Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucha alegría. Vamos empezando prácticamente el año y hemos tenido fiestas muy importantes: la Epifanía del Señor este domingo pasado, en la que Dios se nos ha manifestado. Dios aparece y nos guía hacia Él a través de la estrella, como los reyes magos se dejan guiar por la estrella, van en camino y saben a dónde van, saben, y es lo importante de esta fiesta. Por eso la pregunta que inicia el texto de este domingo pasado ¿Dónde está el Rey de los judíos? que acaba de nacer? ¿dónde está? preguntan, y saben bien tienen muy clara su mente de lo que quieren: queremos adorarlo.
Creo que nosotros, hombres y mujeres de fe, debemos tener siempre esa certeza de ir hacia Jesús, de encontrarnos con Jesús, de buscar a Jesús para adorarlo.
¿Qué significa adorarlo? significa ‘creo en ti’ ‘te acepto’ ‘tú eres mi Señor’ ‘tú eres mi Rey, te adoro, te bendigo y te alabo’. Pero también al ir y encontrarme contigo y sentir tu amor, tu luz, tu gracia de mi Señor, me invita.
Ser manifestación
Yo predicaba el domingo de la Epifanía que tenemos que ser manifestación, tenemos que ser luz, tenemos que ser estrella para los demás, ser instrumentos a través de los cuales Dios se siga manifestando a todos los hombres en la familia, en el trabajo, sobre todo a los enfermos, a los tristes. Que deveras tengamos rumbo y el rumbo es ir hacia Dios, es Dios mismo el rumbo, el camino. Ponerme en camino, nunca estancarme ni quedarme encerrado en mí mismo, en mi soberbia, como Herodes, asentado en mi poder, en mi trono, en mí mismo. ¡No¡, salir, ponerme en camino hacia Dios, ponernos en camino hacia Dios.
Terminamos la Navidad con el lunes pasado, también, del Bautismo del Señor, no sólo celebramos ese gran momento donde se oye la voz del Padre ‘este es mi hijo en quien tengo mis complacencias’, donde el sencillo, el humano de Juan bautiza al Rey, al Señor, a Dios, a Jesús…y la paloma, el Espíritu Santo que se posa sobre él.
No sólo recordamos este momento solemne del Bautismo del Señor, también celebramos nuestro propio bautismo, el de Cristo. Hemos sido bautizados en Cristo, el Señor y el Espíritu Santo también viene y se posa sobre ti, desciende sobre ti, te unge también. El Padre pronuncia esa palabra que va dirigida hacia ti: “tú eres mi hijo amado, en ti también tengo mis complacencias’.
Eso nos hace sentir felices: Dios me ama, soy su hijo, pero también nos debe de comprometer a vivir nuestro Bautismo, vivir coherentemente: soy bautizado y vivo de acuerdo a mi condición de hijo de Dios, de ser bautizado y debo vivir mi fe, entregarme, hacer cosas buenas, respetar a los demás, valorar la vida, orar más, amar más a Dios de todo corazón.
Tiempo Ordinario
Fiestas muy solemnes, fiestas muy importantes. Cerramos este ciclo de la Navidad y volvemos ya ahora nuevamente este domingo, al Tiempo Ordinario, al primer domingo del tiempo ordinario que hoy iniciamos. Aunque no celebramos ninguna particularidad del Misterio, celebramos todo el Misterio. No quiere decir que no sea importante, al contrario, que de lo ordinario celebremos lo extraordinario. Siempre el misterio central de Cristo, su Pasión, su Muerte, su Resurrección, todo.
Los invito a que en este tiempo ordinario que vamos empezando no perdamos la fuerza, no perdamos la esperanza, mantengamos el rumbo y la espiritualidad y sigamos poniendo nuestra confianza en Dios. Que la presencia de Dios nos ilumine, nos fortalezca. Que nuestra vida también resplandezca en lo ordinario de la vida, en el trabajo, la convivencia, el estudio, el descanso, el quehacer de la cocina, de la red, de escribir.
Y a nivel diócesis ser una diócesis fuerte. Yo tengo el anhelo, la propuesta de crecer, madurar y responder a Dios como diócesis. Llenarlos de Él, responder a lo que Él quiere.
Retomar actividad
Como diócesis, todos juntos retomemos nuestras actividades pastorales, el obispo en primer lugar, a la cabeza, pero junto y acompañado con ustedes, hermanos muy queridos, con los sacerdotes, tan importantes, mis más cercanos colaboradores, con mis queridos y queridas religiosas de la vida consagrada, también muy importantes desde su carisma y su vocación, desde su estado de vida de consagrados, ahí también, muy importante, en unión con el obispo y todo el pueblo de Dios, todos los fieles, el Seminario, tanto los formadores como los seminaristas, todos juntos unirnos y seguir trabajando con empeño, confiando en Dios.
¿Qué quiere Dios de nosotros? Preguntémonos en este año 2017 y que deveras nos dejemos guiar por la estrella. Que nuestra diócesis tenga rumbo y el rumbo lo marca Dios, el rumbo nos lo revela Dios. Por eso hay que ponernos en oración, hay que estar a la escucha de la Palabra, hay que estar todos en comunión con los sacramentos de la Reconciliación, de la Eucaristía, a fortalecernos de Dios para descubrir qué quiere Dios de nosotros, para luego decir: ‘aquí estamos Señor, para servirte’.
Imploramos en este inicio de año el amor maternal de nuestra Madre Santísima, la Virgen de Guadalupe, que ella siempre nos acompaña, siempre nos bendice, siempre nos cubre con su manto, siempre está con nosotros, nunca nos desampara. Que todos ustedes y yo juntos le demos un sí alegre y generoso al Señor. Con todo cariño y amor de padre y pastor, les manifiesto mi confianza, mi amor y les doy mi bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.