MC Luis Alfredo Romero/ Comunicólogo
En estos tiempos de pandemia nos han hablado de todo, de infección, de cuarentena, de tapabocas, de vacuna y de sana distancia, pero ni médicos ni científicos nos hablan de un mal oculto atrás de todo ello y que si no lo observamos podemos caer en la enfermedad del cuerpo, de la mente y del espíritu: el ritmo del tiempo.
No podemos ni debemos, por estar encerrados en casa, dejar que el tiempo se vuelva laxo, tan holgado, que hayamos alterado nuestros horarios habituales. Ciertamente el ritmo del trabajo y de las escuelas cambió, pero no por ello podemos amoldarnos a un “confort” desinteresado y desatento que nos pueda enfermar.
Cuando escuché la conferencia de Alejandro Olivares en el Simposium Internacional de Fe, Vida y Familia decía que el tiempo de nuestra vida podía correr como el Cronos de los griegos, un tiempo físico para medir el espacio, o bien como un Kairós, ese mismo tiempo, pero ahora revestido de alegría, adecuado a nosotros y que nos puede proporcionar felicidad. Un tiempo propicio para lograr algún cambio benéfico en nosotros y para los demás.
Podemos pensar en nuestro pasado, presente y futuro, sabiendo que el pasado puede estar lleno de nostalgia y mal manejado, puede llevarnos a la tristeza. El futuro por incierto y desconocido, nos puede llevar a la ansiedad. Pero la certeza que tenemos del presente nos lleva a reconocerlo como un don, como un regalo que Dios nos da y que debemos administrarlo a nuestro favor mediante la creación de muchos Kairós en nuestro día
Establecer con horario un orden del día, desde la levantada hasta la hora de dormir, es la mejor manera de aprovechar el tiempo y con la construcción de varios kairós, que están a nuestro alcance, el tiempo largo prolongado e insufrible de la pandemia se puede transformar en algo tan positivo que nos puede proporcionar otra experiencia de esta pesada realidad.
Las horas de sueño deben estar bien regulados 7, 8 o 9 son suficientes pero nada más. Un exceso nos hará sentirnos mal. Ejercicio antes del desayuno es recomendable. Las comidas deben ser sanas; frutas y verduras en los tres alimentos conservarán nuestra salud. Unas horas de trabajo de acuerdo a nuestra profesión nos mantendrán vigentes, actualizados. Alguna aplicación podrá llevarnos al estudio o aprendizaje de algo nuevo (fotografía, manualidades, jardinería, inglés etc.) y con ello habremos crecido obteniendo un logro o una meta. Música, lectura y deporte son indispensables para un día completo, según nuestros gustos.
La convivencia en familia de preferencia a las horas de comer, pueden darnos algo de lo mucho que hemos perdido, llevando en tiempos normales horarios distintos. El aseo de la casa juntos puede ser divertido, lo mismo que jugar juegos de mesa. Ver la Tv debe ser regulada, pocas noticias y alguna buena película o un capítulo de una buena serie, sin engolosinarse, para que el día siguiente empiece temprano otra vez.
El aspecto espiritual no lo podemos desatender por el hecho de que los templos están cerrados. Orar y meditar en la mañana nos garantiza un día redondo y armonioso. La oración nocturna antes de acostarnos nos proporciona un sueño pacifico, profundo, descansado y reparador. Algunas familias acostumbran el rezo nocturno del santo rosario, costumbre que viene de nuestros ancestros y que nunca tuvieron insomnio ni necesidad de psiquiatra.
Con la oración durante el día o en distintos momentos del día, estaríamos haciendo de nuestro tiempo no un pasado de nostalgia ni un futuro de incertidumbre, sino acercarnos a un presente de eternidad.
El monje benedictino Anselm Grün dice que Kairós tiene una gran significación en el Nuevo Testamento porque Kairós es el momento decisivo en que Dios le ofrece al hombre la salvación. El tiempo (kairós) se ha cumplido y el reino de Dios está cerca (Marcos 1,15)
“El tiempo es siempre aquel instante en el que encuentro a Dios. En el que Dios desea mostrarme su cercanía y obsequiarme su gracia y dedicación. Mi tarea es embarcarme en ese instante y optar por la cercanía sanadora y afectuosa de Dios, en lugar de escapar de mí y de Dios hacia un tiempo que simplemente trascurre. El tiempo cumplido es, según esta comprensión, el tiempo en que confluyen el tiempo y la eternidad”