Las Voluntarias Vicentinas están de fiesta en todo el mundo por el Jubileo del 400 aniversario de su fundación…se creó un ícono para explicar el valor de esta obra y de su fundador…
Familia Vicentina
Como se sabe, a lo largo de este 2017 la Familia Vicenciana celebra el 400º aniversario del nacimiento del carisma vicentino de servicio a los pobres.
Con el lema «Fui Forastero y me recibiste…”, la celebración se ha organizado a nivel mundial, pues hay que recordar que la Familia Vicenciana (o vicentina) está presente en los cinco continentes con diferentes ministerios: desde las misiones, pasando por las obras de salud, la atención a las personas en situación de calle, a los refugiados, a los niños abandonados, y a las madres jefes de hogar, hasta la educación, la formación y las obras de promoción y desarrollo.
400 años
Tal como se lee en el comunicado de prensa que informa sobre el evento jubilar, «el año 1617 fue decisivo en la vocación de San Vicente de Paúl por dos acontecimientos: el 25 de enero, Fiesta de la Conversión de San Pablo, el santo predicó el ‘primer sermón de la Misión’ en Folleville (Francia) tras la Confesión, días antes, de un campesino moribundo que lo hizo darse cuenta del abandono espiritual de los pobres del campo; y meses más tarde, en agosto del mismo año, en su experiencia como párroco del pueblo de Châtillon, se vuelve a encontrar con la pobreza y la miseria que le trasforman la vida al Santo Patrono de la Caridad».
Así pues, han pasado 400 años desde los días de Folléville y Châtillon. Un largo tiempo que no ha dejado al carisma vicenciano arrugado, sino vivo como una fuente de la alta montaña.
Crean ícono
Con motivo de este jubileo, la artista polaca Mariola Zajgczowska Bicho, bajo el proyecto del P. Luigi Mezzadri C.M., ha creado un icono tríptico. Este nos vincula con los inicios de nuestro carisma, hablándonos, no con conceptos difíciles, sino esencialmente con imágenes y colores comprensibles tanto por sabios como por incultos, como en la más noble tradición de la Iglesia. Jesús, de hecho, dijo: “te doy gracias Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se lo has revelado a los pequeños” (Mt 11,25). Todos sabemos que cuando nos encontramos ante un cuadro de arte antiguo o moderno, necesitamos un conocimiento profundo en historia del arte. Sin embargo, para entender el ícono tan solo debemos orar.
Arte explicado
El icono tríptico cerrado tiene las siguientes medidas: 60cm x 40cm x 6cm. Si se abren las dos alas, nos deslumbra el oro de 23,75 quilates que sirve de fondo. El oro es la luz divina que envuelve a san Vicente, el cual lleva una Biblia y un pan. Estos dos símbolos nos recuerdan los eventos de Folléville (enero de 1617) y Châtillon-les-Dombes (agosto de 1617), cuando un joven sacerdote tuvo el valor de comprometerse iniciando la obra de las misiones y organizando el laicado en las “Caridades”, para dar a conocer a un Dios que perdona y que nos invita a la solidaridad. La luz divina es el sello divino sobre el carisma vicenciano.
El santo no es anciano, como suele serlo en nuestra tradición iconográfica, que ha querido representarlo siempre como “anciano ya desde joven” (senex a puero, como en las letanías de San Vicente), sino que es joven, porque participa de la plenitud de Dios (Col 2,10). Lleva un hábito blanco, como en los iconos de la Transfiguración, porque ha vivido transfigurando el servicio en visión. Está envuelto en un manto azul, color que antiguamente se conseguía con la fragmentación de lapislázuli. El azul es el color de la fe, que nos viste de inmortalidad. En las manos tiene un libro y un pan. El libro es rojo como las obras del Espíritu Santo, que en Folléville le “abrió la boca” como en el rito del Effatá del Bautismo y le indujo a anunciar las maravillas del Señor. El pan no es ni blanco ni tostado, como el pan de los ricos, sino muy oscuro, como el pan de los pobres.
En lo alto, una imagen de la Virgen de Pokrov, que se presenta con un gesto de materna protección sobre las obras de san Vicente, y nos recuerda la entrega de la Medalla Milagrosa en 1830.
Dos alas
En el ala izquierda está san Vicente. Es un hombre joven rodeado de jóvenes, porque cada uno tiene la edad de los propios pecados. En la parte posterior hay dos montañas. Sobre la de la izquierda está el árbol del Paraíso, del que se sacará la madera para la cruz, por lo que la acción que nos hubiera destruido sea la causa de nuestra salvación. A la derecha la montaña más alta, es la montaña mesiánica: “Sucederá al fin de los tiempos, que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella” (Is 2,2). Esta montaña, que sobrepasa las demás, simboliza a Cristo.
En el ala de la derecha se presenta lo que fue fruto de Châtillon. El santo no socorre a los niños como en la iconografía clásica, ya que del cuidado de los niños se ocupaban las hermanas y el laicado. La hermana a la derecha está vestida de azul, color del manto de Cristo, de los vestidos de la Virgen y de los apóstoles, para dar a entender que su acción es celebración de la caridad. Los panes, de hecho, tienen un signo de la Cruz, porque la pobreza más grande es el hambre de Dios. La hermana no mira al santo, porque su vocación no está condicionada a la de él, sino que mira delante, hacia el futuro, como el mascarón que se pone en la proa de un barco.
El icono, si lo contemplamos en la oración, tiene una fuerza magnética, que nos atrae hacia la Ciudad Santa, Jerusalén, el reino de Dios escondido en nosotros a donde va el deseo del corazón, para que toda la Familia Vicenciana pueda envolverse en la nube de la Gloria de Dios.
Logotipo de la celebración …una explicación
El logo para la celebración de los 400 años del carisma vicentino se construye a partir de un círculo, que representa el mundo, la historia, la vida. Dicho círculo es formado a su vez por las diferentes líneas que están organizadas de una manera «radiante» en diferentes colores que simbolizan las congregaciones, grupos, asociaciones fundadas desde el carisma vicenciano y también a la sociedad con sus imperfecciones y alegrías, esperanzas y cansancios.
«Este círculo es una relación entre dos estrellas que recuerdan dos «lugares teológicos», donde Vicente de Paul vio las huellas de Dios en su vida y que por sus palabras se han convertido en acontecimientos importantes: Folleville-Gannes y Châtillonsur Chalaronne. La posición de las dos estrellas, una en la parte superior y otra en la parte inferior, recuerdan la ubicación en el territorio francés. Están unidos por una cruz de luz que recuerda la Resurrección y Pentecostés; mientras que la cruz recuerda que siempre es un signo de un nuevo Espíritu que nos habita y nos invita a vivir como Familia Vicenciana, en nuestro mundo, razón por la cual la cara de Vicente se encuentra en la intersección de la cruz».