Claudia Iveth Robles
“Sé conducir, pero no soy conductor”, dijo Antonio Rodarte, un joven de 22 años que realiza su apostolado en Nuestra Señora de la Paz, pero que “por supervivivencia” y por llegar a tiempo a sus compromisos, ha decidido no conducir.
“Muchas veces depositamos con fe ciega nuestras llegadas a tiempo en nuestro carro, pero es preferible transitar a pie, por una banqueta”, dijo.
Cuando andas a pie sabes exactamente a qué hora vas a llegar, esa tranquilidad a cambio de levantarse más temprano, es un intercambio que, al menos yo, considero a mi favor”, dijo.
Para el joven, conducir en Ciudad Juárez ya ha rayado en la despersonalzación, pues cada auto se convierte en un depósito del “léxico más grotesco”.
“En el auto nos sentimos seguros y anónimos y eso invita a los conductores a abusar. Al conductor juarense ya se le olvidó el viaje, sólo le interesa llegar a cualquier sitio a tiempo. ¡Se lo están perdiendo todo!”, exclamó.
Gran desafío
Según Antonio, cuando un cristiano se expone al tráfico de Ciudad Juárez toma un gran desafío a su serenidad y fácilmente puede caer en actitudes no cristianas.
“Me gusta pensar que a los católicos nos toma un poco más de tiempo perder nuestros cabales”, dijo al referirse a los pleitos que se sucitan cuando algún conductor se “mete a la línea” (del Puente, del semáforo, etc).
Por ello Antonio dice que no quiere conducir, “para seguir siendo santo”.
“Reconozco que el automóvil es una herramienta versátil, pero me parece que elimina nuestra accesibilidad al llamado a servir. Tu viaje en auto es fugaz y tu concentración se ve reducida al cristal frontal ¡Y pasaste de largo mil y un oportunidades de ganarte el cielo!”, explicó.
Además, a Antonio le incomoda la idea de agregar un vehículo más a las avenidas de la ciudad, pues con la circulación tan congestionada, las personas tienen que sacrificar un sueño reparador, media hora con la familia o quince minutos de oración con tal de “apartar desde temprano un lugar en la avenida”.
Conductor ideal
Y ante la pregunta del cómo sería el conductor ideal? respondió:
“Un conductor ideal es el que toma el volante cuando es una medida necesaria. No muchos tienen la energía para caminar, a otros más quizás no les venga bien permanecer por mucho tiempo bajo el sol”, dijo.
Expresó que siendo un joven de 22 años con fuerzas y buena salud, prefiere andar a pie, pues puede interactuar con la Creación y encuentra más posibilidades de servir.
A los catolicos que conducen en la ciudad o en la carretera Antonio los invitó a estudiar la Doctrina Social de la Iglesia sobre el destino universal de los bienes, y utilizar el auto para servir a terceros.
“Recomendaría conservar una buena compostura ante las torpezas de uno mismo o de los demás, no abusar y en la medida de lo posible no saturar. A quienes van a la carretera les sugeriría ser precavidos, pero sobre todo ¡disfrutar del viaje!”, dijo.
“Quisiera que volviéramos a ver al auto como una herramienta y no como una comodidad; por el momento prefiero caminar, porque mi apostolado se hace a pie”, puntualizó.