Diana Adriano
Comprender el rol preponderante que tiene el trabajo, al constituir un motor para lograr el “verdadero progreso de la persona” y el “bien común”, es obligatorio para todo cristiano-católico.
Por eso, hoy domingo primero de mayo que se conmemora el Día del Trabajo, no sólo em México, sino en el mundo, Periódico Presencia presenta estas reflexiones sobre el trabajo, con ayuda de Luis Felipe Pérez, coordinador del grupo Caridad y Verdad, grupo que en la diócesis difunde la Doctrina Social de la Iglesia y busca llevarla a la realidad.
DSI y trabajo
Luis Felipe expuso que una de las áreas más importantes del desarrollo humano es el trabajo. “En el trabajo somos partícipes de la creación y de la redención… Por medio del trabajo podemos ejercer nuestra vocación a colaborar en la construcción del Reino y de nuestra propia santificación. Cristo dedico la mayor parte de su vida a trabajar junto a su padre como carpintero. El Señor nos ha presentado como fundamental el trabajo como medio de salvación y santificación», señaló.
Añadió que para la Iglesia, la forma de afrontar el trabajo no ha sido siempre la misma, si bien desde las primeras comunidades cristianas se abordaba el tema, fue en 1891 cuando se presentó la encíclica Rerum Novarum que aborda una nueva ‘realidad del trabajo’ producto de la revolución industrial.
«La sociedad pasaba del trabajo rural y agrícola a las primeras formas de trabajo industrializado, lo que llevó a la clase trabajadora a desplazarse y laborar en una serie de condiciones que limitaban su desarrollo. Producto de esta encíclica podríamos decir que los principales ejes que propone son el derecho a la propiedad, el principio de colaboración entre clases, los derechos de los débiles y los pobres, las obligaciones de los trabajadores y los patrones, y el derecho de asociación», agregó el entrevistado.
Trabajo como derecho
Citando al compendio de Doctrina Social de la Iglesia presentado en 2004, que dedica todo el capítulo sexto a hablar sobre el trabajo, aclaró que el trabajo es un derecho que debe estar disponible para todos. Y abundó:
«Los principios presentados en este capítulo son la dignidad de la persona humana, el Bien común, la participación, la solidaridad, la subsidiaridad, y particularmente el destino universal de los bienes que actúan en conjunto como un criterio para abordar un tema tan complejo como el trabajo, es decir, si analizamos alguna problemática dentro del mundo del trabajo, estos principios deben de aplicarse en conjunto y no de manera aislada.
El trabajo dignifica
Luis explicó que el trabajo se divide en dos partes, la primera corresponde a la actividad misma que se realiza, es decir la acción especifica: como mover una caja con alimento de un lugar a otro o realizar un documento. Y, por otro lado, una segunda parte que se refiere a la trascendencia de esta actividad, por ejemplo: el mover esa caja con alimento ayudo a que una familia pueda acceder a la comida del día, o que ese documento ayude a la formación de un estudiante. Estas dos partes son la parte objetiva y subjetiva.
«En esta segunda parte (la subjetiva), donde las actividades que realizamos tienen impacto en los demás, en nuestra sociedad y abonan al bien común, al desarrollo de todos, o por el contrario entorpecen el desarrollo de los demás, por ejemplo: que el mover esa caja resulte en almacenarla para que el alimento eleve su precio cuando hay hambre, o que el redactar ese documento sea una ley que promueva la explotación laboral. De igual manera, el Ocio y la omisión del trabajo tiene repercusiones negativas», añadió Luis.
En pocas palabras, explicó, la persona puede crecer y disminuir en dignidad por medio del trabajo porque a través de él se puede o no contribuir a una mejor sociedad y mejores condiciones de vida para todos.
«Desde luego también podemos disminuir en dignidad cuando nuestro trabajo dificulta el desarrollo de los demás», dijo el entrevistado
¿Y la ética cristiana?
El entrevistado expuso que el trabajo nos hace partícipes de la Creación de Dios, es saber que por medio del trabajo podemos construir puentes que nos lleven junto a los demás a un lugar mejor, donde podamos desarrollarnos y crecer. Es poner los dones a trabajar. Ahí se encuentra radicada la ética cristiana.
Tres líneas de acción para el
trabajador y empleador católico
Luis, explicó que el tema del trabajo es muy vasto y la mejor manera de abordarlo es teniendo en cuenta los principios que propone la Doctrina Social de la Iglesia y el contexto de cada caso.
«Es común que se nos presente al trabajador y al empleador como adversarios irreconciliables, sin embargo, la relación que existe entre ambas partes debe ser de beneficio mutuo», compartió. Por ello, la Doctrina presenta líneas concretas de acción para ambos:
1.Beneficio Mutuo. Que los beneficios del trabajador y del empleador sean justos y de acuerdo a las necesidades de cada cual. Beneficio no solo se refiere a la remuneración económica, si no que la empresa y el trabajador busquen los medios para que ambos se desarrollen, esto incluye trabajar de la mano con el Estado para que los impuestos se destinen a programas y políticas públicas que fomenten el desarrollo económico y social.
2.Privilegiar el desarrollo familiar. Cuando nos referimos al trabajo el enfoque principal suele ser solo el área laboral, sin embargo, es en la familia donde se desarrollan las personas que en su momento se integraran a la vida productiva. Procuremos trabajar también en el desarrollo de valores y ética de trabajo cristiana.
3.El Descanso. El descanso es un derecho y una parte muy importante de la vida laboral, es en el descanso donde podemos recurrir a la reflexión y a nuestra vida espiritual, en el descanso podemos reparar nuestras fuerzas y convivir en familia.