- Esta es una buena guía para dirigir las conversaciones y convivencia que hemos de tener en la Noche Buena, en espera de la llegada del Salvador…nos la plantea director espiritual del Seminario…
Ana María Ibarra
La Noche de Navidad es un momento preciso para propiciar una conversación en torno a la presencia del amor de Dios en la vida personal. Y es la familia el núcleo perfecto para esa conversación y de esta manera enseñar a los más pequeños estas experiencias.
Así lo compartió el padre Guillermo Sías, director espiritual del Seminario Conciliar, para quien en esta fecha también se puede traer a la memoria aquellos momentos difíciles de la vida, e incluso aquellas personas que ya no están, pero siempre teniendo presente la esperanza y la alegría del nacimiento de Jesús.
Propiciar el ambiente
Para el sacerdote, director espiritual de seminaristas de Teología, la conversación en sí es muy importante, pero lo primero que se debe hacer es propiciarse el clima para para la plática.
“Lo primero es estar atentos y quitar los distractores para poder llegar a una conversación. Puede ser la televisión encendida, los celulares, las tabletas… tenemos que cuidar que esto no vaya a ser un obstáculo para el encuentro y el diálogo en familia”, sugirió el sacerdote.
Añadió que la mejor manera es conversar en un momento de intimidad alrededor de la mesa.
“Podemos hacerlo en la sala, con el que está a mi lado, pero la mesa congrega. Pienso, incluso, en la Eucaristía cuando estamos alrededor de una mesa y ahí nos encontramos con Dios para dialogar con Él. En la familia es igual, el núcleo central del encuentro es en la mesa, compartiendo los sagrados alimentos”, dijo.
Agregó que ese clima puede propiciar una conversación que llegue al alma, al corazón.
“A mí me encantaría muchísimo que quien propicie el encuentro sean los que son cabeza, de preferencia papá”, sugirió y ante la ausencia del padre, puede ser un tío, el abuelo o también la mamá, propuso.
Jesús como referencia
El sacerdote expuso que la primera referencia del diálogo debe ser la celebración de la Navidad, el nacimiento de Jesús.
“Ese tema es fundamental en una familia creyente, cristiana, incluso se puede meditar la cita Juan 3, 16: “Tanto amo Dios al mundo que mandó a su Hijo único para que todo el que crea tenga vida eterna”.
De esta manera se debe poner la mirada y el corazón en Jesús que se ha hecho hombre, se ha despojado de su riqueza para enriquecer al ser humano con su pobreza naciendo en Belén, lo cual es un acto de asombro, expuso.
“Una conversación tiene que llevarnos a asombrarnos, a admirarnos de la grandeza y el amor de Dios. Podemos compartir la experiencia personal sobre el nacimiento de Jesús. Se puede colocar al Niño Dios al centro de la mesa, o a un lado, conversar contemplando a Jesús en el pesebre y desde ahí el papá o la mamá diga que significa Jesús hecho bebé para salvarle”.
Por lo tanto, resaltó, una conversación tiene que ser una experiencia de vida, más que conceptos, más que un tema, más que emociones.
“Una conversación es la experiencia propia de lo que es Dios para cada persona, para papá, para mamá, que digan por qué es importante la Navidad, la felicidad que les ocasiona el nacimiento de Jesús. Al mismo tiempo para generar la conversación, el papá o la mamá que empiece a preguntar a cada miembro de la familia qué le significa la Navidad”.
Amor y perdón
El sacerdote Al compartir la alegría del nacimiento de Dios en la vida de cada uno, se conocerán experiencias muy especiales y particulares que van a ayudar a todos a sentirse más cercanos.
“Esto puede generar y unir la conversación al amor de Dios, que celebramos en el nacimiento de Jesús que viene por amor. Si Dios nace en el hogar, hay que celebrar el amor, y el amor es manifestarlo y darlo a quien está a mi lado, que es la familia”.
Por lo tanto, dijo el sacerdote, es un tiempo muy familiar y una experiencia para hablar del amor que se hizo carne pero que se manifiesta en aquellos que se encuentran al lado.
“Es necesario valorarnos, amarnos y si es necesario pedir perdón, sin reclamos, que no desemboque en tocar heridas, ni en reproches, que no debe de darse en la Navidad ni en la vida propia. Los reclamos vienen a propiciar tensión y pueden terminar la Noche Buena en distanciamientos que no deben ser”.
Explicó que saber conversar es pensar y partir de Dios y desde Dios para llegar a la otra persona. “Esto da oportunidad para decir cuánto se ama a los hijos, al esposo, a la esposa, y dar gracias a Dios por ellos como un regalo de Dios en Noche Buena”.
La conversación, agregó el padre Sías, puede incluir experiencias de la tradición navideña en la familia.
“Los papás, los abuelos pueden compartir recuerdos de cómo vivían la Navidad, una Navidad asumida como una tradición porque algunos miembros ya no están. Al ser la fiesta que congrega a la familia, es una oportunidad para avivar las tradiciones familiares, vivir la Navidad como se vivió en años, y esto puede ser patrimonio para los hijos y nietos”.
Alegría y esperanza
El entrevistado destacó que en la Noche Buena no caben temas o conversaciones que nada tengan que ver con la celebración de esa fecha .
“Lo que no debemos tratar jamás son los reclamos. Que no haya burlas ni bromas, porque se confunde la alegría con las bromas y se hace sentir mal a la gente, empezamos a ofender y no nos damos cuenta. Debemos tener claro que es una verdadera alegría”.
Otras conversaciones dignas de propiciar son también los anhelos y esperanzas puestas en manos de Dios.
“La Navidad es para compartir las alegrías, si bien también las penas, pero no en el sentido de desembocar en una tristeza sin esperanza. Si hay alguna pena, que se trate siempre desde la esperanza en Aquel que nos ha nacido, eso va a sostener una conversación cristiana de consuelo”. Dijo que sería muy triste que una conversación de una fiesta de mucha esperanza, de mucha alegría, se viva desde una desesperanza, una tristeza o melancolía.
“Somos personas con dificultades y conflictos, pero la Navidad se debe vivir siempre iluminada por la grandeza de Jesús que ha nacido para darnos la alegría y la esperanza”.
Para finalizar, el padre Guillermo invitó a la comunidad a enamorarse de Dios y dejarse sorprender.
“Hemos perdido la capacidad de sorprendernos. Vivimos con tantas cosas, con prisas, incluso el consumismo en esta Navidad puede ser un despilfarro y un ruido, con distractores, rutinas, frialdades que nos hacen perder el detalle más grande que es voltear a ver el pesebre y que me sorprenda que Dios se haya hecho bebé”.
Motivó también a que este impacto nos lleve a descubrir a Dios que nace los pobres, enfermos, migrantes, presos, incluso en las necesidades dentro de la familia.
“Disfruten santamente esta Navidad dejándose sorprender. La sorpresa de Dios no es aquel impacto de la tecnología, ni otros tantos ruidos, sino que es silenciosa, profundamente evidente pero bella para la vida”, finalizó.