Presencia
“Nos encontramos tristes no sólo por lo que vivimos en la Sierra, sino por lo que en el momento se vive en el país… tantos crímenes, tanta pobreza, injusticia, división y polarización y en ese sentido vemos que el Plan de seguridad no está dando resultados”.
Esto dijo el obispo de la Diócesis Tarahumara, monseñor Juan Manuel González Sandoval, MNM, tras el hallazgo del cadáver de José Noriel Portillo, alias “El Chueco” identificado como el asesino de dos sacerdotes jesuitas en Cerocahui y con el cual, no obstante, ha regresado una tensa calma a la región.
En entrevista telefónica con Periódico Presencia, el obispo nativita asegura que el crimen de “El Chueco” no los deja conformes, pues no es reflejo de justicia. Y por ello la Iglesia sigue exigiendo de las autoridades buscar las formas de acabar con la infame estructura del crimen, no sólo en aquella zona, sino en todo el país.
Aquí la entrevista :
¿Cómo es la situación en Cerocahui y sus alrededores tras el hallazgo del cadáver de José Noriel Portillo “El Chueco”?
Antes que nada me gustaría aclarar que ni los jesuitas ni nosotros, como Iglesia diocesana, hemos quedado conformes con un desenlace tan triste que tuvo esta persona José Noriel Portillo. Sabemos que tenemos un Estado de derecho y hubiéramos querido que se hiciera justicia conforme a la ley, y no que de esta manera hubiera terminado la vida de una persona. Cerocahui y sus alrededores, que son parte de la parroquia de san Francisco Javier, desde mi punto de vista parece ser que tuvo un cierto descanso por la tensión tan fuerte que se vivía de saber, o de lo que se decía, de que no se había ido (José Noriel), que seguía cerca, y al darse cuenta de su muerte, pues se liberaron tensiones. Pero sabemos nosotros que son aparentes, puesto que, como lo habíamos comentado, desgraciadamente en la pérdida de un cabecilla, inmediatamente se trata de poner a alguien más que controle o regule las acciones que en ese lugar se realizan, y sin la certeza de que la estructura haya terminado.
¿Cómo ha enfrentado la comunidad estos meses de búsqueda de justicia para los sacerdotes y laico asesinados hace ya casi un año? ¿Se ha hecho justicia?
Para nosotros y sobre todo para la gente no deja de ser una preocupación que se va uno, y no sabemos quién y en qué condiciones y bajo qué circunstancias, vaya a llegar otro. Esperamos que las autoridades cumplan con el orden y nos ayuden a que prevalezcan las medida cautelares, que no solamente a unos miembros de la Compañía de Jesús y unas religiosas se les pusieron, sino sobre todo a toda la comunidad, que es la que necesita de tranquilidad, de paz y de condiciones necesarias para llevar su vida.
Usted en un comunicado publicado recientemente afirma que “el desastre” en la Sierra ha sido provocado por toda una estructura…¿Esa estructura prevalece? Y en todo caso ¿Cómo se puede abatir?
Esa estructura criminal o de grupos delincuenciales no solamente hay en esta región de Cerocahui, sino en toda la Sierra. Creo que primeramente corresponde a las autoridades buscar los medios y los caminos para que se encuentren solución de la mejor manera, para no combatir, sino sobre todo acabar con esto que nos duele tanto como sociedad. Desde lo que nos corresponde como Iglesia, hemos tratado sobre todo de hacer nuestro trabajo desde la evangelización, catequesis, creando consuelo, esperanza, fortaleza en la gente en los sacramentos, en especial en la Eucaristía y estando con las comunidades, en sus fiestas, sobre todo las tradicionales, y de alguna manera demostrar el acompañamiento que siempre, a lo largo de todos los años, hemos hecho, de lo que un testimonio claro son los 50 años de entrega del padre Javier y del padre Joaquín (+). También sabemos que es deber nuestro, como Iglesia, reeducar en valores, sobre todo fortaleza familiar y acompañado a las comunidades en sus costumbres y tradiciones, y fortaleciendo las autoridades tradicionales para que su consejo siga siendo válido y siga dando una respuesta para diversas situaciones que se viven, no sólo en el ámbito espiritual, sino existencial, en donde se sienta la libertad, la paz, el apoyo mutuo y en la caridad en el amor.
Otro modo es precisamente el unirnos a los trabajos que como iniciativa se tuvieron en la Conferencia del Episcopado, la CIRM y la Compañía de Jesús, sobre todo es esos conversatorios de justicia y paz, en esos círculos de ayuda, de diálogo y restauración en las familia, los barrios, escuelas, la iglesia etcétera. Y promoverlos sobre todo buscando líderes sociales que nos apoyen, ya que no queremos que solamente sea una labor de Iglesia, sino de todos, independientemente de su creencia, para que en modo de prevención nos ayude a organizarnos, articularnos y así ir dando respuesta concreta a las diversas situaciones que se presentan en cada comunidad. Porque aún cuando todos estemos en la Sierra con las preocupaciones sociales, que en cada lugar sanemos, que en el diálogo, el ponerse de acuerdo la comunidad se fortalece.
Sobre todo lo que nos preocupa como Iglesia, es que las futuras generaciones tengan mejores oportunidades y que vayan teniendo los medios y elementos necesarios para no llegar al grado de buscar como alternativa algún grupo delincuencial o meterse en estas acciones delictivas; más bien que sean hombres y mujeres de bien para la sociedad, la Iglesia, en general para todos.
¿También en su comunicado señaló que se encuentran tristes por la situación. ¿Esa tristeza prevalece?
Nos encontramos tristes, sí, no sólo por lo que vivimos nosotros en le Sierra, sino por lo que en el momento se vive en el país, tantos crímenes, tanta pobreza, injusticia, división y polarización y en ese sentido vemos que el Plan de seguridad no está dando resultados. Sentimos tristeza y dolor que cada vez haya más pobres y que políticamente se eche mano de ellos, sin embargo nosotros tenemos la plena confianza de que juntos, cumpliendo cada quien con su propias responsabilidades, autoridad, sociedad civil e Iglesia, podemos hacerle frente y sacar adelante los proyectos que sean a favor de la paz y la justicia, creando las condiciones necesarias para que todos y todas puedan tener las mismas oportunidades para salir adelante. Como Iglesia tenemos la firma convicción de que Cristo no nos abandona, sino al contrario, está con nosotros y que a través de la oraciones y acciones concretas con corresponsabilidad, la situación puede y debe de cambiar. Es tarea de todos no aislarnos, sino participar siempre que sea posible en la misma comunidad y en nuestros deberes y responsabilidades ciudadanas; las cosas no se van a solucionar de la noche a la mañana y tampoco podemos echarle la culpa únicamente a la autoridad, todos tenemos que poner nuestro granito de arena para la construcción de una sociedad mejor.
¿Cómo podemos ayudarles, desde nuestra Diócesis de Ciudad Juárez, a enfrentar toda esta realidad que viven en la Sierra Tarahumara?
Mi mensaje como pastor, primeramente a mi comunidad, como diócesis, es que no se alejen de Dios, de la fe, sino por el contrario, se agarren fuerte de ella, ya no solamente con la fortaleza que Él nos da, sino sobre todo con los dones y cualidades que Él ha depositado en el corazón de cada uno, podamos ser constructores del mundo que Él quiere. La tarea no es fácil, y humanamente muchas veces no tenemos, sobre todo la capacidad anímica, porque nos domina la tristeza, el coraje, el desconcierto, pero también la fe nos debe hacer actuar y pensar que no estamos solos, sino que Dios está con nosotros en las buenas y en las malas, y a través de la oración y nuestra propia responsabilidad en la familia, ir creando esos lazo de unidad, de comunión, de diálogo, de amor que fortalezca el tejido social y en él se fortalezcan nuestras comunidades y sociedad.
También haría un llamado a Ciudad Juárez y a toda la gente de buena voluntad que se preocupa por nosotros, sabiendo que todos estamos en la misma barca y de alguna manera padecemos los mismos problemas y dificultades, que nos unamos para permanecer firmes en la fe. No dejemos la oración, la comunión con Dios, y que de igual manera en lo que podamos ser solidarios con los demás, no únicamente espiritualmente, sino materialmente, lo sigamos haciendo. Bien dice el dicho que no hay rico que no pueda necesitar, ni pobre que no pueda dar. Creo que todos, en ese sentido, debemos ser generosos, compartir lo mucho o lo poco que tengamos en bienes espirituales y ¿por qué no? también en bienes materiales. Les pedimos mucho su oración, cuenten con la nuestra, y el ofrecimiento de nuestras obras, de nuestra vida, y que cada uno se esfuerce por ser cada día mejor, que no descuide las pocas o muchas oportunidades que se presenten, sobre todo en el estudio, en el trabajo, en la vida doméstica, familiar y así todos contribuyamos a ser una sociedad mejor.