Claudia Iveth Robles
El obispo, el presbiterio, religiosas, familiares y fieles de la diócesis local, dieron el último adiós al padre Refugio Montoya, quien fue el primer sacerdote ordenado de la diócesis y falleció el pasado sábado 5 de noviembre por complicaciones en su salud.
La misa de exequias se realizó en la parroquia La Divina Providencia, donde el padre fungió como vicario parroquial y seguía celebrando, aunque ya jubilado.
El templo lució adornado con flores “Ave del Paraíso”, que al “padre Cuco” le gustaban mucho, mientras que como coro participó el mariachi Guadalupano, el cual muchas veces lo acompañó en su aniversario sacerdotal.
Al inicio de la misa, decenas de sacerdotes desfilaron por el pasillo central y uno a uno tocaron el féretro donde yacía el cuerpo del padre Cuco.
En un primer momento los diáconos Carlos Velásquez y José Luis Anguiano, colocaron la casulla del padre sobre el ataúd, como signo de que se es “sacerdote para siempre”.
Mensaje del obispo
“Dios es compasivo, Dios es misericordioso, Dios nos ama como sus hijos y no se cansa de manifestarnos su amor, es providente, nos da todo, todo su amor” dijo en la homilía el obispo don José Guadalupe Torres Campos, quien regresó de la Ciudad de México para celebrar la misa funeral, ya que se encontraba por iniciar la Asamblea Ordinaria de los obispos de México.
Tras explicar que Dios llama a todos a vivir conforme a su voluntad experimentando cada día su amor para encontrarnos con Él, el obispo se refirió al ministerio del padre Montoya.
“Dios nos elige, nos llama y confía en nosotros, su amor, su vida, su perdón …el padre Cuco amó, predicó el amor de Dios incansablemente hasta el final, administró el amor de Dios en el perdón, en los sacramentos y sobre todo en la Eucaristía. Predicó el amor de Dios a través de la catequesis, de la enseñanza, de su predicación”, dijo.
Expuso que la vida de un sacerdote es entrega diaria de amor y misericordia en cada uno de los hermanos a los que Dios pone a su cuidado. Y sentenció.
“Así reconocemos al padre Cuco, un gran catequista, maestro, misionero que enseñó la Palabra de Dios…deja un testimonio de fidelidad”, dijo.
Al final de la misa, los sacerdotes de Ciudad Juárez se colocaron junto al féretro del padre Cuco y cantaron el “Salve Regina” tras lo cual la comunidad ofrendó un generoso aplauso al primer sacerdote de la diócesis.
Algunos sacerdotes cargaron el ataúd del Padre Montoya, cuyos restos fueron sepultados en el Panteón Jardines Eternos. Descanse en paz.
Consternados, pero agradecidos
El padre Montoya para mí fue como un padre, siempre estuvo a mi lado, lo conocí recién ordenado, yo tenía 17 años… siempre fue para mí un guía, me apoyó mucho cuando estuve en el SEDEC, gracias a él visité Tierra Santa, que es un regalo que no podre pagarle nunca, lo quise mucho y siempre lo voy a extrañar.
María del Pilar Cornejo / Misionera de María Dolorosa
Cuando llegó de párroco, él manifestó mucho aprecio por la vida contemplativa. Siempre nos buscaba y nos invitaba a los eventos de la parroquia. Se interesó mucho por las vocaciones y nos pidió que hiciéramos oración. Nos permitió, el jueves tercero de cada mes, hacer una hora Santa Vocacional. El promovía mucho esa hora Santa para pedir por la Vida contemplativa, por la Orden de Clarisas Capuchinas.
Fue un gran admirador de Santa Clara. Él se propuso hacer la novena con los sacerdotes del decanato, invitó un sacerdote cada día, y le pidió que predicara y se esforzaba mucho en darle realce a nuestras celebraciones y tenernos en cuenta como clarisas capuchinas. En eso yo estoy muy agradecida y le tuve siempre mucho aprecio. Pedimos por su eterno descanso, por la estima que tuvimos con él. Le tenemos un gran cariño. Due un sacerdote muy entregado a su ministerio y al pueblo.
Clara Saucedo / Orden de Clarisas Capuchinas
Mi experiencia con el padre Montoya fue muy halagadora, muy alegre, fui su compañero en Cristo Rey en agosto del 2006 a junio del 2009, tuvimos una experiencia muy bonita como compañeros, nos identificamos como padre e hijo. La experiencia que vivi fue de mucha confianza, de mucha transparencia, de oración, de comer juntos, de hacer equipo, de amigos en común. Fue un hombre de una gran capacidad intelectual, devoraba los libros; fue un gran compañero que le gustaba la disciplina, le gustaba el orden, platicábamos mucho todos los días de diferentes cosas, de teología, espiritualidad, pastoral, noticias de la Iglesia, un hombre generoso, desde ahí confiamos el uno en el otro, nunca recibí ningún reproche de él, fue ese compañero en el ministerio, hermoso.
El tenía su lema “Rema mar adentro”, “En tu nombre echaré las redes”, recuerdo que cuando se inicio la casa sacerdotal, trabajamos juntos en ir buscando cosas, bienhechores para la casa.
Me gustaba que me decía Fernando esto, aquello”, le agradecía que me dijera mi nombre.
Por muchos años fue decano de Cristo Rey, me decía por donde le damos, me encargaba una cosa y para pronto le decía claro que si “padre Monto”, fue para mí ese padre espiritual, me confesaba con él, hicimos esa mancuerna bien, le agradezco su enseñanza.
Su historia de vocación me la platico cerca de 15 veces…. Visitas pastorales, sus libros, sus capsulas, sus escritos que hacía con una claridad tremenda.
Pbro Fernando Valle / vicario de Catedral
Me siento muy triste. Nos conocimos hace muchos años. Estuve cuando se ordenó sacerdote, hace 59 años. Éramos de la misma edad, éramos muy amigos de muchos años, muy queridos.
Luz María Castañeda