Ana María Ibarra
El abandono de su padre llevó a Eduardo a adentrarse en las adicciones a muy corta edad. Por muchos años vivió de ciudad en ciudad, sin domicilio fijo y sin una ilusión por la vida, enojado con Dios y cometiendo todo tipo de delitos.
Fue hasta que se encontró con Jesús Eucaristía quien lo resucitó y le encomendó una misión: evangelizar .pandilleros y adictos.
Su historia
Siendo el sexto de siete hermanos, cinco hombres y dos mujeres, Eduardo sufrió el abandono de su padre a muy corta edad. Ante esta situación, su madre tuvo que trabajar para sacarlos adelante.
“Mi mamá trabajaba y a la vez estudiaba, de esa manera ella procuraba sacarnos adelante, o trabajaba o nos cuidaba. Desgraciadamente tener esos huecos y no tener con quien expresar los problemas que pasamos, en mi caso, caí en depresión, culpaba mucho a Dios. En aquel tiempo no era común ver parejas divorciadas, eso marcó mi niñez”, compartió Eduardo.
Aunque vivía en un barrio tranquilo, Eduardo recordó que se fue involucrando en algunas adicciones y se juntaba con amigos del barrio para pelear contra otros barrios.
“Todo fue como un juego. En la adolescencia me desaparté, me fui a otra ciudad, empecé a tener otras amistades al grado de que se llegaba la noche y al amanecer no le encontraba sentido a la vida, tenía muchas cosas en la cabeza”, dijo.
Luego Eduardo se fue con su familia a vivir a Chihuahua y antes de cumplir 17 años le entró la inquietud de ir a otras ciudades.
“No me sentía a gusto en ningún lado. Recuerdo que llegaba en la noche a mi casa y en la madrugada me iba, duraba hasta tres meses sin regresar. Mi mamá siempre trató de apoyarnos a todos dándonos escuela y consejos, pero yo no me sentía bien en la casa, era como si me anduviera persiguiendo alguien, no le encontraba sentido a la vida, no era feliz”, resaltó el hombre oriundo de Ciudad Juárez.
Sin ilusión por la vida
Eduardo compartió que durante el tiempo que anduvo errante pasó por situaciones muy difíciles.
“Vi morir a un amigo por los piquetazos que le dieron, viví experiencias muy feas, cada vez me deprimía más, fui perdiendo más y más la ilusión por vivir, siempre culpando a Dios. Culpaba a Dios porque mi papá fue un irresponsable”.
Eduardo dijo que poco a poco se fue involucrando en todas las adicciones de moda en aquellos tiempo, desde el alcohol e inhalantes, hasta ácidos, pero ni consumiendo drogas le encontraba sentido a la vida.
“Entre más me involucraba en una adicción más infeliz era, no tenía ninguna razón para vivir, ya no estaba con mi familia, estaba solo, nada era agradable para mí, además siempre fui tímido con las muchachas, no me podía refugiar en algo bueno, algo sano como en una novia”, recordó.
Más adelante, Eduardo tuvo una mala experiencia con una joven y fue esto lo que lo llevó a encontrarse con Jesús.
“Empecé a sentir culpa por el daño que le ocasioné, quise culpar a Dios y me enfrenté con Él. Recuerdo que siempre fui consciente de que Jesús estaba presente en el Santísimo y un día llegué a la Capilla de Fátima en Chihuahua”, compartió.
Fue el 17 de junio de 1991, cuando Eduardo escuchó las campanas de un templo y comenzó a sentir coraje.
“Eran las 12 del día cuando entré y empecé a pelearme con Dios, le grité, lo ofendí, pero al quererme ir no pude darle la espalda, al llegar a la puerta, en vez de salir, regresé y me arrodillé, lloré mucho y una señora se acercó a mí y me comentó sobre el grupo de Barrios Unidos en Cristo, en Guadalajara”.
Dios lo resucitó
Después de hablar con esa mujer, Eduardo se dirigió a Guadalajara y al día siguiente llegó a la casa de rehabilitación de Barrios Unidos en Cristo donde estuvo dos meses esperando un retiro.
“En esos dos meses iba diario a misa, tomaba cursos para ex pandilleros y ex presos, me involucré tanto que cuando llegó la fecha del retiro ya estaba muy animado a seguir a Jesús”.
El entrevistado relató que en este tiempo vivió experiencias muy hermosas: predicaba en camiones, y a partir del retiro su vida cambió por completo.
“Me ofreció Jesús esta oportunidad de estar en este grupo y le encontré un sentido a la vida. Anhelaba la noche porque salíamos a predicar a los barrios, íbamos a las cárceles, a los tribunales de menores, teníamos asambleas de oración, exposición del Santísimo diario, me gustaba ir a las misiones”, expresó entusiasmado.
Con este cambio, Eduardo buscó a su mamá y a sus hermanos, e incluso decidió buscar a su papá.
“Sentí mi resurrección en un congreso al que fui a compartir mi testimonio. Un sacerdote compartió el tema del amor de Dios, el sacerdote se paró frente a mí y me dijo que viera en él a mi papá… ¡fue algo maravilloso!, él me pidió perdón en nombre de mi papá y al perdonarlo me di cuenta que el abandono me había hecho infeliz toda mi vida. En ese momento pude perdonarlo”.
Eduardo compartió que desde ese momento toda su familia comenzó un encuentro más fuerte con Dios, y al encontrar a su padre, lo perdonó de frente.
“Mi mamá se sintió muy triste porque busqué a mi papá, pero me apoyó y también lo perdonó. Ahora me llevo muy bien con mi papá y cuando puedo, le hablo”.
Es un hombre resucitado
Con una nueva vida luego de su estancia en la casa de rehabilitación Barrios Unidos en Cristo, Eduardo descubrió el llamado de Jesús.
“En Chihuahua duré 18 años a cargo del grupo Barrios Unidos. Cuando andaba en las adicciones diariamente corría peligro mi vida y tenía miedo de morir. En Barrios Unidos también mi vida corría peligro porque misionábamos en barrios peligrosos, pero nunca tuve miedo de morir, al contrario, hubiera sido una gracia haber muerto por Cristo”, expresó.
Ahora Eduardo tiene una familia, una esposa y cinco hijos que lo apoyan y que siempre andan activos con él en la misión, pues todos son servidores.
“Mi vida ha cambiado, he experimentado a Jesús resucitado y he resucitado con Él. Estaba muerto, pero ahora veo a un Eduardo vivo, resucitado. Jesús se acercó un día a mí y me revivió. Jesús confió en mí, me levanté porque creí, hoy me siento vivo, soy feliz con mi esposa, con mis hijos, soy feliz en Barrios Unidos”, expresó.
Eduardo quiso dejar este mensaje a la comunidad de Ciudad Juárez: Jesús está vivo y sigue sanando a los enfermos, a los adictos.
“Él es el mismo de ayer, hoy y siempre, sigue dando vida. Si crees que no hay solución, Jesús es la respuesta, está vivo y da vida, solo déjate dar vida”, finalizó.