En la exhortación apostólica Amoris Laetitia el papa usa tres palabras clave para la atención a estas parejas: “acompañar”, “discernir” e “integrar”…recordamos lo más importante a propósito del nuevo servicio que comenzará en la diócesis.
Agencias
La Exhortación post-sinodal “sobre el amor en la familia” titulada Amoris Laetitia (“La alegría del amor”), es un documento que no cambia la doctrina. Es un llamado a la misericordia también para los divorciados vueltos a casar.
El documento que recoge los resultados de los dos Sínodos sobre la familia convocados por el Papa Francisco en 2014 y 2015, se ocupa de la actitud pastoral hacia quienes viven en segundas nupcias, sin ceder sobre el tema de dar la Comunión, pero sí deja todas las puertas abiertas para una mayor integración.
El lenguaje de la misericordia
Es un cambio de lenguaje, recordó el cardenal alemán Schönborn, durante la presentación del documento en la Sala de Prensa del Vaticano, en 2016.
El Papa Francisco, acogiendo las ideas del Sínodo, afirma que “los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo”.
No obstante, se habla de una atención pastoral para integrar a todos aquellos que participan de la vida de la Iglesia “de modo incompleto” o que viven una “situación compleja” o “irregular”.
El capítulo octavo insta a la misericordia y al discernimiento pastoral frente a situaciones que no responden plenamente a aquello que el Señor propone. Aquí se presentan tres palabras clave: “acompañar”, “discernir” e “integrar”.
Se explica que no son posibles reglas canónicas generales, válidas para todos, por lo que el camino es el del discernimiento caso por caso. Y se reitera que no hay un cambio en el tema de los sacramentos.
En la Iglesia -sostiene el Papa- “debe prevalecer” la lógica que siempre lleva a “comprender, a perdonar, a acompañar” y, sobre todo, “a integrar”.
El Evangelio no condena
La misericordia sobresale como un elemento que está por encima de la condena.
“Nadie puede ser condenado para siempre, ¡porque esa no es la lógica del Evangelio!”, escribe el papa Francisco.
Es decir, la iglesia tiene los brazos abiertos para acoger a los divorciados vueltos a casar, pero no se trata de reivindicar derechos, ni de auto-justificaciones públicas.
No excomulgados por siempre
“Su participación puede expresarse en diferentes servicios eclesiales (…) Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia (…) Esta integración es también necesaria para el cuidado y la educación cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más importantes”, dice el documento (AL 299).
Discernimiento
En relación al “discernimiento” acerca de las situaciones “irregulares” el Papa observa que “hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y es necesario estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición” (AL 296).
Situación irregular
En este sentido, “se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia “inmerecida, incondicional y gratuita”” (AL 297).
Responsabilidad de cada quien
En un planteamiento más amplio, el Obispo de Roma declina que este documento cambien las normas canónicas o la doctrina. Y agrega: “Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones concretas (…) puede comprenderse que no debería esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos”.
Entonces, caso por caso se verá la situación de cada persona y situación. Los obispos y los sacerdotes serán guías y puntos de referencia.
“Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que “el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos”, las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas” (AL 300).
El Papa lo que hace es responsabilizar a cada persona, comenzando por los pastores, y para ello revaloriza el camino de acompañamiento y discernimiento en diálogo profundo entre fieles y pastores.
La Iglesia abraza a sus hijos alejados. La misericordia no mistifica la reflexión y la responsabilidad de la Iglesia “sobre los condicionamientos y circunstancias atenuantes” en lo que reguarda a la imputabilidad y la responsabilidad de las acciones.
Normas no cambian
Por otro lado, el tema normativo no cambia, el Papa indica: “aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma” (AL 304).
RECUADRO
Atender a divorciados, pero consolidar matrimonios
En la última sección del capítulo octavo, titulada “la lógica de la misericordia pastoral”, El papa Francisco, para evitar mal entendidos, ratifica: “Comprender las situaciones excepcionales nunca implica ocultar la luz del ideal más pleno ni proponer menos que lo que Jesús ofrece al ser humano. Hoy, más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas” (AL 307).
El perdón prevalecerá
Por último, el Papa invita a los “fieles que están viviendo situaciones complejas, a que se acerquen con confianza a conversar con sus pastores o con laicos que viven entregados al Señor. No siempre encontrarán en ellos una confirmación de sus propias ideas o deseos, pero seguramente recibirán una luz”.
Ahora bien, en la Exhortación se invita a “descubrir un camino de maduración personal”, al mismo tiempo, interpela a los pastores “a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas […]y a reconocer su propio lugar en la Iglesia” (AL 312).
Sobre la “lógica de la misericordia pastoral” Papa Francisco afirma con fuerza: “A veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor incondicional de Dios. Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio” (AL 311).