Sin saber que su vida sería la catequesis, María Elena Hernández comenzó a sus doce años de edad en un servicio que hoy la lleva a celebrar 40 años como catequista en la comunidad de la parroquia La Santísima Trinidad.
Huérfana de padre y madre, María Elena quedó a cargo de su hermana mayor de 22 años, quien la guió a ella y a sus otros siete hermanos en el camino de Dios. Y desde muy niña nació en ella la inquietud por la catequesis
En La Avioneta
Cuando tenía doce años, María Elena comenzó a motivar a los niños de su colonia para que se aprendieran algunas oraciones.
“Uno de mis hermanos arreglaba las avionetas que fumigaban el Valle de Juárez y Casas Grandes. El trabajo lo hacía en la casa y a los niños del barrio les llamaba la atención subirse a las avionetas. Se me ocurrió decirles que el que se aprendiera el Padre Nuestro lo dejábamos subir, después el Ave María… hasta que mi hermano se llevó las avionetas”, recordó la catequista.
Los niños se quedaron con la inquietud de seguir aprendiendo. Ella y sus hermanos asistían a la Iglesia, pues su hermana mayor se los inculcó.
“Con 22 años y ocho hermanos a su cargo, mi hermana era muy estricta. Ella nos inculcó a ir a la iglesia. De joven era tan bonito ir los nueve viernes a rezar a la virgen del Carmen”, dijo con nostalgia. Aunque su anhelo era ser maestra, su situación familiar y económica le permitieron estudiar sólo lo básico.
“No somos maestros, pero ayudamos al Maestro. El Señor no me dio la oportunidad de estudiar, pero aquí he sido feliz, Él puso en mi lo más preciado que son los niños y Él va a saber si hice bien el trabajo”, compartió.
Su primer grupo de catecúmenos lo integraban niños scouts en la parroquia La Santísima Trinidad, a quienes preparó en su casa a petición de uno de sus hijos.
“En ese entonces se nos permitía dar el catecismo en la casa. Luego vine con el padre Justo y le platiqué que preparaba niños en la casa y le pedí integrarme a la catequesis de la parroquia. Desde entonces aquí estoy, aunque últimamente mi salud se ha visto un poco quebrantada”.
Catequista Para Siempre
Como buena catequista, María Elena se ha preparado durante estos años en diferentes cursos para catequistas, y de esta manera ha dado todo por sus niños, quienes también le han dejado huella en el corazón.
“He preparado tantos niños, ya preparé a los jóvenes, y después a sus hijos, ahora hasta a los nietos. Es un amor de los niños hacia mí que donde me encuentran para todos soy su catequista y ellos para mí son mis preciosos, mis niños…he sido muy feliz”, dijo entusiasta.
Enferma del corazón, María Elena ha tenido que alejarse un poco de su servicio, sin embargo afirma que nunca dejará de ser catequista.
“Pensaba en retirarme cuando me enfermé, pero no puedo irme, soy catequista y nunca voy a dejar de serlo. Ahorita no tengo grupo pero vengo a ayudarles. Estoy en ministerio de caridad y donde se necesite mi ayuda ahí voy a estar porque tengo una deuda muy grande con el Señor”, afirmó para luego agregar: “No podía tener hijos y tuve seis. Tengo 55 años de casada y mi marido nunca me impidió realizar mi servicio. Doy gracias a Dios por ello”.
María Elena invitó a los nuevos catequistas a perseverar ya que, dijo, es muy bonita la catequesis.
“Los invito a que se enamoren de Cristo, de la comunidad. No podemos venir a dar catequesis cargando problemas, debemos darles a los niños la alegría, el amor, que confíen en nosotros. Todo esto es hermoso”, finalizó la catequista de 75 años de edad.