Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
¡Aleluya!, ¡ Cristo ha resucitado! Llegamos a la Pascua del Señor. Hemos vivido una Semana Santa intensa: Domingo de Ramos con fuerte viento y estos días santos con varias celebraciones, recordando a los hermanos migrantes, ungiendo a los enfermos, celebrando la misa crismal, la Cena del Señor, orando ante el Santísimo, en el Viacrucis, la Pasión del Señor, la procesión del silencio, pésame a la Virgen, y ahora la fiesta de fiestas, la Vigilia Pascual y el Domingo de resurrección, una ceremonia hermosísima.
Como sabemos, son cuatro partes de la Vigilia con un simbolismo extraordinario, la primera, afuera del templo, a oscuras, bendición y preparación del Cirio, el primer signo la luz, el fuego, con esas palabras hermosas ‘Que la luz de Cristo Resucitado y glorioso disipe las tinieblas del mundo, de nuestro corazón y de nuestro espíritu’.
La luz de Cristo es importante. Hay tinieblas personales, familiares, en la sociedad, en la Iglesia, que se disipe toda clase de tinieblas. Por eso empezamos la Vigilia con este símbolo del cirio, de la luz, por eso cuando el sacerdote levanta el cirio encendido y dice ‘Luz de Cristo’, todos respondemos: ‘demos gracias a Dios’. Creo, Jesús, Tú eres la Luz, mi luz, Luz de Cristo. Has muerto por mí, me has redimido, demos gracias a Dios.
La segunda parte, la Liturgia de la Palabra, lecturas del Antiguo Testamento, una epístola, la secuencia y el Evangelio, muy importante la secuencia en el domingo de Resurrección, lecturas como la primera del Génesis, la Creación, siempre remontarnos a la Creación, el Espíritu creador; la segunda lectura quiero resaltar es del Éxodo, pueblo esclavo y Dios libera a su pueblo, y Dios, nos libera de la esclavitud. Otra lectura es la de Ezequiel: ‘Rociaré con agua pura’, el simbolismo del agua, la luz, la Palabra de Dios…y esto se conecta con la siguiente parte.
Más adelante viene la epístola a los romanos: ‘Hemos sido incorporados a Él en su muerte, por el Bautismo fuimos sepultados, así como Cristo resucito , así también nosotros, llevamos una vida nueva’.
Es una fiesta ¡Aleluya!, ¡Cristo ha resucitado!, tenemos una vida nueva en Cristo que resucitó y murió por mí y por ti y por todos nosotros. ¡Qué hermosa exclamación del Aleluya! Debemos vivirla en nuestra vida, con la Resurrección del Señor.
El evangelio de San Marcos, hermosísimo también, habla sobre los primeros testigos de la Resurrección del Señor, fueron María Magdalena, la otra María, Salomé. Alguien les pregunta ¿A quién buscan? y ellas responden ‘A Jesús’, pero no está aquí, ha resucitado.
Es la noticia de esta Vigilia ¡Cristo ha Resucitado!, noticia que hay que anunciar. Dirá Pablo: ‘Si Cristo ha resucitado, también nosotros hemos resucitado’.
Este momento es solemne dentro de la Vigilia Pascual: renovación de las promesas bautismales, renuncio al pecado, renuncio a Satanás, creo en Dios Padre. Que de veras lo hagamos, que esa renuncia y el creer sea de verdad. Creo en Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, creo en la Iglesia y por eso amo a Jesús y amo a mis hermanos.
Y luego la Liturgia Eucarística, prefacio, Santo, Comunión, hermosísima Vigilia de Pascua.
Viene luego el Domingo de Resurrección en el que le pedimos a Dios ‘Concédenos, a quienes celebramos la solemnidad de la Resurrección del Señor, también unirnos a Él en acción de gracias, una acción renovadora por la fuerza de tu Espíritu. Concédenos vivir la Resurrección en nosotros.
Por eso cantamos en el salmo ‘Este es el día del triunfo del Señor’, que no solo es hoy, sino todos los domingos, ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Celebremos la fiesta de Pascua, no de la antigua levadura, sino con un espíritu nuevo, con la nueva levadura. Celebremos la Victoria de Cristo con sinceridad de corazón y en la verdad de la Fe.
Les sugiero leer la secuencia de este domingo. Que cada día leamos uno o dos párrafos de esta secuencia y la hagamos un cántico para nuestra vida.
El Evangelio concluye con uno de los discípulos, Juan, que entró, vio y creyó. Quedémonos con esos tres verbos importantes para nuestra vida: ver con nuestros ojos, contemplar con el corazón, creer y ponerlo en práctica en el mandamiento del amor.
Queridos hermanos sigamos viviendo este tiempo de Pascua todos los 50 días. Que nosotros siempre veamos y contemplemos a Cristo Resucitado ¡Aleluya! Dios los bendiga.