Para prepararnos bien durante la semana que inicia, entender, reflexionar y vivir la Palabra del próximo domingo de Cuaresma presentamos esta ayuda de integrantes del Instituto Bíblico San Jerónimo que nos guían en la lectio divina…
Samuel Pérez Pardo/IBSJ
En este cuarto domingo de Cuaresma, la primera lectura (2 Crónicas 36, 14-16. 19-23) nos presenta un momento particular en la historia de la salvación, el momento en que el pueblo de Israel vuelve del exilio. Al romper el pueblo su alianza con Dios, se vuelven infieles al punto de profanar el templo consagrado en Jerusalén. Sin embargo, el Señor en su amor y misericordia, les enviaba continuamente mensajeros con un llamado a la conversión de sus pecados pero eran recibidos con burlas y se reían de sus palabras. Las consecuencias llegaron, el pueblo se divide y es invadido por el reino de los caldeos. Jerusalén fue arrasada, el templo incendiado y destruido. Fueron desterrados a Babilonia, vivían sometidos y la esperanza de un pronto regreso se diluyó poco a poco. Un día aquel reino de los caldeos llegó a su fin, son derrotados por el reino persa y con ello llegó un cambio: el volver a su tierra y el fin de su cautividad. Dios tocó el corazón del rey Ciro que permitió a los Israelitas volver a Jerusalén para reedificar su nación y su Templo. Dios superaba una vez más, con su amor y misericordia, el perdón de sus pecados y con ello, su liberación.
En la segunda lectura (Efesios 2, 4-10) Pablo les recuerda a los efesios su pertenencia a la Iglesia como miembros del cuerpo de Cristo al pasar de la muerte como consecuencia del pecado a una nueva realidad de vida: el ser salvados por la gracia de Dios. Un don que exige del hombre la respuesta de la fe.
En el Evangelio (Juan 3, 14-21), la centralidad está en la Cruz de Cristo que viene a salvarnos de la esclavitud del pecado. Jesucristo hace alusión a la serpiente de bronce que Moisés había alzado en el desierto para librar de la muerte segura al pueblo pecador. La elevación de Jesús en la cruz constituye también la revelación máxima de su glorificación. “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna” (v. 16). Esta frase se puede considerar como centro y resumen no sólo del evangelio de Juan, sino de todo el mensaje del Nuevo Testamento, nos da la clave para superar nuestra conciencia de pecado. Es el amor infinito del Padre que entrega al Unigénito para que el hombre pase del pecado a la vida eterna. Es también la total donación de quien ama profundamente llegando al sacrificio de sí mismo. Nuevamente requiere la obediencia de la fe donde la humanidad se divide: unos prefieren las tinieblas del pecado y otros la luz de la salvación.
Meditar la palabra
Después de haber leído el texto del evangelio hagámonos las siguientes preguntas:
¿Para qué envío Dios Padre a su Hijo único al mundo? ¿Por qué hace alusión Jesús con la serpiente de bronce que Moisés fabricó y levantó como estandarte en el desierto? ¿Por qué la fe es considerada como un don de Dios? ¿En qué consiste el juicio divino? ¿Qué significa vivir en la luz?
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
¿En qué estado espiritual te encuentras en esta Cuaresma? ¿Qué implica en tu vida creer en Dios? ¿Cuántas veces Dios te ha salvado? ¿Qué acciones o pensamientos no te permiten ver la luz de Dios en tu vida? ¿Cada obra que realizas en el día, te acerca más a Dios? Al contemplar a Cristo en la Cruz ¿qué sientes? ¿En qué piensas?
Responder a la Palabra de Dios
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
¡Creo Señor, pero aumenta mi fe! Deseo encontrarme contigo y que tu luz ilumine todo mi ser. Reedifica en mi ese templo que me has llamado a ser. Quita en mi la oscuridad en mi vida ocasionadas por el pecado, por mi fe adormecida y tibia. Enséñame a amar como tú, a amar la vida, a amar a mi prójimo. A descubrirte en cada persona, en cada lugar, en cada circunstancia. No permitas que me aparte de ti. Que tu palabra sea lámpara a mis pasos, luz en mi camino.
- Contemplación
Contempla a Cristo en la cruz y repite varias veces un versículo del Evangelio para que entre e ilumine nuestro corazón.
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna” (Juan 3, 16).
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
Como cristiano debo encarnar el mensaje de la Palabra de Dios en mi vida.
Propuesta: Durante esta semana volveré a leer detenidamente las lecturas de este próximo domingo para preparar mi mente y mi corazón a la luz de la Palabra de Dios. El Señor me ama y me pide que crea. Descubriré en la cotidianidad de mi vida ese amor de Dios en cada persona y en cada circunstancia. Como acción externa realizaré un acto de amor y caridad que refleje a los demás que creo en Dios y en su amor de entrega total.
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Juan 3, 14-21
“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios”.