Carlos Alberto Osornio Tamayo
Los cristianos tenemos un gran problema, creemos que la practica de la fe se limita a ser piadoso y dar unas cuantas limosnas a las personas necesitadas cuando se cruzan frente a nosotros, muchas veces movidos más por el sentimentalismo o por el reconocimiento de los demás que por un verdadero acto de amor.
El evangelio mismo es muy claro cuando menciona que no solamente basta ser bueno y proclamar a Cristo como el Señor de nuestra vida (Mt 7, 21-24) sino que la misión del cristiano se cumple con la aplicación de la caridad.
La caridad hacia el necesitado se refleja en las obras de misericordia que el mismo Cristo exigió como tarea fundamentalpara recibir la herencia del reino, de otro modo el castigo eterno esta asegurado ( Mt 25, 31-46).
Normalmente asociamos el dar de comer al hambriento o dar de beber al sediento con acciones directas como, por ejemplo: comprar comida para las personas sin hogar, sin embargo, el cumplimiento de estas tareas va más allá de acciones directas. Todos han escuchado alguna vez la frase “ Dale un pez a un hombre y comerá hoy. Enséñale a pescar y comerá el resto de su vida” esta frase describe muy bien el objetivo de este artículo.
Llamados a la caridad
Todos, independientemente de su profesión o etapa (estudiantes, profesionistas, amas de casa, políticos, etc.) estan llamados a dar cumplimiento de las obras de misericordia ahí donde estén. Por ejemplo,el medico cumple con varias obras cuando cura a un enfermo ¿Cómo? Al devolverle la capacidad y fuerza de seguir trabajando para seguir llevando alimento a su familia, de esta forma, aunque el medico no actué directamente llevando alimento a la casa del enfermo sí proporciono la salud que necesitaba para que esto sucediera, tan solo ejerciendo la vocación al que fue llamado. Todas las profesiones tienen este fruto siempre y cuando se vea la caridad y el amor en lo que se hace.
“Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis.” Benedicto XVI, Encíclica Caritas in Veritate (2009), 7
Educación y misericordia
Discutiendo hace unos días con uno de los sacerdotes cruzados de Cristo Rey sobre cómo la educación es esencial para el desarrollo de una sociedad justa que procure el bien de todos y de cada uno, pude darme cuenta que el maestro es aquel que cumple, o al menos es lo que debería ser, con todas las obras de misericordia, pues al enseñar no solamente transmite conocimiento académico, sino que también brinda a las personas las herramientas necesarias para ser independientes y al mismo tiempo poner el servicio sobre la recompensa económica o el puesto al que se aspire.
La universidad proporciona a sus estudiantes las cualidades de liderazgo, responsabilidad, valores, servicio y empatía, herramientas para ser buenos profesionistas. Por un lado, esto hará que la persona consiga un trabajo y sea autosuficiente, con un techo, alimento, ropa y todo lo necesario para vivir dignamente. Por otro lado, también se convierte en una persona que se preocupa por el bienestar no solamente de sí misma, sino de todas las personas que Dios le ponga en frente, inspirada en trabajar por un mundo mas justo y solidario con aquellos que no tienen.
Indirectamente, el profesor con tan solo ejercer con amor su vocación es capaz de transmitir el amor de Dios en la enseñanza y en su testimonio.
Yo creo que la gran mayoría de las personas han tenido por lo menos un profesor que los ha marcado, no solamente por su conocimiento, sino por el amor a su vocación y la transmisión de valores que hoy en día son muy difícil de encontrar.
Una vocación así de noble debe ser admirada y alentada para que se siga preparando a maestros que amen la enseñanza, viendo en cada uno de sus estudiantes el futuro y la solución a tantos males que afectan a nuestra sociedad.