Seguimos la catequesis del Dicasterio para la Evangelización para aprender a orar junto al Papa Francisco en preparación al Año Jubilar 2025… Estos son los temas de los capítulos 8 y 9 sobre la oración en los claustros y en los santuarios..

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En el Año dedicado a la oración, los claustros ocupan, sin duda, un lugar de gran relevancia en el compromiso orante. Los monjes y monjas, en efecto, consagran completamente su vida al Señor y dedican una parte esencial de su vida al encuentro con Dios a través de la oración.
Los monasterios «son para la Iglesia un motivo de gloria y una fuente de gracias celestiales. Con su vida y su misión, sus miembros imitan a Cristo orando en el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y anticipan la gloria futura. Ofrecen así a la comunidad eclesial un singular testimonio del amor de la Iglesia por su Señor y contribuyen, con una misteriosa fecundidad apostólica, al crecimiento del Pueblo de Dios» (Ex. Ap. Vita Consecrata [VC], 25 de marzo de 1996, n. 8). «A la luz de esta vocación y misión eclesial, la clausura responde a la exigencia, sentida como prioritaria, de estar con el Señor» (VC, n. 59).
Es muy hermoso y también reconfortante pensar que la lámpara de la oración de tantos monjes y monjas esté siempre encendida en los monasterios esparcidos por todo el mundo. En especial, pedimos a estas comunidades que tengan en sus intenciones el próximo Jubileo 2025, para que también en todos nosotros crezca, a través de nuestra vida de oración, la unión profunda con Dios y, fortalecidos en la esperanza, podamos vivir con alegría nuestra fe.
1 «Perseverad en la oración» (Col 4,2): la vocación contemplativa de la Iglesia
El Apóstol Pablo invita a permanecer en constante relación con el Señor y con la mirada fija en Él, aun a pesar de las dificultades que puedan surgir. En esta perspectiva, toda la Iglesia tiene una vocación contemplativa. Cada bautizado debe a contemplar a Cristo y configurarse con Él a la luz de su Palabra y de sus actitudes: de aquí entonces la necesidad de responder a la llamada, para todo cristiano, a vivir contemplando al Señor.
Siempre se puede entrar en oración contemplativa, independientemente de las condiciones emocionales, de trabajo o de salud.
Es la oración del hijo de Dios, del pecador perdonado que se abre para acoger el amor con que es amado y que quiere corresponder amando más. La oración contemplativa es comunión con Dios, es mirada de fe fija en Jesús. «Yo lo miro y Él me mira», decía, en tiempos del Santo Cura, un campesino de Ars en oración delante del Tabernáculo. La oración contemplativa es escucha de la Palabra y obediencia de la fe. La oración contemplativa es también silencio y unión a la oración de Cristo en la medida en que hace participar en su misterio pascual (Cf. CEC, n. 2710-2724)
2 La peregrinación a los monasterios
La peregrinación es una experiencia de conversión, de cambio en la propia existencia para orientarla hacia la santidad de Dios. Así como prepararemos nuestra peregrinación para el Jubileo 2025, se podrán realizar en 2024, Año de la Oración, peregrinaciones significativas a los monasterios de la propia diócesis, oportunamente preparados y con modalidades diversas:
- Peregrinación con los jóvenes para que conozcan esta especial vocación en la Iglesia compuesta de Adoración eucarística, meditación de la Palabra de Dios, contemplación, Liturgia de las Horas, y su relación directa con la vivencia cotidiana de las virtudes cristianas en miras a la santidad.
- Peregrinación periódica a un monasterio para realizar un momento de oración.
- Peregrinación con la finalidad de agradecer a los monjes o monjas por su respuesta generosa al consagrar totalmente su vida a Dios, con la intención de encomendar los frutos espirituales del próximo Jubileo 2025, correspondiendo con diversas ofrendas que pueda ser de ayuda al monasterio y a sus necesidades.
- De escritos de monjes y monjas santos:
Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene nada le falta.
Sólo Dios basta.
(Santa Teresa de Ávila)
El autor principal de nuestra perfección y de nuestra santidad es Dios mismo, y la oración mantiene el alma en un contacto frecuente con Dios. Ella enciende y, después de haber encendido, mantiene el alma como una chimenea, en la cual el fuego del amor arde siempre, aun cuando sea de forma discreta. Apenas esta alma se pone en comunicación directa con la vida divina, por ejemplo, en los sacramentos, es como si un soplo fuerte la incendiara, la levantara, la llenara con una sobre abundancia maravillosa. La vida sobrenatural de un alma se mide por su unión con Dios por medio de Jesucristo, en la fe y en el amor. Es necesario que este amor produzca actos; pero estos actos, para ser producidos en modo regular e intenso, requieren de la vida de oración.
Se puede asegurar que, de ordinario, nuestro progreso en el amor divino depende prácticamente de nuestra vida de oración.
(Beato Columbia Marmion)
¡Oh, Dios mío, Trinidad Bienaventurada!, deseo amaros y haceros amar, trabajar por la glorificación de la Santa Iglesia, salvando las almas que están en la tierra y librar a las que sufren en el purgatorio.
Deseo cumplir perfectamente vuestra voluntad y alcanzar el puesto de gloria que me habéis preparado en vuestro reino. En una palabra, deseo ser santa, pero comprendo mi impotencia y os pido, ¡oh, Dios mío!, que seáis vos mismo mi santidad. […]
Para vivir en un acto de perfecto amor, me ofrezco como víctima de holocausto a vuestro amor misericordioso, suplicándoos que me consumáis sin cesar, dejando desbordar, en mi alma, las olas de ternura infinita que tenéis encerradas en vos y que, de ese modo, me convierta en mártir de vuestro amor, ¡oh, Dios mío! Que este martirio, después de prepararme para presentarme ante vos, me haga finalmente morir y que mi alma se lance sin tardanza en el abrazo eterno de vuestro amor misericordioso.
Quiero, ¡oh, Amado mío!, a cada latido de mi corazón, renovar esta ofrenda un número infinito de veces, hasta que las sombras se hayan desvanecido y pueda repetiros mi amor en un cara a cara eterno.
(Santa Teresa del Niño Jesús)
La Oración en los Santuarios
Durante el discurso del I Encuentro Internacional para Rectores y Operadores de Santuarios en 2018, el Santo Padre recordó a los participantes las numerosas personas que siempre visitan los Santuarios impulsados por la urgencia de pedir alguna gracia. El Papa Francisco subrayó, además, que precisamente «esta oración hace a los Santuarios lugares fecundos, para que la piedad del pueblo sea siempre alimentada y crezca en el conocimiento del amor de Dios» (Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en el I Encuentro Internacional para Rectores y Operadores de Santuarios, 29 de noviembre de 2018).
La oración en los lugares santos asume una profundidad mayor, que no se limita a tener ecos solo en la persona orante. Este es un aspecto subrayado por el Papa Francisco: «La oración es la primera fuerza de la esperanza. Tú rezas y la esperanza crece, avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta. Porque los hombres de oración custodian las verdades basilares; son los que repiten, primero a sí mismos y luego a todos los demás, que esta vida, a pesar de todas sus fatigas y pruebas, a pesar de sus días difíciles, está llena de una gracia por la que maravillarse» (Audiencia General, 20 de mayo de 2020).
1 Lugar de reconciliación y de esperanza
La esperanza, entonces, no es extraña al Santuario, al contrario. Tendremos que acostumbrarnos a hablar de la fe vistiéndola con ropajes de esperanza. El Santuario, a través de la esperanza de serenidad y consuelo, nos permite comprender el extraordinario valor vivificante de la fe.
La vida del Santuario debe ser el lugar privilegiado para hacer comprender a nuestros fieles cuán decisiva es la oración del Padre Nuestro, que invoca el regreso del Señor. El Santuario eleva la mirada hacia la misteriosa presencia de Dios en nuestra historia y vida personal. El peregrino que llega al Santuario lleva frecuentemente consigo la necesidad de esperanzas que presenta con sus oraciones.
Son buenos deseos que ameritan nuestra atención y, precisamente por eso, la acción pastoral debe ayudar a dirigir la mirada más allá de lo inmediato para permitir que la oración sea respondida en virtud de la esperanza. El cristiano es «Peregrino de esperanza», que se pone en camino no como errante, sino como el que conoce la meta, que atraviesa las fronteras para llegar al lugar donde espera dar cumplimiento a su deseo, a las necesidades del propio corazón.
A través del lente de la esperanza nuestro compromiso pastoral se vuelve aún más evidente: la esperanza es capacidad de ver cuán real es la reconciliación que el Señor ha realizado por cada uno de nosotros. El apóstol Pablo enseña que toda nuestra existencia es iluminada por la esperanza, incluso cuando se esconde en las llagas oscuras de nuestra existencia a menudo tan fragmentada y enigmática.
- El Santuario, como lugar de esperanza, nos invita a confiar a la intercesión de los santos nuestras intenciones de oración, seguros de que, también gracias a su ayuda, podrán ser acogidas y respondidas por el Señor. Nuestros Santuarios son verdaderos y preciosos «baúles» de oración, lugares llenos de signos – como ex voto, veladoras y prácticas devocionales – que nos muestran cómo en el pasado y en el presente nuestras súplicas encuentran respuesta según la voluntad del Padre que no rechaza nunca escuchar las peticiones de sus propios hijos. ¡No temamos pedir a Dios lo que necesitamos!
- Los Santuarios son frecuentemente los grandes «confesionarios» de las diócesis, en los cuales, cada hora, están presentes sacerdotes
La Oración en los Santuarios
Para escuchar a los penitentes. A través de la reconciliación, el Señor nos espera con los brazos abiertos, como el Padre misericordioso de la parábola que, con ansias, desea el regreso de su hijo a casa. Esperamos que, en este año de preparación al Jubileo, los peregrinos sepan reconocer la gracia inmensa que brota de estos lugares y, en sus confesionarios, las verdaderas «puertas de la misericordia divina» para el mundo. Que todos puedan abandonarse, a través de la oración, a ese abrazo confiado de quien sabe que, sin el Padre, sin la casa, no podemos sino perdernos en los destellos del mundo.
- El Año de la Oración nos invita a confiar intenciones particulares en vista del Jubileo, con el deseo de que sea un año fecundo de reconciliación, rico de frutos espirituales para todas las situaciones que nos preocupan, sobre todo por las situaciones locales y globales en las cuales la esperanza parece sucumbir de frente a tanto mal realizado y sufrido.