Ana María Ibarra
Monseñor Isidro Payán es el único de los padres fundadores de la Diócesis de Ciudad Juárez que aún permanece entre nosotros.
Al celebrarse el próximo 7 de septiembre el 64 aniversario de erección. Canónica de esta iglesia particular, el sacerdote, hoy jubilado, compartió con Presencia su sentir en este aniversario.
Con una mente lúcida y llena de recuerdos y acontecimientos exactos, monseñor Payán respondió así a las siguientes preguntas:
¿Qué significado tiene para usted el aniversario 64 de la diócesis de Ciudad Juárez?
Es un agradecimiento muy grande a Dios que me ha concedido vivir bajo su providencia este inicio de la diócesis desde su nacimiento. Me da mucho gusto el caminar de la diócesis, el progreso en general y el recuerdo de los tres obispos anteriores, cada uno con sus propias actitudes, servicios, carismas, trabajos, iniciativas y entrega. Eso es mucho muy gratificante. Es muy bonito recordar cómo se inició y cómo se fue empezando a hacer diócesis. Porque era simplemente un inicio, pero tenía que irse fabricando, construyendo día a día. Gracias a Dios, el tino, la visión y la entrega del señor obispo Talamás, empezó a darle forma a la diócesis y nos puso en un camino por donde vamos.
¿Qué le significa estar presente en tal celebración como prácticamente el único de los fundadores que permanece?
Significa un don de Dios, una bondad de Dios, un privilegio que se me ha concedido haber visto nacer, crecer, caminar a la diócesis. Es un privilegio del cual hay que agradecer mucho a Dios de mi parte.
Hay otro fundador, monseñor Arturo Valenzuela que es un año y fracción menor que yo. Fue sacerdote en Juárez en el año de 1977, cuando se creó la Prelatura de Casas Grandes estaba sirviendo allá y allá permaneció como hasta ahora. Es un amante de la música, de un oído exquisito. Muy hábil para tocar el violín y el serrucho (de los carpinteros).
Como fundador de esta diócesis ¿Qué contrastes haría de cuando inició la diócesis y donde estamos hoy? ¿Es lo que se esperaba?
No podemos ponerlo en contraposición. Solamente decir lo que dice la canción: caminante no hay camino, se hace camino al andar. A nosotros nos tocó iniciar, también a contribuir para hacer la diócesis. Cada sacerdote, cada fiel y nuestro señor obispo empezamos un camino totalmente nuevo, no había diócesis y tocó hacerla. Pero es muy interesante, muy desafiante y también muy gratificante hacerlo.
Es muy bonito ver que ya no está iniciándose, sino caminando por algo que se va estableciendo poco a poco, que va dando forma, que va dando seguridad y dando también tranquilidad: el hecho de la entrega de los primeros sacerdotes que nos dejaron camino y su ejemplo, que fueron muy edificantes porque había un entusiasmo grandísimo en los fieles, en las religiosas, en el obispo y en los sacerdotes.
¿Cuáles diría que han sido momentos o eventos clave, definitorios, para esta diócesis?, -además, por supuesto, de la llegada de cada nuevo obispo.
Hay bastantes momentos. El primer momento significativo fue la colocación de la primera piedra de Seminario al año de fundada la diócesis. El segundo momento muy significativo fue la ordenación del primer sacerdote, a los ocho días de haber sido fundada la diócesis, el padre José Refugio Montoya. Luego en el año 1959 fueron tres sacerdotes. Este año 59, el 08 de diciembre, se bendijeron las oficinas del Obispado, la Casa de Gobierno Eclesiástico. Interesantísimo.
Otro momento muy notable fue el inicio del Seminario en septiembre de 1963 siendo su primer rector el padre Hugo Blanco. Otro momento muy importante para nuestra diócesis fue la Sexta Carta Pastoral del señor obispo don Manuel Talamás en la cual empezó a hacerse la aplicación del Concilio Vaticano II en nuestra diócesis con la renovación que se hizo en la impartición de los sacramentos.
Esos fueron momentos muy definitivos, muy hermosos, de muchos retos, de mucho trabajo, de mucha entrega de los sacerdotes.
Hay otro momento que se realiza en 1961, el 16 de febrero se pone la primera piedra del templo del Espíritu Santo, pero eso es como un detonar en la ciudad porque de ahí, como iniciativa de fieles pidiendo, la iniciativa del obispo accediendo, la iniciativa de los sacerdotes respaldando, se comenzaron a hacer muchos templos en la ciudad, muchos de ellos actualmente son parroquias.
Un momento triste fue en 1964 cuando murió el padre Rubén Solís Aguilar, primer sacerdote que falleció de la diócesis. Momento triste muy grande, la muerte del señor obispo Manuel Talamás que falleció el 10 de mayo del año 2005.
Pero también hubo momentos muy hermosos: cuánto el señor obispo Talamás entregó la diócesis al sucesor que fue don Juan Sandoval en el año 1992.
Momento muy doloroso, la demolición de la Catedral que se inició en 1973.
Momento muy hermoso la restauración de la Misión de Guadalupe que se inició en agosto de 1968 y se bendijo el 01 de mayo de 1971.
Con la demolición de Catedral, que se inició en 1973, 04 de febrero, vino gran tristeza, gran dolor, monseñor Baudelio Pelayo sufrió mucho, que fue el constructor y que falleció el 26 de octubre de 1975.
Pero luego la construcción de la Catedral tiene un momento muy gozoso, la bendición que se hizo el 7 de septiembre de 1977 a los 20 años de la fundación de la diócesis. La bendición la hizo el arzobispo de Colonia, el cardenal Joseph Hoeffner, que vino a bendecirla sin estar concluida, pero ya se realizaban celebraciones. Con la bendición se adelantó mucho la construcción que se terminó el 26 de septiembre de 1979, momento muy gozoso.
Hay también dos momentos históricos importantes: Uno es la separación de la porción que perteneció a la prelatura de Madera que se realizó en 1967, y diez años después, en junio 07 de 1977 se hizo la creación de la prelatura de Nuevo Casas Grandes.
Esto es un poquito doloroso, la separación, pero fue el espíritu de evangelización de monseñor Manuel Talamás para que las gentes de aquellas regiones fueran mejor atendidas, tanto en Madera como en Casas Grandes.
La creación de muchas parroquias en tiempos de don Manuel y de don Renato, en ellos fue notable el número de parroquias.
¿Cómo definiría a nuestra diócesis tras sus 64 años de historia?
Una diócesis que está en continuo esfuerzo, continua lucha y continuos retos. Estos retos se agudizaron ahora por la pandemia, pero también por los diversos planes pastorales. El primero se realizó con el señor obispo Talamás, al entrar don Juan Sandoval había iniciado, en 1992. Luego don Renato hizo un esfuerzo en 1996 de continuar con el plan pastoral, actuándolo y adaptándolo a las circunstancias. Ahora hay un gran reto con el plan pastoral que pretende don José Guadalupe realizar de acuerdo con el proyecto del Episcopado Mexicano que está con la misión del aniversario que vendrá de las apariciones de la Virgen que fueron en el año 1531 y se celebrará en el 2031.
Nuestra diócesis ha procurado por medio de sus obispos y sus presbíteros adaptarse apostólicamente a las circunstancias que va pidiendo la vida. particularmente en el inicio a la adaptación del Concilio Vaticano II con todo su esfuerzo para poner una Iglesia al día.
Los obispos que vinieron después de don Manuel se encontraron con una diócesis pujante, entusiasta, dedicada, apostólica esforzada unida y sacrificada. Y encontraron el respaldo de un presbiterio con una mística de obediencia y de servicio al obispo.
Otra cosa muy notable apreciada por sacerdotes y obispos de otras diócesis de la República Mexicana: un presbiterio muy unido en torno a su pastor, un presbiterio con un espíritu apostólico muy entusiasta. Eso lo aprendimos de la apreciación de muchos sacerdotes de la República y obispos que venían a la diócesis por distintas circunstancias y veían el fervor, el entusiasmo y la dedicación del obispo a la cabeza, de los sacerdotes y de los fieles preciosamente, realizados y tratando de integrarse muy bien, porque fue muy notable la integración de los fieles a los proyectos del obispo y los sacerdotes.
¿Cómo cree que la historia de nuestra diócesis nos puede ayudar como Iglesia a enfrentar la realidad actual y el futuro?
Hay que volver a la mística inicial que hubo, que fue un reto muy grande, de una dedicación preciosa acerca del Seminario, de los fieles que se volcaban en atención a eso, por la palabra entusiasta, dedicada y respaldada por el ejemplo de don Manuel Talamás. Todo esto fue inicio que luego se convirtió en vida y en historia viviente de la diócesis.
Agradecer a Dios que nos haya permitido caminar en esta diócesis. Tomar en cuenta las distintas directrices que nos han dado los obispos anteriores, como don Juan Sandoval que retomó las visitas pastorales que había hecho don Manuel Talamás en los primeros cinco años de la diócesis recorriendo toda la diócesis que eran 114 mil kilómetros cuadrados. Don Renato tuvo el cuidado de dividir la diócesis en decanatos, eso ayudó mucho para el trabajo y actualmente nosotros vivimos con eso y se nos ayuda para que las porciones de la diócesis crezcan, se desarrollen y mejoren con la indicación de don Renato, así, a don José Guadalupe le tocó recibir y le toca una encomienda muy grande que es esta visión que se pretende ver a propósito de lo que vemos, lo que sentimos, estamos viviendo, de lo que anhelamos en el proyecto de trabajo pastoral rumbo al año 2031.
¿Algún mensaje a las nuevas generaciones?
A los fieles y a los sacerdotes jóvenes, que vivamos con entusiasmo el tiempo que nos toca, que sepamos que la Iglesia es dinámica y que nos toca a nosotros hacerla, vivirla, construirla y hacerla proactiva para el bien y desarrollo de nuestra vida mientras llegamos al Reino, y que estemos siempre unidos hombro con hombro como Iglesia unida, como Iglesia una, juntamente con nuestros sacerdotes, con nuestros pastores los obispos, porque entonces el rumbo es siempre seguro.
Algo más que desee agregar
Agradecerle a Dios el servicio, el trabajo y el esfuerzo de los obispos anteriores y del actual, y agradecer mucho el servicio, el trabajo y el esfuerzo de los sacerdotes anteriores y el respaldo preciosísimo que siempre los fieles han dado a los obispos y sacerdotes. Ese respaldo es un tesoro y hay que reconocerlo porque sin las manos, sin los pies, sin la boca de los apóstoles seglares, la labor de los obispos y de los sacerdotes sería sumamente limitada.
Y reconocer el trabajo escondido y humilde, pero muy efectivo de las religiosas. Como, por ejemplo, en las visitas pastorales del señor obispo Talamás había un grupito de religiosas que preparaba el terreno durante dos meses. Llegaba el señor obispo a un terreno preparado, ablandado, sediento de recibir la semilla del pastor. Todo eso ha sido continuo. El trabajo de las religiosas ha sido siempre muy valioso, muy dedicado, muy ejemplar, y también lleno de sacrificios y de renuncias y hay que señalarlo.