Ana María Ibarra
Danza, adoración, reflexión y compartir los alimentos, fueron los signos que formaron parte de la celebración de la Pasión de Jesús que realizó la comunidad rarámuri, localizada al poniente de la ciudad.
Danza y Palabra
Aproximadamente a las diez de la mañana, hombres, mujeres, niños, niñas y jóvenes rarámuris iniciaron la celebración del Viernes Santo con la danza del bien contra el mal.
Algunos pintados de blanco cargaron un muñeco que representaba a Judas Iscariote; otro grupo iba protegiendo a Jesús y en su danza se representó la disputa entre el bien y el mal.
Después de danzar alrededor del templo del Pinole de Nuestra Señora de Guadalupe, la comunidad ingresó para escuchar la lectura de la Pasión del Señor, proclamada y reflexionada por el celebrante, un laico de la comunidad jesuita en Ciudad Juárez.
“El Viacrucis es el recorrido de Jesús, Onorúame encarnado, hacia la cruz. Debemos entender que Onorúame ha querido hacerse de carne y hueso quitándose toda grandeza y omnipotencia para tomar la fragilidad humana y que descubramos que nuestro bienestar y felicidad se basa en el amor, en la fraternidad, en el servir y apoyar unos a otros en el kórima de todos con todos”, reflexionó.
Acompañar a Jesús
La comunidad salió para, con su baile, llevando la Cruz envuelta en lienzo blanco, realizar el Viacrucis.
En el recorrido, se realizaron reflexiones en cada estación, dirigidas particularmente en el amor y el kórima, que no solo es el “dame”, sino el “te doy”, es decir el compartir, caridad que, de acuerdo al acompañante de la comunidad rarámuri, no todos entienden o no les gusta esa invitación que Jesús hizo en el signo de lavar los pies.
“Este Viacrucis es una oportunidad de acompañar a Jesús a la cruz para decirle que sí creemos en su mensaje de kórima, que sí tomamos la cruz con Él y estamos dispuestos a compartir, que sí creemos que es el Dios de la vida, que sí creemos que la injusticia de la cruz no es el fin y que sí tenemos la esperanza que Él resucita de la muerte y habita en nuestros corazones”, siguió reflexionando el celebrante.
En ese día de Viernes Santo, de dolor, la comunidad rarámuri decidió estar con Jesús y con su Madre que le da consuelo a Él y a su pueblo.
La reflexión concluyó en el templo, donde volvieron a danzar, recibieron la Eucaristía y adoraron la cruz para enseguida hacer una pausa y compartir los alimentos y continuar con la danza durante la tarde.