Durante la Misa asumimos diferentes posturas corporales y gestos que tienen un significado profundo, y cuando se realizan con comprensión, realzan nuestra participación personal en la Eucaristía. Aquí te explicamos algunos de ellos.
Presencia
En la celebración de la Misa levantamos nuestros corazones, nuestras mentes y nuestras voces a Dios, porque somos criaturas compuestas de cuerpo y de alma y es por esto que nuestra oración también se expresa en nuestro cuerpo. Cuando nuestro cuerpo participa en nuestra oración, oramos con toda nuestra persona, como espíritus encarnados tal como Dios nos creó.
Durante la Misa asumimos diferentes posturas corporales: nos ponemos de pie, nos arrodillamos, nos sentamos y también somos invitados a realizar una serie de gestos corporales. Estas posturas y gestos corporales no son meramente ceremoniales. Tienen un significado profundo y cuando se realizan con comprensión, pueden realzar nuestra participación personal en la Misa.
Cada postura corporal que asumimos en la Misa enfatiza y refuerza el significado de la acción en la que estamos participando en ese momento de nuestro culto. (*1)
En esta edición, con la ayuda del padre Marcelino Delfín Pozo, asesor de la Comisión de Pastoral Litúrgica de la diócesis, y de un documento de la Conferencia de los Obispos de Estados Unidos, trataremos de explicar algunas de las posturas y gestos de la Misa, para que los llevemos a cabo y participemos plenamente en el Sacramento de la Eucaristía.
Seguramente en una segunda parte retomaremos otros gestos y signos de la misa.
- Preparación previa a la celebración
Lo primero que debes hacer antes de llegar a la celebración es prepararte personalmente, llegar con tiempo, darte un espacio de silencio en el templo e invocando al Maestro de la oración, al Espíritu Santo para que te ayude a comprender todo lo que vas a vivir en la celebración.
Apaga tu celular, pues eso distrae y hace perder el contacto con Dios. En este momento de preparación y durante toda la celebración que vayas a vivir, el importante es el Señor, no las creaturas. Es muy conveniente, si te es posible, que leas previamente tus lecturas de la Misa o de la celebración para que tu corazón se prepare y que sea Dios quien lo nutra, y te llene más con sus maravillas que te manifestará en la celebración litúrgica, ya que en la celebración litúrgica es Dios quien actúa, es Dios quien habla, es Dios quien te invita a entrar en su Misterio.
Trata de no distraerte mientras llega el momento vivo y celebrativo, disponte con todo tu ser para alabar a tu Dios y Señor. Tu atención y tu espera es: para entrar al santuario del Señor a alabarlo, como dice el salmista. (Cf. salmo 96,6). (*1.)
Gestos en la misa
Cuando te toque hacer gestos en la celebración litúrgica hazlos con espontaneidad, sin exageración, no es una competencia a ver quien lo hace major, sino que manifiesta la unidad de la Iglesia, que a pesar de que somos de diferentes lugares, raza y color, nos unimos en una misma acción para encontrarnos y alabar al Señor en la liturgia. (*1)
- Sentados
Habrá momentos que estarás sentado y es el momento para estar atentos a la escucha, porque Dios es quien te está hablando, es quien te está narrando las maravillas que ha hecho en otros tiempos, en otras personas y, en este tiempo, se dirige a ti, para que tu también seas testigo de esas maravillas.
Estar sentado, escuchando, no es para que estés leyendo tu misal mensual o algo por el estilo. En la liturgia se proclama la lectura, que es para ser escuchada y para que entre por nuestro sentido del oído. Pon mucha atención, porque es el mensaje de Dios para ti. El misal mensual es para que te hayas preparado antes que comenzara la celebración y no para estar siguiendo la lectura. Es Dios quien te está hablando en vivo y por tanto tienes que estar atento a su Palabra, a su escucha.
En la liturgia estar sentado es signo de estar dispuesto para escuchar al Maestro que habla, a Cristo que te tiene un mensaje actual para tu vida. Por eso la homilía (este es su nombre correcto) o sermon, se escucha sentado. (*1)
- De rodillas.
Esta es la postura de adoración, de humildad, de reconocimiento de nuestra limitación humana y postrándonos le rendimos homenaje a nuestro Dios y Creador.
Cuando se celebra la santa Misa, hay un momento en que se pone uno de rodillas. Arrodíllate con reverencia y respeto, porque en este instante se está realizando el momento más bello de la celebración: el pan y el vino, por la acción del Espíritu Santo y las palabras de la consagración, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Por eso debes contemplar con tus ojos ese momento único e irrepetible. Arrodíllate sin hacer ruidos, en silencio y recogimiento, sin distraer. Este momento es súper especial para nosotros los cristianos. (*1)
- De pie
Ponernos de pie es un signo de respeto y honor y por ello nos ponemos de pie cuando el celebrante, quien representa a Cristo, entra y sale de la asamblea. Desde los inicios de la Iglesia, esta postura corporal ha sido interpretada como la postura de quienes han sido elevados con Cristo y que “están en la búsqueda de cosas superiores” .
Cuando nos ponemos de pie para la oración, asumimos la plenitud de nuestra estatura ante Dios, no con orgullo, sino con una humilde gratitud por las cosas maravillosas que Dios ha hecho al crearnos y redimirnos. Por medio del Bautismo, se nos ha dado el poder compartir la vida de Dios y el ponernos de pie es un reconocimiento de este don maravilloso.
Nos ponemos de pie para escuchar el Evangelio, el culmen de la revelación, las palabras y los hechos del Señor. (*2)
- La señal de la Cruz
Uno de los gestos más comunes es la Señal de la Cruz con la que damos inicio a la Misa y con la que en forma de bendición se concluye. Dado que por Su muerte en la cruz Cristo redimió a la humanidad, nos hacemos la señal de la cruz en nuestra frente, labios y corazones al inicio del Evangelio. Respecto a este gesto corporal, el Reverendo Padre Romano Guardini, erudito y profesor de liturgia, escribió lo siguiente:
“Cuando nos hagamos la señal de la cruz, que ésta sea una verdadera señal de la cruz. En lugar de un gesto diminuto e imperceptible que no proporciona ninguna noción acerca de su significado; hagamos, en vez, una gran señal, sin ningún apuro, que empiece desde la frente hasta nuestro pecho, de hombro a hombro, sintiendo conscientemente cómo involucra todo nuestro ser, nuestros pensamientos, nuestras actitudes, nuestros cuerpos y nuestras almas, cada una de las partes de nosotros mismos y de una sola vez, de modo que nos consagra y nos santifica” (Señales Sagradas, 1927). (*2)
- La importancia de cantar.
Cuando se inicie un canto, eleva al Señor tu voz. Dice un antiguo proverbio: “quien canta ora dos veces”, tu canto es una oración que sube al Señor al cielo y es un reconocimiento que debes darle, porque Él es tu Dios y Salvador. Con el canto elevas tu voz y te unes al canto que Jesús ofrece al Padre Dios en unión del Espíritu Santo. Cantemos al Señor un canto nuevo (Cf. Sal. 33,3), dice el salmista, porque sublime es su victoria (Cf. Sal. 98,1), cántale porque su victoria eres tú, porque Él te ha redimido y salvado por el sacrifico de la cruz.
Cántale con maestría. Siempre debes cantarle al Señor y no estés ahí como un mudo espectador, como un extraño. Tú eres hijo de Dios reunido y convocado por el Señor a su Iglesia que está presente, cantando a su Señor y alabándolo con gusto y alegría. Que tu canto sea parte de tu oración que elevas a Dios. (*1)
- Ritmos y tiempos
Para que todo lo que vives en la celebración litúrgica te haga provecho y bien espiritual, debes estar dispuesto a llevar tiempo, pero en la liturgia no se hace referencia al tiempo cronológico, el correr de los minutos, o sea, no se trata de cuánto debe durar la misa. En la liturgia cuando se habla de tiempo; se habla de tiempo de salvación, de tiempo de encuentro, de tiempo de gustar de los dones de de Dios en la celebración. El tiempo de la liturgia es un tiempo de gracia y salvación y no se rebaja al tiempo cronológico.
¡Qué interesante y fascinante! ¿No te parece?
Ahora, cuando asistas a cualquier celebración podrás decir: voy a gustar del tiempo de Salvación, que el Señor me tiene preparado.
La celebración en sí lleva un ritmo, y el ritmo lo marca el Espíritu Santo, porque es un ritmo divino para entrar en comunión con el Misterio de Dios. Por ello, todas las acciones, las oraciones, aclamaciones, cantos, posturas y gestos deben hacerse con dignidad, con respeto y sin ‘carreras’. Todo bien hecho y bien pronunciado con voz clara y alta (lo que se deba pronunciar) para la gloria de Dios.
El ritmo de nuestras oraciones y aclamaciones en la celebración no es para decirlas rápido, para que así acabe la Misa pronto, sino que deben hacerse de tal modo que disfrutemos estar al ritmo del Espíritu que nos lleva en una cadencia de paz y gozo en el mismo Misterio que estamos celebrando, o sea, nuestra Salvación realizada por Cristo, a través de la liturgia en la que estamos presentes, dispuestos a hacer lo que tenemos que hacer. (*1)
- Silencio
Un elemento importante que debes tener en cuenta en toda celebración, es el silencio. “Guárdese, además, a su debido tiempo, un silencio sagrado”. El silencio no es para que haya ausencia de ruidos externos, no es estar todos calladitos y ya. Es mucho más que eso, más importante, más transcendente.
En todas las celebraciones encontrarás momentos de silencio, un silencio que invita a orar, a meditar, a escuchar, a profundizar. Un silencio para que tú puedas entrar en sintonía con el Misterio y Él te comunique lo que quiere decirte. La Instrucción General para el uso del Misal Romano dice que el silencio es parte de la celebración (Cf. IGMR 45) y te ayuda a concentrarte mejor en la celebración. Y es para que tomes conciencia que estás en la presencia de Dios.
Hay varios momentos de silencio en la celebración que tú debes respetar, y si se realiza un silencio, no es porque al sacerdote o celebrante se le olvidó algo, sino para que tú te unas a la acción que él está realizando, te está invitando a asociarte al momento celebrativo que están viviendo juntos.
Por ejemplo cuando el sacerdote al inicio de la celebración dice “pidamos perdón de nuestros pecados”, es un momento para que tú pidas misericordia al Señor y te sientas necesitado de su gracia, el silencio es recogimiento, interiorización. Cuando el sacerdote dice la primera oración de la Misa, que se llama Oración Colecta, invita a todos a orar diciendo: “Oremos”; aquí el silencio es para elevar al Señor las súplicas que tenemos para esta celebración, y esta oración recogerá los sentimientos y deseos de todos, que serán presentados al Padre por medio de su Hijo Jesús, en el Espíritu Santo.
Debe haber silencio después de leído el santo Evangelio, después de la homilía (predicación), después de la Comunión. Todos los silencios son para orar y adorar.
*1. Reflexiones sobre la particupación activa en la Liturgia/ padre Marcelino Delfín Pozo
*2. Posturas y gestos corporales en la Misa, USCCB