P. Benjamín Cadena / Párroco de San Pedro y San Pablo
El acercamiento de Jesús a los pecadores y su conversión predicada como el gran motivo de alegría del Padre y hacer de esta predicación su tema principal en el anuncio del Reino, le trajo muchas dificultades con los jefes y autoridades judías, que no aceptaban a los que por incumplimiento de la ley consideraban malditos.
Jesús se la juega
La mentalidad judía, en sus jefes, se había ensoberbecido, distorsionando el plan de Dios al elegirles para llamar a toda nación a conversión, lo cual es el proyecto de Jesús: ir por los últimos. Esto era tremendamente escandaloso. Los jefes judíos no se pensaban necesitados de conversión, pues habían trabajado toda la jornada de su historia, “soportando el peso del día y del calor”. Ellos, en la parábola, se ven reflejados en los primeros llamados a trabajar en la viña del Padre. Y desean ser los primeros atendidos al momento de la paga.
La bondad que desconcierta
El dueño de la viña, el Padre, sale a diferentes horas del día buscando trabajadores, diríamos colaboradores, a trabajar su viña. No quiere que nadie esté ocioso; incluso contrata hasta la última hora. Y al momento del pago de mano obra comienza por los últimos hasta llegar a los primeros. ¡Cuánto interés tiene Dios en que no regresemos a casa con las manos vacías! Esto es muy frustrante para cualquier trabajador!
¡Regresar de la plaza sin haber sido contratado! Dios no quiere eso para nosotros.
La envidia y el rencor humano
En la contraparte, en la mente de los trabajadores de jornada completa aparecen la murmuración, la envidia y el rencor. Aquí Jesús habla desde la experiencia propia en su misión. Los jefes judíos siempre buscaron desacreditarlo por su cercanía con los pobres y pecadores, por su libertad frente a la ley y por hablarle a Dios con la familiaridad de hijo amado. Estas actitudes los ponen en el último lugar de la entrada al Reino y del momento de la paga.
El eterno problema del hombre
Querer meter a Dios en sus esquemas y creer que debe hacer las cosas de acuerdo a criterios terrenos. Pero Dios es libre. Y la lección es muy simple: “¿No puedo hacer con lo mío lo que yo quiera?” “¿No puedo darle al que llegó al último lo mismo que a ti?” “Toma lo tuyo y vete”. Es decir, en Dios, bondad, generosidad y gratuidad no están peleadas con justicia. Este ser maravilloso de Dios hace añicos la mezquindad y legalismo humanos. ¡Los últimos serán los primeros! Los esquemas de retribución por méritos humanos se han roto, pues se han evidenciado incapaces de contener la bondad de Dios. Lo importante –en adelante– será trabajar agradecidamente con Dios por habernos salvado del vacío existencial-natural del corazón humano y haber sido llamados cuando estábamos en la plaza de nuestra historia, sin proyecto y sin futuro.
Conversión y misión
No nos preocupe la paga respecto a nuestra misión y conversión. Llegará en su momento no por esfuerzo humano –sin dejar de reconocerlo–, sino por bondad de Dios. El salario no sólo será justo, sino abundante.