunicarles es: cuando ustedes se casan o se juntan; se siembra en ustedes una semillita de amor conyugal, que es como una plantita que se ha plantado y comienza a germinar; y como toda plantita necesita de cuidados para crecer fuerte, frondosa, de frutos sabrosos y sana, debemos regarla, abonarla, mover la tierra; si necesita sol, sacarla al sol o lo contrario. Si no hacemos esto, ciertamente morirá: algo así pasa con nuestro amor conyugal: necesita agua, que es seguir viviendo nuestro noviazgo en aquello que nos enamoro; abono, con signos especiales de amor, en momentos especiales como cumpleaños, santo, etcétera; mover la tierra, ir encontrando, a medida que se conocen, nuevas maneras de fortalecer su amor y purificar su amor.
La unión matrimonial que debe existir en el matrimonio resulta con frecuencia bastante dificil, porque al casarse se unen dos historias, a veces muy diferentes, y a veces sumamentes contradictorias; que no logran conjugarse, haciendo de esta situacion una fuente de permanentes conflictos o fricciones; situacion que a veces desconocen y hacen muy difícil la unión y comunicación matrimonial.
Otro motivo es que, a pesar de su buen noviazgo, hay un gran desconocimiento de su forma de pensar y de sentir, de sus cualidades y defectos.
Por estos y muchos motivos el matrimonio debe tener en el corazón de su camino una gran misericordia. En pocas palabras, un matrimonio sin misericordia, difícilmente puede subsistir.