Esta es la historia de Jesús Figueroa, un ingeniero juarense de 62 años que hizo su camino al sacerdocio en la edad adulta y hoy espera con gran alegría convertirse en sacerdote para servir a su comunidad…
Claudia Iveth Robles
Luego de haber sido un empresario importante, y de haber viajado a distintas partes del mundo, tener una buena posición económica y muchos bienes materiales, Jesús Figueroa Lucero sintió que aún con todo lo que tenía, algo le faltaba.
Decidió preguntarle a Dios qué era ese hueco en su vida, y la respuesta fue contundente. Hace un mes, Jesús, a sus 62 años de edad, concluyó su formación en el Seminario Conciliar de Ciudad Juárez, y espera, con gran alegría, el momento en que será ordenado sacerdote.
En una charla con Periódico Presencia, “don Chuy”, como es conocido en el Seminario de Ciudad Juárez, comparte su camino vocacional
¿Quién es Jesús Figueroa?
Tengo 62 años de edad, tuve la oportunidad de estudiar ingeniería mecánica y durante mucho tiempo ejercí la profesión con maquinaria de la madera. Trabajé en fábricas de muebles, aserraderos y eso tipo de cosas. Eso me permitía estar en diferentes partes. Viajé bastante y casi nunca estaba en un lugar fijo.
Me regresé a Ciudad Juárez y aquí empecé a participar en la parroquia La Sagrada Familia, primero empecé a ir a misa todos los días y a estudiar. Me gustaba leer, informarme, me gustó esa parroquia y además de que estaba cerca de mi casa, el padre Efrén daba unas catequesis muy buenas.
Mi hermana estaba empezando a la remodelación de la parroquia, y empecé a ayudarle a hacer los planos y así me fui involucrando.
Luego el padre Efrén me invitó a participar en Pastoral Social y otras personas me invitaron a participar como lector. Ya para cuando te das cuenta, estás “metido hasta el cuello”.
¿Cómo se le presentó la inquietud al sacerdocio?
Nunca pensé que iba a entrar al Seminario. Estuve en la primaria en una escuela con jesuitas; los admiraba mucho, tenía 6 ú 8 años y pensaba: ‘voy a ser jesuita’, pero uno crece y se involucra en diversas actividades y se va olvidando. Recuerdo que ya cuando estaba trabajando en La Sagrada Familia, ayudaba a los Misioneros Guadalupanos que llevaban la revista “Almas” y cuando se iban, yo me quedaba pensando ¿yo hubiera sido un buen sacerdote?
Había trabajado como 30 años en la ingeniería, ya en Juárez había iniciado un taller de muebles, principalmente muebles de cocina y estaba ocupado llevando la vida, pero siempre sentía como la nostalgia de que hubiera sido un buen sacerdote. Cada vez que veía a los misioneros guadalupanos me preguntaba si yo hubiera sido un buen sacerdote y pensaba ¿por qué nunca me hice esa pregunta con los Jesuitas?
Como ya tenía más de 50 años de edad, yo mismo decía “son sueños guajiros” y ni modo que se me ocurriera entrar a un Seminario. Pero por pláticas con el padre Efrén Hernández, como que se empezó a revivir esa inquietud. Y cuando el padre empezó a moverle al asunto, yo me asusté. Como que estaba muy bien instalado, pues mi pensamiento era: “Yo hubiera sido un buen sacerdote, pero ya es demasiado tarde, tengo el pretexto perfecto”.
Una vez el padre Efrén me sugirió lo del Seminario y me cayó como un balde de agua fría.
No sabía qué hacer, pero a la vez sentía que tenía que salir de la duda.
Una noche que no podía dormir, me metí a Internet pensando en si alguien habría entrado al Seminario ya grande de edad.
Busqué “vocaciones adultas y tardías” y me salió el Seminario de Texcoco, en México, que yo no conocía a pesar de que viví cuatro años en Texcoco, pues fui a instalar una fábrica de pisos, de madera y otras cosas, pero nunca me di cuenta del Seminario.
¿Cómo fue la señal que buscabas?
Escribí entonces para preguntar si sería posible para una persona adulta ingresar, y me contestaron que probablemente. No era una buena respuesta, yo quería que me respondieran que no, y confirmar que ya estaba demasiado grande.
Cuando hablé con el rector me recomendó asistir al Preseminario y me dijo: “es una semana, aquí tienes la oportunidad de vivir la vida del Seminario, ver que te parece, platicar con diferentes sacerdotes, pensarlo bien, rezarlo, orar, consultarlo con el Señor y tomar una decisión y al mismo tiempo nosotros conocerte y darte nuestra opinión”.
Me gustó mucho ir y probarme una semana. Realmente me ayudó a tomar la decisión. Al final me dieron una carta de que sí me podían aceptar, como ya pasaba de 40 años, sólo que fuera enviado por el obispo de la diócesis.
Recuerdo que regresé a Ciudad Juárez con mi cartita, fui a misa en La Sagrada Familia y estaba de seminarista el ahora padre César Campa, le dije: mira la carta que me dieron, vio la carta y se la llevó al padre Efrén: ¡mire padre, lo que trae Chuy!
El padre Efrén se subió al carro y me llevó al obispado con el entonces obispo don Renato Ascencio. Me entrevistó y luego me mandó con el padre Héctor Villa, en ese entonces rector del Seminario, que a su vez me mandó con el padre Amadeo, ya que era egresado de Texcoco. Luego me regresaron con el padre Villa y de ahí con don Renato, quien hizo una carta en la que pedía al Seminario (de Texcoco) que me formaran en el sacerdocio.
¿Cómo fue el encuentro con don Renato?
No mostró asombro don Renato, hablamos de la vocación y don Renato me preguntó qué sentía, por qué lo quería hacer, ese tipo de preguntas. La última vez que platiqué con él me regaló un Rosario y me dijo “que Dios te bendiga”, eso era luz verde para irme a Texcoco.
Tuve que venir a Juárez y liquidar a la gente que trabajaba conmigo en el taller, cerrar la oficina en muy poco tiempo, porque en una semana empezaba el curso introductorio.
¿Cómo te sentiste de pronto ya con un nuevo proyecto de vida?
Tenía 54 años y son 8 años de formación. Iba terminar de 62 años y sí llegué a pensar en ¿cómo voy a estar?, ¿voy a durar?…y me asustaba un poco. Decía: ‘si salgo a los 62 años que me ordenen a los 63 ó 64 y todos los jubilan a los 75, pues tengo como 10 años para ejercer el sacerdocio, si me va bien de salud. Y pensaba, a lo mejor ejerzo 5 años del sacerdocio y me muero, pero yo mismo decía, 5 años está bien, y si nomás es un año, pues también está bien’. Pero luego pensaba ¿Y si nunca termino? …hasta que me tranquilicé y pensé “estoy siguiendo el camino que Dios quiere, y voy a durar hasta donde Él quiera que dure”…
Ahorita pienso que por lo menos el Seminario ya lo libré y estoy muy contento por eso… voy con dos buenos amigos y estamos los tres muy emocionados.
¿Y qué pasó en Texcoco?
Fui al Curso Introductorio, al propedéutico, es igual que la cantidad de años en el Seminario de Ciudad Juárez. Y yo sabía que en la Diócesis de Ciudad Juárez había egresados de Texcoco. Hice ese año, empecé muy emocionado a estudiar la filosofía, me gustó mucho y tenía muy buenas calificaciones. Recuerdo que cuando vine con mis primeras calificaciones le dije al padre Villa mire nomás qué calificaciones le traigo, ¡para que vea! y luego me dice… “Están muy buenas, pero son de allá. Aquí serían como 7 ú 8…
Y es probable que los preparan mucho mejor aquí en la cuestión filosófica, me gustó mucho la filosofía y al término de cada curso siempre regresaba a Ciudad Juárez y me reportaba con el padre Villa. Cuando terminé segundo, me dijo el padre Villa: “ya no vas a regresar a Texcoco…vas a venirte a Juárez a primero de Teología, y el tercero de filosofía no lo vas a hacer”.
Entonces me explicó que se quiere que los muchachos estudien la filosofía para que tengan un criterio propio, una manera de pensar, que sean críticos y dijo, “tú ya tienes esa madurez”.
A mí me dio mucha tristeza porque quizá ya estaba muy bien instalado en el Seminario de Texcoco. En Texcoco estaba encargado de una revista, también participaba de la Pastoral Vocacional, tenía que estar de regreso pronto. Sentía que había dejado muchos cabos sueltos, yo quería ese año de tercero de filosofía para finiquitar todo en Texcoco. Se puso serio el padre Villa y me dijo: “toma en cuenta que si algún día llegas a ser sacerdote te van a decir ‘te vamos a cambiar de parroquia, a tal parte’. Así es esta vida”. Yo le dije que entendía y estaba dispuesto a obedecer, pero me gustaría terminar la filosofía.
El padre Villa me pidió regresar en dos semanas para consultarlo. Regresé y me dijo: “está bien, vas a Texcoco, terminas la filosofía, pero la Teología la haces aquí en Juárez.
¿Cómo fue su tiempo de seminarista?
Me gustó mucho. Los muchachos son grandes de edad, pero aun así yo era adulto entre los adultos, yo no era el mayor ahí (en Texcoco) el promedio de edad estaba entre 35 y 40 años, yo llegue de 54 años. La diferencia no era tan grande, como con mis compañeros de aquí de Ciudad Juárez, uno tiene 25 y el otro 29 años. Para mí no ha sido fácil, pero obviamente no fue imposible. La manera de pensar es diferente. En Texcoco batallaba más por ser de Chihuahua, que por ser viejo. A la gente de Chihuahua nos ven con un poco de miedo y a veces de respeto. Así lo sentía, la manera de hablar para ellos era muy cortante, tuve muchas veces que dar explicaciones porque pensaban que estaba enojado; además de que decían que venía de Chihuahua y piensan que es un lugar de ricos.
Tuve algunas discusiones con un sacerdote que se burlaba de Chihuahua, siento que fue más difícil allá. Son cosas que se fueron acomodando, y tengo muy buenos amigos de allá.
¿Y en el Seminario de Ciudad Juárez?
Acá fue un poco difícil, todos son de Chihuahua, las edades diferentes. El más cercano era de 32 o 33 años y la verdad sí hay una brecha generacional bastante pronunciada. Mis bromas eran ya viejas, no entendían mis chistes y te das cuenta que es muy diferente todo, pero tienes que ir entendiendo esas diferencias. Al principio es duro, pero después te das cuenta y te vas adaptando. Me han tocado muy buenos compañeros y ellos han tenido más paciencia que yo. A veces es más el temor con el que llegas, dices: son puros ‘niños’, te van a tratar mal, hablar a tus espaldas… y ¡deveras que no! Al principio había uno más grande que le apodaban “el abuelo” y me acuerdo que uno dijo “a ti te vamos a decir ‘el tata’”, o algo así, entonces pensaba que tendría que aguantar muchas cosas, pero no fue así. Y poco a poco me empezaron a decir don Chuy, y así se me quedó.
Ahora que tuvimos de prefecto al padre Jesús Manríquez, me dijo: no sé cómo llamarte Chuy, o don Jesús, y le dije, pues así, así me llamo y usted sigue siendo el padre, y yo el seminarista. Quizá no soy el mejor amigo de todos, pero la llevo muy bien con mis compañeros.
¿Tuviste novia o pensaste en casarte?
Yo creo que si no entré al Seminario o a una orden religiosa antes, fue porque yo decía ‘no creo que pueda pasar la vida sin un mujer’. Para mí era muy importante. Tuve novias, en unas tres ocasiones estuve a punto de casarme, pero no sucedió por diferentes circunstancias. En Canadá conocí a una muchacha bonita y simpática, pero era la hija del dueño de la fábrica donde trabajaba. El me alejó de ella mandándome a México y ya no tuve recursos para regresar. Así que nunca me casé, además porque me la pasaba de un lugar a otro. Estuve en Nuevo México, Albuquerque, Carolina del Norte, Canadá, Nueva York, Florida, nunca estuve en un mismo lugar.
En Texcoco conocí a una muchacha, yo no me quería casar entonces, pero los amigos y la familia me tenían acorralado…Aproveché que me asaltaron y fue el pretexto para regresarme.
Siempre decía, me voy a casar, pero quiero estar bien enamorado y que con la que me fuera a casar también lo estuviera. Pero no se dio. Ahora soy muy feliz y no quiere decir que todas las cosas me salen a la perfección, pero soy muy feliz y no puedo más que agradecerle a Dios. La mayoría de mis amigos están ya sin cabello, todos son abuelos, todos están tomando pastillas para esto y para lo otro y yo solo tomo para las agruras. No tengo azúcar, no tengo colesterol, estoy muy gordo, pues sí, pero estoy bien.
En el Seminario más que ser un ejemplo, los muchachos fueron un ejemplo para mí. Una vez el doctor me dijo, los muchachos pueden comer tierra y piedras, pero tú ya tienes 60 años y debes cuidarte. Ellos son muchachos, pero comparto con ellos. Estoy bien de salud, me siento muy bien. Y hasta donde Dios quiera.
¿No te arrepientes de haber dejado toda tu vida anterior?
Al principio es un cambio muy grande, me gustaban las camionetas Cherokee y tenía dos.
Una para la Sierra, estándar y otra para cruzar el puente. Poco antes de entrar al Seminario robaron una en casa de mi hermana, y cuando me fui al Seminario otra la dejé estacionada en la parroquia y después la vendieron. Tenía dos perros a los que quería mucho, unos primos se quedaron con ellos. También tenía mucha ilusión de comprar una moto Harley Davidson y estaba ahorrando.
Ahora se me hace duro que mientras antes yo apoyaba siempre a los demás (económicamente), a los Misioneros de Guadalupe, en la parroquia, ahora en el Seminario es al revés. Ahora la gente te apoya. Y ves a las viejitas necesitadas que te están dando cien pesos y es difícil aceptarlo.
Cuando tú das, te sientes como poderoso, y cuando necesitas, te sientes un tanto débil.
Para mí fue muy duro aceptar las ayudas, pero te das cuenta que las necesitas. Creo que más que no tener carro, moto, o perros, es duro aceptar la ayuda, pero la necesitas.
¿Cuál fue la reacción de tu familia ante este cambio drástico de vida?
Mi papa murió en 1997 así que no supo de esto, yo sólo tengo tres hermanas mujeres y son menores que yo. Siempre fuimos muy buenos amigos, una de mis hermanas también estudió ingeniería, trabaja en Iowa en una fábrica de tractores, es ingeniero electricista, con su esposo y sus hijos. Mi mamá esta allá con ella.
Cuando yo estaba trabajando en Juárez, mi otra hermana no terminaba la escuela todavía, yo había hecho el compromiso con mi papá de que cuando yo terminara la escuela, me iba a encargar de la educación de mi hermana. Así lo hacíamos y recuerdo un día que iba llegando del trabajo, me bajé del carro y mi mamá sale corriendo y me abraza y me dice ‘¡tu hermana se quiere ir de monja, a ver si la convences de que no se vaya!’. Estaba mi mamá llorando mucho.
Fui a hablar con mi hermana y me dijo “no te preocupes, me invitaron las monjas a un retiro y nos vamos con ellas, no quiere decir que me vaya ir de monja, claro que van a tratar de convencernos, pero no nos estorba un retiro para ver. Y de regreso le dio más por la ingeniería que por la vida religiosa.
Y cuando yo me iba a ir al Seminario, mi mamá estaba en Iowa, así que pensaba ¿Cómo le digo?. Tomé valor y le dije: “mamá, fíjate que estoy haciendo esto y esto y me aceptaron en el Seminario. Ella me miró y dijo ¿te vas a ir? y le dije “Pasado mañana me voy al Seminario”.
Ella muy tranquila me dijo: ‘¡qué bueno!, me da mucho gusto. Y así fue, sin ningún problema. Cuando me estaba subiendo en el autobús, me dijo:
“Dios te bendiga…Y si cuando estás allá te van a decir ‘se acaba de morir tu mamá’, ya ni vengas, ¡aquí nos quisimos y nos dijimos todo!, tú sigue tu camino”.
Se me rompió el corazón, pero gracias a Dios mi mamá me apoya en esto, está muy contenta. Y bendito Dios que la tenemos.
Ahora siempre me dice: ‘¿Pues cuándo te ordenan? ¡porque quiero estar ahí!’.
¿Qué les dirías a los jóvenes, y a los no tan jóvenes que sienten cierta inquietud al sacerdocio?
Lo que me dijo el rector de Texcoco: “Vente al PreSeminario, vives la vida como nosotros, oras y ahí tomas la decisión”. Les digo: ¡Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor!. Yo hice la prueba y ví que el Señor es muy bueno.
Les puedo decir muchas cosas, pero es como aprender a andar en bicicleta: hasta que te subes y raspas las rodillas, aprendes.
Un destacado maestro
Otra de las vocaciones que ha seguido don Jesús, dentro de su vocación al sacerdocio, es la de ser maestro. En el Seminario de Texcoco el equipo formador decidió confiarle ser maestro de inglés de los seminaristas, debido a que es bilingüe.
Eso le impidió tomar clases de italiano, pero se conformó porque su rector de Texcoco puso en el informe que enviaron al Seminario de Ciudad Juárez, que Don Chuy es un buen maestro.
En el Seminario local, don Chuy también fue asignado para impartir un taller de inglés a los seminaristas, que funcionó medio semestre, pero debido a las demás actividades de los seminaristas, debió suspenderse.
Luego, le dieron oportunidad de dar clases en el Instituto Bíblico San Jerónimo, actividad que hasta ahora realiza con gran gusto.
“Me gusta mucho el estudio de las Sagradas Escrituras. Se me hace muy interesante”.
Frase…
Soy muy feliz, me siento muy bien. Me emocionaría mucho que me dijeran tal fecha vas a ser ordenado… no me han dicho, no tengo la fecha, pero la espero con mucha ilusión.
Frase…
Si Dios quiere que llegue a la ordenación, voy a llegar. Si quiere que dure 10 ó 15 años ejerciendo el sacerdocio, o nomás la primera misa, creo es lo de menos. Si ahorita me muriera, ¡me moriría muy feliz!… no me arrepiento de haber entrado al Seminario.