Querido padre: Mi primo acaba de fallecer en un accidente. Al parecer iba tomado y chocó. Tenía 23 años y vivió una vida libertina, pero también con muchos problemas familiares, de mucho dolor. Pero al mismo tiempo era un muy buen ser humano. Me remuerde la idea de que pueda estar en el infierno. Yo sé que usted es ortodoxo y no anda regalando el cielo para todos. En su opinión sincera, ¿mi primo alcanzó la misericordia de Dios? Sus últimas palabras fueron a mi tío: «Perdóname papá». Gracias y saludos.
Hola, es un placer saludarte. En primer lugar te envío mi pésame y un fuerte abrazo por la muerte de tu primo. Por otro lado, ciertamente es lamentable que este joven, de apenas 23 años de edad, haya llevado una vida de libertinaje. Seguramente no tomó en serio el hecho de que cualquier día puede ser el último en este mundo y que, por tanto, siempre debemos estar listos para morir.
Queda claro también que, ante la muerte de un ser querido, no sabemos a dónde ha ido, a pesar de que muchos hoy en día, en los funerales, dicen estas palabras tan cómodas como: «ya está en el cielo» o algo similar. Aunque seguramente bien intencionadas, son frases más bien superficiales y, me atrevería a afirmar, incluso peligrosas pues, si ya está en el cielo, entonces ya no necesitan nuestras oraciones o sacrificios. Más bien habría que rezarle a esa persona que, si ya está en el cielo, entonces está «cerquita» de Dios, para que interceda por nosotros, ¿verdad? ¡O sea, debe ser terrible morir y que ya nadie siga rezando por nosotros! Por eso, mejor pensemos como católicos maduros y serios.
Lo que sabemos, por la fe, es lo siguiente: tu primo, inmediatamente después de morir, ha sido juzgado por Nuestro Señor, y ha sido sentenciado al cielo o al infierno. Y probablemente, si va al cielo, tendrá que pasar antes por el purgatorio (nadie puede estar al lado de Dios, en el cielo, si no está completamente purificado).
Ahora bien, de todo bautizado se espera que viva las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. En tu caso es evidente que tienes dudas sobre si tu primo se ha condenado para toda la eternidad en el infierno. Permíteme allí corregirte, porque, desde la virtud teologal de la esperanza, todo católico debe esperar que sus seres queridos, y todos los fallecidos en realidad, se han salvado.
Por ejemplo, la Iglesia Católica puede asegurar que ciertas personas ya están en el cielo: los santos canonizados. Pero, en cambio, nunca ha dicho quién está en el infierno, y ni siquiera se atreve a afirmarlo para Judas Iscariote (aunque no me gustaría estar en sus zapatos, ¿eh?).
Para alimentar esta esperanza de salvación, Dios les ha regalado a ustedes que tu primo se haya disculpado antes de morir con su papá, además de que, como mencionas, era un buen ser humano. Así que te toca pensar que él se ha salvado.
Te aconsejo que le digas a tu primo: «espero que ya estés en el cielo y lo deseo de todo corazón pero, si acaso estás en el purgatorio, entonces necesitas mucho mi ayuda para que salgas pronto de allí y me comprometo a hacerlo».
En realidad, ante la muerte de un ser querido, se sabe quiénes lo aman en verdad y quiénes no. Los que rezan por esa persona, y llevan una vida ejemplar viviendo en gracia de Dios, y ofrecen sacrificios y buenas obras por él, muestran un amor verdadero que se traduce en hechos concretos.
Ten la seguridad que Nuestro Señor, en su infinita misericordia y omnipotencia, en el momento de juzgar a tu primo, ha tomado en cuenta todas las oraciones, sacrificios y buenas obras que has hecho por él y que harás en el futuro.
Te confieso que a mí me encanta aquella anécdota donde el santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, al recibir una revelación divina de Nuestro Señor, le dice a una viejecita que su hijo, que se había suicidado, recibió la gracia de arrepentirse de su pecado instantes antes de morir debido a las oraciones que su madre (esa viejecita) haría por él el resto de su vida. Así que sigue cultivando el amor por tu primo, orando todos los días por él, con la firme esperanza de que algún día lo volverás a ver en el cielo.
Te encomiendo, con cariño, a la protección de la Santísima Virgen María.
Pbro. Ramiro Rochín Gaxiola