En esta nueva entrega de la serie sobre el Padre Nuestro, seguimos aprendiendo sobre la más importante oración que Cristo nos enseñó para dirigirnos a Dios…
Pbro. Pablo Domínguez Prieto +
‘Danos hoy nuestro pan de cada día’. Esta parte de la oración es una petición riquísima de contenido. La primera consideración que debemos hacer es, de nuevo, el hecho de que estemos hablando en primera persona del plural, ‘nosotros’, ‘nuestro pan’, porque nosotros somos incorporados radicalmente al cuerpo de Cristo, de tal modo que ya ninguno de nosotros vive solo para sí, sino que busca el bien del cuerpo místico entero, que es la Iglesia, y por tanto nuestro pan. Y la segunda forma de entender ese ‘nosotros’, es que no hacemos ninguna petición separados de Cristo. De ahí “danos hoy nuestro pan de cada día” porque nuestra oración la hace Cristo.
Oramos por, con y en Cristo
El Padre Nuestro es una oración eminentemente cristológica. Toda nuestra oración debe ser cristológica. ¿En qué sentido? Muy fácil, en el sentido de que nosotros rezamos en Cristo, en Él. Y esto no es ninguna metáfora, sino que lo que significa es que Cristo ha resucitado con un cuerpo glorioso, No han resucitado su espíritu, sus ideas…sino que ¡Es Cristo mismo quien ha resucitado! Es Cristo, que es la cabeza del cuerpo de la Iglesia, el que está sentado a la derecha del Padre, que veremos un día en majestad y gloria, en su segunda venida a la tierra, en la parusía; con el que nos encontraremos cara a cara después de nuestra muerte. Cristo, ¡Cristo mismo!, ese que resucitó a Lázaro, el que multiplicó los panes y los peces, el que convirtió el agua en vino ¡Ese es Jesucristo! No vaya a ser que nos enamoremos de imágenes, ya que como hoy todo es tan virtual y a algunas personas comienza a darles lo mismo si están hablando con una persona o con una máquina.
Esta especie de enfermedad, la de la despersonalización, nos puede suceder a nosotros en la oración, pensando que no hablamos de Cristo, sino de ideas. Pero entonces, los cristianos somos testigos de Jesucristo, de una persona resucitada, concreta, viva, ¡Cristo! Creemos en Cristo resucitado, o no tenemos fe. Por eso digo que esta oración nuestra con las palabras: ‘Padre Nuestro, danos hoy nuestro pan de cada día’ es una oración que hacemos unidos e incorporados a Cristo.
En comunión con Cristo
Nosotros no somos nada separados de Cristo. Quien no vive en comunión con Cristo, y por tanto, en comunión con la Iglesia, no vale nada, no valemos, no funcionamos, nuestras acciones sacramentales no valen si no estamos en comunión. También en nuestra oración actuamos en nombre del cuerpo místico de Cristo.
Pero, ¿Qué le pedimos a Dios? Ya ha explicado Benedicto XVI la discusión sobre el contenido de esta frase. Cuando decimos ‘danos hoy nuestro pan’, ¿A qué se refiere? ¿Al pan material o al pan espiritual? ¿A nuestras necesidades materiales o a la Eucaristía? Pues hermanos, nosotros no somos dualistas y no podemos separar en nuestros bienes, lo espiritual y lo material. Lo que explica san Cipriano, de un modo muy bello, es que Cristo siempre que ha hablado de lo material, ha hecho referencia también a la dimensión sobrenatural y espiritual. Por ejemplo: la multiplicación de los panes, ¿Es solamente dar pan o tiene un significado eucarístico? ¡Pues claro que tienen ambas un significado eucarístico! Supone la anticipación de lo que iba a ocurrir al día siguiente, la muerte de Cristo en la Cruz.
El alimento esencial
Entonces, ¿Qué le estamos pidiendo? Le estamos pidiendo el alimento necesario. Hay una palabra a la que hizo referencia Benedicto XVI, que es una de las palabras sobre las que más se ha discutido: “epiousios” que es una palabra griega que tiene dos partes: “epi” y “ousia”. “Ousia” significa sustancia y cuya traducción latina será “essentia” (esencia). Por tanto, su significado es “lo sustancial o esencial”. Así, lo que le estamos pidiendo a Dios es “danos nuestro pan esencial, danos nuestro alimento esencial, danos lo que realmente necesitamos”. Pero “epiousios” aporta un matiz que indica “lo super esencial”. Por tanto, lo que le pedimos entonces es “danos lo absolutamente necesario, y solo eso, que no haya nada de accidental, dame sólo lo que necesito”. Y aquí vamos a tener estas dos dimensiones: la material, a la que haré referencia ahora valiéndome del comentario de santo Tomás, y otra, la espiritual, que efectivamente es la Eucaristía. Le pedimos a Dios el don de la Eucaristía, es decir, el don de Él mismo, ¿Quién se ha hecho pan y quién se nos da como alimento bajo la imagen del pan? Cristo mismo, porque Él ha dicho: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente” (Jn 6, 51). Ya entiendo ahora qué es lo que le pedimos en el Padrenuestro: “Señor, ¡Dame lo que necesito!”. Tanto material, porque somos seres materiales, como espiritualmente. Ahora en lo espiritual ya sé lo que necesito: Tu Cuerpo, te necesito a Ti.
Configurados con Cristo
Vamos a meditar en primer lugar sobre lo material. La imagen para entender cómo vivir con los bienes materiales es Cristo mismo. Nosotros no podemos dejar de mirar a Cristo, porque Él es nuestro modelo y queremos configurarnos con El. No queremos configurarnos con Buda, con Pitágoras, con Epicuro, con Séneca. Queremos configurarnos con Cristo, Y no podemos confundir a estos con Cristo, pues ellos fueron hombres y Cristo es verdadero hombre y verdadero Dios.
Cristo es Dios que se ha hecho hombre, que se ha encarnado. Por eso, nosotros nos distinguimos de otras corrientes espíritu-morales-socio-lúdico-deportivo-benéficas. No somos una especie de agentes culturales, sociales y religiosos. Esa no es nuestra ousía, nuestra verdadera sustancia. Nuestra esencia, nuestra naturaleza es ser Cristo.
De esta forma, para entender qué es la pobreza, o qué es lo que yo necesito cada día, hay que mirar a Cristo, y para eso hay que conocerlo en el Evangelio.
Santo Tomás hace referencia a esto y dice que en esta petición le estamos pidiendo a Dios que nos libere de cinco pecados (ver recuadro). Vale esto mucho como examen de conciencia. Le debemos pedir a Dios que desee solo lo que necesito y que no me engañe buscando y solicitando cosas que realmente no necesito. Nosotros tenemos en el centro de nosotros imágenes de cosas que realmente no necesitamos, pero las buscamos.
Alimento material y cinco pecados que deben evitarse
Según santo Tomas hay cinco pecados que hay que evitar: el primero es el apetito desordenado que pide cosas que exceden a mi estado y condición. Esto supone desear lo de otros, no lo mío. Y pone dos ejemplos: si uno siendo soldado desea ser conde o el que siendo clérigo quiere ser obispo. Por tanto, se trata del deseo inmoderado de ser lo que no soy. El deseo inmoderado de poseer lo que no tengo y que además no es necesario para la salvación ¿O es que para ser santo ayuda en algo ser conde o ser obispo: No, no. Para ser santo hay que cumplir la voluntad de Dios, nada más. Pero entonces, ¿Cuál es la razón de desear algo si no es esencial para conseguir la santidad? Es una buena manera de darse cuenta de que a veces anhelamos cosas que no son necesarias para nuestra salvación.
El segundo pecado sería desear o incluso hacerse con bienes temporales, perjudicando a otros.
Santo Tomás se refiere fundamentalmente al robo. Ya hemos hablado de ello, pero se trata del deseo de tener lo que no es mío, y sobre todo, que todo lo que deseo no es sustancial ni fundamental para alcanzar la santidad. Si es para vivir más cómodo pero para ser menos santo, entonces ¿Para qué lo quiero?
El tercer pecado es la excesiva solicitud, que refiere a los que nunca están contentos con lo que tienen, nunca. Seguro que ustedes, como yo, hemos conocido personas sencillas, felices con lo que tienen, con muy poquito, quizá, pero felices.
Hay que pensar en el cargo que te han dado, en la parroquia que te han asignado, en el sueldo que tienes, y conformarse. Dice santo Tomás que ese es el pecado, el continuo inconformismo. Esa es la excesiva solicitud, estar solicitando siempre otra cosa.
El cuarto pecado es la inmoderada voracidad, o sea, los que consumen al día más de lo que deben. Por eso dice santo Tomás que le pedimos a Dios ‘danos hoy nuestro pan, solo lo que necesitamos hoy’.
El quinto pecado es la ingratitud. No solamente desear cosas distintas, sino que lo que tengo, no lo agradezco.
Agradecimiento por lo esencial: dos testimonios
Hay un sacerdote en España, capellán de una universidad y médico antes de ser sacerdote, un joven llamado Luis Moya, que a los cuatro años de ordenarse tuvo un accidente de tráfico y se quedó tetrapléjico, es decir, que solo mueve la cabeza. Treinta y pocos años.
Por ser médico, sabía muy bien lo que le había pasado, estuvo mucho tiempo en el hospital debatiéndose entre la vida y la muerte, ya que el accidente fue muy grave, pero al final salió adelante y hoy está en una silla de ruedas que la mueve con la barbilla. Él dice que es un afortunado, pues Dios no le ha quitado la cabeza, y le han construido un confesionario para poder entrar con la silla de ruedas.
Y ahí está confesando y le va a ver mucha gente. Es un caso muy llamativo, tanto que la empresa que fabricó la silla de ruedas en Estados Unidos, hecha a medida, cuando vieron su actitud de tranquilidad, naturalidad y buen humor, quedaron tan impresionados que se la regalaron. En una ocasión le hicieron una entrevista y el titular del periódico nacional decía así: “Soy un millonario al que le han quitado unas pocas monedas” Y añadía: “Muchos piensan que me ha ocurrido una auténtica tragedia, ¡Y si supieran que no me han quitado ni se ha muerto el ser hijo de Dios, que no me han quitado ni se ha muerto el hecho de ser sacerdote y que no me han quitado ni se ha muerto el amor que Dios me tiene! Todo lo demás son unas migajas!” ¡Declaraciones impresionantes! Uno podría pensar que lo ha dicho en un momento de locura transitoria, pero no: él vive así.
Miren, que cuestión tan bonita quien tiene fe, es capaz de ver el auténtico valor de los bienes que uno tiene. Imagínense que un multi millonario que tiene esta habitación llena de billetes se le ha perdido un centavo y estuviera desesperado, pensaríamos que está loco. Por tanto, este sacerdote lo que nos trata de decir es que, dado lo que tenemos todos nosotros, cada uno en nuestra vocación, con nuestra misión y siendo nosotros hijos de Dios, ¿Nos vamos a lamentar por eso o por aquello? Si lo hacemos es que nos hace falta la fe, es falta de fe. Por esta razón, santo Tomás habla de la ingratitud y debemos dar gracias a Dios por lo grandioso que tenemos, porque, ¿Quién nos puede quitar el hecho de ser hijos de Dios?
Descubrir lo esencial
El padre Lilu, que pasó prácticamente toda su vida en un campo de concentración, recluido en Albania, fue liberado en los años ochenta. Cuenta historias terribles de lo que le hacían. Lo tuvieron metido meses y meses en una bañera, tapado y sin poder salir; otras veces lo colgaban de una barra por los brazos y solo podía tocar el suelo con los dedos de los pies; le metían en una habitación cerrada de un metro por in metro durante un mes…contaba cosas impresionantes. Pero también decía que le movía mucho una frase: “Los sufrimientos de esta vida no pesan lo que la gloria que un día Dios nos descubrirá”
Contó que un día en que el carcelero le estaba torturando, le dijo: “Usted me está quitando todo, hasta la vida. Pero hay algo que usted jamás podrá quitarme, y es el amor que en Dios yo le tengo a usted”. ¡Esto es como para estremecerse!
Dice que una vez que ya fue liberado y comenzó el declive del régimen albanes, paseando por la calle y ya siendo un sacerdote muy mayor, se encontró de frente con su carcelero por la calle. El carcelero se quedó mudo y entonces él se acercó y le dio un abrazo.
Son testimonios de santidad, de la misma santidad a la que estamos llamados nosotros, que descubren que lo que tienen es infinitamente más de lo que les falta. Por eso, curiosamente, cuando le decimos a Dios “Danos hoy nuestro pan de cada día”, le pedimos que nos dé sus dones y, además, que nos demos cuenta de qué es lo esencial y qué no lo es para el día de hoy. Que no queremos crearnos necesidades, que nos basta con lo que cada día necesito para vivir: en lo material, lo justo, y en lo espiritual, la Eucaristía. ¡Qué modo tan bonito de vivir!
Evitar purgatorio por falta de agradecimiento
Señor, sólo quiero lo esencial, ¡No quiero más!, ¡No quiero más! Esto es lo que nos presenta san Lucas cuando dice: “Uno de la gente le dijo: ‘Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo’ (lc 12,13). Es curioso: la avaricia crea división. La avaricia crea enfrentamiento. Cuando vivimos con avaricia, con egoísmo, cuando solo buscamos nuestros bienes y su acumulación, cuando no vivimos con lo esencia ¿Saben lo que también se nota mucho en nuestra vida?: La falta de caridad.
No sé si a ustedes les pasa. Cuando uno hace el examen por sí mismo, se pregunta: Cuando estoy de mal humor, ¿por qué es? ¡Porque estoy separado del amor de Dios! ¡Porque estoy lejos de Dios! El mal humor viene de nuestra separación de Dios. De que ya no consideramos a Dios nuestra riqueza. De ahí viene el malestar. ¿Y qué culpa tienen los demás de nuestra lejanía de Dios?
Un refunfuño nuestro puede equivaler a un año en el purgatorio. Imagínense que hoy me he levantado y he refunfuñado por la tostada que me han puesto. Pues un año, un demonio al lado poniéndomnos mala cara.
Hermanos: Hay que evitar el purgatorio y en nuestra vida cotidiana debemos tener buen humor, ténganlo en cuenta.
Al requerimiento del hermano que pedía que repartiese la herencia con él, Jesús le dice: ¿Quién me ha hecho juez o arbitro entre vosotros? Y añadió: “Guardaos bien de toda codicia: que, aunque uno esté en la abundancia, no tiene asegurada la vida con sus riquezas:” (Lc 12,15)
Nos quiere decir ¿por qué codiciamos lo que no es esencial, lo que no asegura la vida? ¿por qué ambicionamos eso, lo que no es super substancial?
No ser necios
En una parábola que cuenta Cristo (Lc 12,20), afirma que Dios le dijo a un hombre: ¡Necio, esta misma noche morirás!
¡Necio!. A mí esa palabra me impresiona mucho. ¿Ustedes se imaginan que uno esté orando en silencio y de pronto se aparece Dios visiblemente y le llame ¡Necio! Es como para caerse de espaldas. Pues esto es lo que nos dice cuando uno ambiciona los bienes que no son sustanciales. Nos dice: “¡Necio! Hoy te voy a reclamar el alma ¿Para qué te sirve todo esto, si no te lo puedes llevar?”
Por tanto, preocupémonos por lo esencial, ¡Por lo esencial! ¿Me sé millonario por ser hijo de Dios? ¿Me sé afortunado o cometo los pecados de los que habla santo Tomás: Ingratitud, voracidad, deseo de lo que otros tienen, descontento continuo?
Hagan un rato de oración y penitencia por los propios pecados, por la falta de caridad…para rebajar un poco el tiempo de purgatorio.
Y pidamos al Señor tener el alma alegre y agradecida, dando gracias a Dios por lo que nos da, que valoremos lo que tenemos y dejemos de lado lo que creemos que nos falta.