Este 2021 se celebra el jubileo de los 500 años de evangelización en México, una gran fiesta de la fe católica en el Continente. Continuamos con la serie sobre algunos aspectos de los inicios del cristianismo en el territorio hoy conocido como México.
Robert Ricard/Autor
Por el bautismo entraban los indios a la Iglesia: eran ya oficialmente cristianos. Debían, desde entonces, vivir como cristianos, y el misionero tenía el deber moral de proporcionarles medios para ello. Estos medios son los restantes sacramentos: Matrimonio, Confesión, Comunión, Confirmación.
Sacramento del Matrimonio
El sacramento de administración urgente, en primer término, sin disputa posible acerca de su necesidad, era el matrimonio, que se topó con el terrible escollo de la poligamia, dado que casi únicamente los principales, como se les llamaba, tenían costumbre de vivir con varias mujeres.
Por otra parte, el ejemplo de los españoles no fue tal que inspirara a los indios un alto concepto de la vida conyugal y de las relaciones de los sexos. La mayoría de los hombres casados -y sea esta atenuante de su mala conducta- se vieron obligados a dejar en España a sus mujeres, y muchos de ellos tuvieron concubinas indias. Luego, cuando los indios oían al misionero que les reprimía su vida de poligamia, tenían que responder que lo mismo vivían los españoles.
Una de las decisiones tomadas por la asamblea de delegados de las tres órdenes (religiosas), con el fin de unificar los métodos de apostolado, fue la de no admitir al Bautismo a los polígamos, sino cuando se hubieran comprometido a vivir solamente con una mujer.
En las misiones franciscanas, sólo a partir del 1531 comenzaron los indios a contentarse con tener una sola mujer.
Primer matrimonio
Si la poligamia no pudo ser desarraigada de un solo impulso, sí fue desapareciendo lentamente por la fuerza misma de los hechos. Fue cuestión sólo de una o dos generaciones. Llegó un momento en que los indios en edad de contraer matrimonio, en su mayoría habían sido bautizados al nacer o muy pequeños aún, habían recibido educación netamente cristiana, se habían impregnado del ambiente cristiano y, sin la dificultad de sacudir el yugo de viejas costumbres, acataron sin pena alguna el matrimonio con una sola mujer, como es propio del cristianismo.
El primer matrimonio de indios celebrado en México, tuvo lugar en Tezcoco el 14 de octubre de 1526, y en él “se desposó y casó pública y solemnemente Don Fernando, hermano del señor de Tezcoco, con otros siete compañeros suyos, criados todos en la casa de Dios”.
Con su acostumbrada precisión refiere Motolinía cómo fue la ceremonia. Muchos personajes de viso, entre ellos Alonso de Ávila y Pedro Sánchez Farfán, fueron desde México para asistir a ella. Les “trajeron buenas joyas” y, agrega con un dejo de buen humor el amable fraile, “trajeron también mucho vino , que fue la joya con la que todos más se alegraron”. Esta solemnidad se debió a que eran las primeras bodas que habían de quedar como “ejemplo a toda la Nueva España”.
“Acabada la misa, los padrinos con todos los señores y principales del pueblo, llevaron a sus ahijados al palacio o a casa del señor principal, yendo delante muchos cantando y bailando”.
Sacramento de la Penitencia
Los franciscanos administraban el sacramento de la penitencia en uso ya en 1526, de manera particularmente metódica. Cada domingo por la tarde, juntaban a los indios que habían de confesarse en la semana, les hacían un examen acerca de la doctrina, luego una plática acerca de la necesidad y eficacia de la penitencia y las tres partes del sacramento, por lo que toca al penitente: contrición, confesión y satisfacción.
La mañana del día en que iban a confesarse se les decía la lista de las faltas que puede cometer un hombre. Durante la Cuaresma, período reservado especialmente a la Confesión, los religiosos intérpretes se consagraban de modo exclusivo a la Confesión de los indios.
Se veía llegar a los indios al tribunal de la penitencia sin muestra alguna de dolor ni arrepentimiento: Había de darles la absolución? Muchos confesores se hallaban perplejos. AL mismo tiempo era sumamente difícil obtener de los indios una confesión precisa.
Como los confesores eran pocos, los indios no tenían por penoso andar leguas y leguas -15, 20 ó 25- para recibir la absolución, y una vez que habían logrado dar con un confesor, formaban ante él una fila interminable. El trabajo mayor que daban los indios, según Motolonía, era el de la confesión, pues se presentaban a todas horas del día o de la noche en las iglesias y en los caminos, de modo que todo tiempo era Cuaresma para ellos.
Administración de la Eucaristía
La administración del sacramento de la Eucaristía haya dado ocasión a dudas y discusiones. Unos tenían por cierto que no se les podía admitir a la mesa eucarística: convertidos hacía poco, no eran capaces de percibir el valor y la grandeza del sacramento y debía negárseles, so pena de verles caer en graves sacrilegios.
Otros opinaban que en materia tal, no podría tomarse una decisión general y de principio absoluto, que se trataba de casos especiales y se ajustaba a la razón dar la comunión a los indios que la pidieran, cuando llevaban años -cuatro o cinco-, de confesarse con frecuencia y tenían la suficiente discreción para distinguir el pan ordinario del pan sacramental, una hostia consagrada de una no consagrada, y, además, sus confesores estaban satisfechos de su conducta y piedad.
Remedio, no premio
La comunión fue instituida tanto para las almas débiles y enfermas, como para las robustas y perfectas: es remedio, no premio. Y dado que se tiene por dignos del Bautismo a los indios, no hay principio teológico alguno que dé licencia para alejarlos de la Comunión, la cual les ayudará ciertamente a llevar a la práctica las promesas que han hecho en el Bautismo al entrar al gremio de la Iglesia. Basta que se acerquen al sacramento con las debidas disposiciones y el beneplácito de su confesor. El sínodo de 1546, como era de esperarse, confirmó tal decisión.
Los religiosos mismos los preparaban, y muy minuciosamente, para recibir la Comunión. Después de la Confesión se daba una contraseña especial a los que se creía con las debidas disposiciones; en seguida se les examinaba con brevedad acerca de la Santísima Trinidad, de la Unidad de Dios, de la Encarnación y de la Pasión del Hijo de Dios, de la Eucaristía y Consagración en la misa, y se les hacía un corto sermón sobre esto último.
Todavía se les daba una breve plática acerca de las disposiciones físicas para la Comunión, tales como el ayuno y la abstinencia conyugal y se les recomendaba que por respeto al Santísimo Sacramento, se vistieran con la mayor decencia y limpieza posible.
Su rezo
Había quienes iban de rodilas hasta el altar, costumbre que hoy en día puede verse en algunos lugares. Daban gracias en seguida, dirigidos por un religioso; según Grijalva, todos rezaban en náhuatl la oración de santo Tomás: Omnipotens sempiterne Deus, antes de comulgar, y después, la acción de gracias del mismo santo doctor.