- Tras siete años de no lograr un embarazo, Claudia y Adrián se mantuvieron fieles a la Iglesia y con el novedoso método lograron ser padres de manera natural
Ana María Ibarra
Personas de fe y abiertos a la vida, Claudia y Adrián Ríos pasaron siete años de un proceso largo y doloroso al no lograr la procreación, recibiendo de parte de los médicos como última esperanza la opción de inseminación artificial o procedimiento in vitro, prácticas no aprobadas por la Iglesia.
Finalmente, Dios puso los medios para que la pareja diera vida a través de la naprotecnología, ciencia que atiende la infertilidad desde el conocimiento del cuerpo de la mujer, diseñada por ginecólogos católicos.
Sin esperanza
Pertenecientes a la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, Claudia y Adrián se casaron en febrero de 2012. Desde su noviazgo externaron su apertura a la vida, sin embargo, una vez en matrimonio el embarazo no llegó. Fue ahí donde comenzó la búsqueda a un tratamiento factible conforme a su fe.
“Fuimos con ginecólogos. Al principio nos dijeron que estábamos bien, que era cuestión de tiempo, pero seguía pasando el tiempo y no llegaba el embarazo. Nos sometimos a estudios más profundos y me diagnosticaron el síndrome de ovario poliquístico: como no había ovulación no había embarazó”, explicó Claudia, quien fue sometida a tratamientos hormonales que no dieron ningún resultado.
Los médicos dieron a la pareja como última opción la inseminación artificial o bien, procedimiento in vitro, lo cual fue rechazado por los jóvenes al ser contrario a su fe y moral.
“Nos dejaron sin esperanza, pero confiados en Dios de que haríamos su voluntad y, si en sus planes estaba el que fuéramos padres, pondría los medios para que así fuera, y si no, sólo pedíamos nos diera la fortaleza para aceptar la cruz de la infertilidad”, dijo.
¿Qué es?
La naprotecnología es un sistema de monitoreo de la salud ginecológica femenina a través del registro de una serie de biomarcadores a lo largo del ciclo de fertilidad, basados en la observación del estado del flujo vaginal, realizado por la mujer misma.
Estos datos –volcados de forma sistemática en una gráfica– ofrecen información valiosa y objetiva al médico a la hora de decidir los estudios complementarios que son necesarios en cada caso para llegar a un diagnóstico sobre las posibles causas de la infertilidad.
La naprotecnología consigue identificar la causa de la infertilidad en el 99.5 por ciento de los casos. Su nombre deriva del inglés “natural procreation technology”, tecnología de la procreación natural.
Incorpora los mejores principios de la medicina y ofrece tratamientos superiores desafiando a la medicina convencional, que se basa en la anticoncepción, la fecundación in vitro y el aborto.
Se recomienda para parejas con infertilidad, mujeres con ovarios poliquísticos o insuficiencia de los órganos reproductivos
Las diferencias
Naprotecnología
La cuestión fundamental es el diagnóstico de las causas de infertilidad. Se busca una explicación médica de porqué una pareja no consigue procrear y, por tanto, se intenta eliminar el problema y “ajustar” el mecanismo natural, volviendo a darle su armonía
Fecundación in vitro
El diagnóstico de las causas no tiene importancia, los médicos quieren sencillamente “burlar el obstáculo”, llevando a cabo una fecundación artificial.
En la naprotecnología, el tratamiento resuelve el problema de la pareja, que después puede tener otros hijos. Sin embargo, con el método in vitro, los cónyuges no se curan y siguen siendo una pareja estéril, y para tener más niños deberán siempre confiar en un laboratorio.
Una luz
Después de seis años de ese proceso, Claudia, quien estudia en el Instituto de Teología, comentó con su marido acerca de una conferencia sobre bioética que sería impartida por el padre Juan Carlos López, esto en el año 2017.
“Su conferencia fue sobre la respuesta que da la Iglesia católica a las personas infértiles. Sabemos que la Iglesia dice no a la inseminación y no al in vitro, pero el padre Juan Carlos habló de lo que sí se puede hacer”, recordó.
El padre les habló de la naprotecnología, ciencia que se estaba desarrollando con la enseñanza de la Iglesia católica sobre el respeto a la vida y al embrión, así como lo sagrado del acto conyugal.
“Esta nueva tecnología fue diseñada por médicos ginecólogos católicos que escucharon el llamado del papa Pablo VI en su encíclica Humane Vitae, donde prohíbe el uso de anticonceptivos pero invita a los hombres de ciencia a buscar soluciones para poder abordar esta problemática”, explicó Claudia.
La naprotecnología es el resultado de esa búsqueda que se basa en el ciclo de la mujer.
“Es parecido al método Billings, se llama método Creighton. Por medio de observaciones se descubren los días fértiles de la mujer y se grafican; la diferencia con el Billings es que, con este método, se pueden detectar enfermedades reproductivas de la mujer y ser atendidas por medio de tratamientos y cirugías”, agregó.
Primer paso
Cuando Claudia y Adrián supieron de la naprotecnología vieron una luz de esperanza, aunque al principio se encontraron con la dificultad de que esta ciencia era llevada a cabo en Argentina y Estados Unidos.
“Me puse a investigar y encontré una clínica en Puebla atendida por tres ginecólogos especializados en naprotecnología. Hicimos cita y fuimos. El ginecólogo nos explicó todo el procedimiento y el primer paso fue aprender el método. Me envió con una persona que nos enseñó a graficar”, narró la mujer.
En la gráfica el doctor observó que la falta de ovulación era por los quistes que invadían los ovarios de la paciente. Le recetó un tratamiento que no logró desvanecer los quistes, siendo el siguiente paso una cirugía.
“Aquí ningún médico me dio opción de la cirugía, todo lo quieren arreglar con anticonceptivos, hormonas… dejaron de hacer ciencia”, lamentó Claudia.
Confianza en Dios
Conforme pasaron los meses, ella seguía sin ovular, lo que fue para la pareja un momento de tristeza e incluso enojo, aunque sin llegar a la obsesión, y continuaron confiando en Dios.
“Estábamos en tratamiento para despertar los ovarios, pero un tanto resignados, pensamos que quizá Dios no nos tenía destinado un hijo. El padre Ramiro Rochín, quien es amigo de nosotros, nos dijo que nos encomendáramos a la Virgen María Desatanudos, advocación que el papa Francisco promovió siendo cardenal en Argentina”, dijo.
El sacerdote, confiado, les mencionó las dos fiestas a dicha advocación, el 28 de septiembre y el 8 de diciembre, compartiendo la esperanza de que sería el 28 de septiembre cuando Claudia pudiera recibir la noticia de un embarazo.
“En septiembre de ese año hicimos un tratamiento y no ovulé; hablando con el padre le dijimos que no funcionó el tratamiento, pero él insistía en que debíamos esperar al 28 de septiembre. Era el día 18 del 2018, quedaba poco tiempo”, expresó la pareja.
El médico recetó a Claudia un tratamiento más fuerte y para el 28 de septiembre exacto la paciente ovuló.
“Sabemos que fue ese día porque llevábamos la gráfica y ese día había síntomas de ovulación. Fuimos a que nos hicieran un sonograma y el doctor confirmó que era ovulación; ese día nos pudimos embarazar. Cuando hicimos la prueba y salió positiva le dijimos al padre y ya ni él lo creía”, recordó emotiva.
“Para nosotros, además de la ciencia, es un milagro atribuido a la Santísima Virgen y a San Juan Pablo II, porque somos devotos de él. Juan Pablo nació el 2 de julio del 2019”, dijo.
Firmes en su fe
Aunque la pareja reconoció que fueron momentos difíciles, de mucha tentación por optar a un tratamiento contrario a su fe, aseguraron que nunca se obsesionaron con el deseo de ser padres.
“Siempre confiamos en Dios, en la espera, y si en ese proceso no lo hubiéramos logrado, lo aceptaríamos. Veíamos la adopción no como una segunda opción, sino también como parte de la vida. Si hubiéramos llegado a la desesperación nuestra fe se hubiera quebrado y habríamos optado por alguna propuesta de los médicos”, dijo Adrián.
Para la pareja fue providencial la conferencia del padre Juan Carlos López y el tema que abordó.
“Cuando nos íbamos a Puebla le llamamos al padre Juan Carlos y le dimos las gracias. No sabíamos qué iba a pasar, pero al menos nos había dado esperanza”, agregó Claudia.
Después del nacimiento de su hijo, ella sigue en tratamiento, monitoreando su ciclo. “Juan Pablo tiene un año dos meses. Seguimos con la gráfica, con la posibilidad de tener otro bebé, si Dios quiere el año que entra volver a intentarlo”.
Mantener la fe
El matrimonio invitó a las parejas que se encuentran en una situación similar a no perder la fe y a mantenerse unidos.
“Es importante que el hombre sea partícipe; la infertilidad es de la pareja no de uno solo, no es una responsabilidad de uno solo. En base a eso hay que aprender que es un proceso, una espera. Esta situación ayuda a mantener nuestra fe y aumentar la oración como pareja y la comunicación, no desesperar”, motivó Adrián.
“Hay que dejar todo en manos de Dios. Al principio es una lucha. Una pareja sin hijos no es una pareja triste, hay que pedir fe para aceptar. No es fácil, pero hay que ofrecerle a Dios los sufrimientos y pedir fortaleza”, dijo Claudia.
“Para nosotros, además de la ciencia, es un milagro atribuido a la Santísima Virgen y a San Juan Pablo II”
Claudia
“Hay que aprender que es un proceso, una espera. Esta situación ayuda a mantener nuestra fe”
Adrián
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