¿Qué opinión se merece la fecundación in vitro? Padre y madre se encuentran unidos en matrimonio y existen problemas para que la mujer quede embarazada, incluso la forma natural pondría en riesgo a la mujer.
Quisiera comenzar respondiendo directamente la pregunta, para posteriormente ofrecer, a toda pareja que se encuentre en esta delicada situación, algunas razones que expliquen el porqué de la respuesta de la Iglesia.
De inicio, debo decir que la fecundación in vitro¸ como cualquier otra técnica de reproducción asistida que sustituya el acto conyugal, no es moralmente válida. El punto de partida se debe a que estas técnicas separan el sentido unitivo y procreativo de todo acto conyugal. Por otra parte, todo aquello que en la medicina reproductiva, ayude a que el acto conyugal natural alcance su objetivo, debe ser procurado por la pareja. Me detengo a explicar los motivos.
Uno de los mayores problemas de nuestra época, es la relación entre el hombre y la ciencia. La ciencia, pareciendo capaz de realizar todo lo que se propone para «ayudar» al hombre, nubla o elimina toda reflexión ética respecto al uso de la misma. Ciertamente la ciencia en cuanto a su labor teorética, puede avanzar hasta donde los datos se lo permitan. Pero cuando estas posibilidades, en principio teóricas, entran en el campo de la aplicación sobre el ser humano, es imposible pasar por alto las repercusiones que éstas pueden tener sobre la persona.
No es poco frecuente escuchar entre la gente, creyente o no, la expresión: «si la medicina puede ayudarme ¿por qué no utilizarla?» Y es que en el caso de la esterilidad, al menos en la opinión pública, los métodos artificiales de ayuda a la procreación son percibidos como una realidad concreta y absolutamente benéfica para todas aquellas parejas que no pueden tener hijos. No obstante, frente a esta creciente aceptación social, vale la pena poner la pregunta de si realmente las Técnicas de reproducción asistida (TRA), a pesar de ser científicamente posibles, sean moralmente válidas. Recordando que la relevancia moral que la fecundación artificial plantea no se refiere a la posibilidad de la técnica en sí, sino a las consecuencias que la aplicación de estas técnicas producen en la persona misma y en el acto mismo de la generación. La pregunta, desde la perspectiva ética sería: ¿existen límites para el obrar médico en la procreación humana?
María Luisa Di Pietro, en un artículo escrito para la revista Medicina e Morale, dice que las TRA han pasado de una posible solución para las parejas estériles a una peligrosa arma de dominio sobre la vida humana. De tal manera que, el noble deseo de una pareja por tener un hijo, puede ser corrompido por la técnica, cuando ésta no respeta la dignidad personal de quienes esperan concebir, ni la dignidad de quien estaría por nacer. Ante esta disyuntiva de atender justamente a los esposos sus deseos de prole y el respeto a la verdad de la procreación y de la dignidad de la vida naciente, ¿será acaso que esta dificultad puede ayudarnos a comprender el sentido de la auténtica paternidad?
Los protagonistas de la medicina reproductiva no son las técnicas en sí mismas, sino la pareja de esposos que recurren a ellas y, el hijo que podría ser traído a la existencia a través de éstas. Cuando se entra en contacto con una pareja con esterilidad confirmada, lo que se puede percibir inmediatamente es el sufrimiento real y profundo que esta condición significa para la pareja. Nadie puede negar que la esterilidad es ciertamente una dura prueba, porque es fuente de grandes dolores y conflictos personales y de pareja.
No es raro que en la opinión pública y a veces médica, el gran sufrimiento de los cónyuges se ponga como razón suficiente para la utilización de la medicina reproductiva, con la intención de dar alivio a dicho sufrimiento. Movidos por el sufrimiento de un deseo no realizado naturalmente, los esposos deciden apoyarse en el recurso médico para ver realizada su legítima aspiración a la paternidad y a la maternidad inscrita profundamente en la naturaleza matrimonial. Su deseo es natural y su aspiración legítima, pero ¿el hecho de que el deseo sea “sano”, legítimo, justifica el recurso a cualquier técnica en grado de satisfacerlo?
Sin ignorar las legítimas aspiraciones de los esposos, y comprendiendo adecuadamente sus sufrimientos, el deseo del hijo no basta para justificar una valoración positiva de cualquier técnica médica de reproducción. ¿Por qué no es razón suficiente? Porque si fuera razón suficiente, se estaría instrumentalizando la procreación de un hijo… con fines terapéuticos… Asignando al hijo una “función”, la de curar a sus padres del sufrimiento que les produce no tener hijos. Pero pensar en las TRA como una medida paliativa, porque no es curativa, de la esterilidad, cuando esa ayuda correspondería más bien al auxilio psicológico y espiritual, resultaría considerar al hijo como un «beneficio terapéutico», del que la pareja tendría derecho de reclamar en cualquier momento y de cualquier modo. Y un verdadero y propio derecho al hijo sería contrario a su dignidad y a su naturaleza. El hijo no es algo debido y no puede ser considerado como objeto de propiedad: es más bien un don.
La falta de los hijos se convierte así en un nuevo desafío y en una nueva misión para el amor conyugal. El matrimonio estéril es invitado a descubrir la “fecundidad espiritual” o “fecundidad amplia” que los dispone a diferentes servicios por la vida humana, como por ejemplo al servicio de la adopción. En este mismo sentido, el papa Francisco ha escrito que la Iglesia es consciente de lo mucho que se sufre en el matrimonio por el hecho de no poder tener hijos, pero ya que el matrimonio no ha sido instituido únicamente para la procreación, éste conserva su valor. Recuerda además que la maternidad y paternidad no se limita al hecho biológico, sino que puede ser expresada de diversas maneras.
Espero haber ofrecido una verdadera respuesta a su pregunta. Seguramente aún les queda alguna otra duda referida a este tema. He querido responder con la mayor claridad y caridad posible frente a esta difícil situación. Me pongo a su disposición y ofrezco mi sencilla oración por todas las parejas que estén atravesando una situación como ésta.
Pbro. Lic. Juan Carlos López M.