En el contexto del Año de la Oración, la oportunidad de hacer un retiro espiritual se presenta como una experiencia inigualable para la renovación del corazón y la conversión espiritual a la cual todos estamos invitados por el Santo Padre.
Se retiró a Orar (Mc 1, 35)
En el Evangelio de Marcos, leemos que Jesús «se retiró a orar» (Mc 1,35). El Evangelista nos da una imagen de Jesús que indica dos dimensiones esenciales de la oración cristiana: el alejarse de las ocupaciones cotidianas, necesario en la búsqueda del diálogo personal con el Padre, y el silencio en el corazón, indispensable para dar espacio a la voz de Dios y escuchar lo que Él quiere. En esta perspectiva, en el contexto del Año de la Oración, la oportunidad de hacer un retiro espiritual se presenta como una experiencia inigualable para la renovación del corazón y la conversión espiritual a la cual todos estamos invitados por el Santo Padre.
- El sentido del retiro espiritual
«Donde están dos o tres reunidos en mi nombre» (Mt 18,20)
Jesús nos enseñó que cuando los cristianos se reúnen en oración, Él está presente de modo especial en medio de ellos: bajo este aspecto, la práctica del retiro espiritual es una gran ocasión para vivir más plenamente la presencia del Señor a través de la oración y la vida común, compartida en los días de retiro. Por eso, la práctica del retiro espiritual no debe ser vivida como una fuga de la realidad, sino más bien como una inmersión más profunda en ella, a través el silencio de la oración: el fruto de un auténtico retiro espiritual no será la nostalgia por los días de pausa de los ritmos ordinarios, sino una luz nueva a través de la cual lo cotidiano será transfigurado por la presencia del Señor. En un mundo que frecuentemente nos distrae y nos aleja de nuestra vida de fe, el retiro en oración se vuelve como una parada en un oasis en medio del desierto de nuestras ciudades que, aun ricas en medios y ocasiones de encuentro, frecuentemente esconden y nublan la mirada ante la fuente verdadera de la esperanza, esa fuente de alegría plena que solo el Señor puede darnos.
Algunas consideraciones
- El Año de la oración puede convertirse, en esta perspectiva, en una ocasión para renovar, también entre aquellos que no son consagrados, la conciencia de la importancia de dedicar algunos días del año a un encuentro especial con el Señor. Se pueden elegir y proponer algunos lugares de retiro – como monasterios, conventos o metas de peregrinación – en las cuales de ordinario se ofrecen con regularidad momentos de espiritualidad dedicados a la oración.
- Nuestras parroquias pueden ser protagonistas en la organización de algunos días de retiro. Aun cuando tal vez puede resultar difícil, dado las diversas ocupaciones pastorales, se puede dedicar igualmente a organizar retiros mensuales con duración de un día – o medio día –, de preferencia el sábado por la tarde o el domingo, de modo que favorezca la participación de quien no dispone de otros días libres por los compromisos laborales.
- También durante el año es posible asumir el espíritu que anima el curso de los retiros espirituales: por ejemplo, la llamada «oración de Jesús» (también conocida como «oración del corazón»), – tan querida por los Padres de la Iglesia –, así como la práctica de recitar jaculatorias a lo largo de la jornada, permitiendo recordar constantemente la presencia del Señor que siempre nos acompaña, elevando así a Dios una alabanza continua. Son oraciones que se pueden recitar cuando se va en auto o en el transporte público, también como una forma de intercesión por los desconocidos que se encuentran por el camino.
- Si es posible rescatar más tiempo, en el transcurso de la semana, sería bueno dedicar una visita al Santísimo Sacramento, tal vez regresando de trabajar o en la pausa para comer. Entre las prácticas a valorar con más frecuencia se encuentra visitar el cementerio y las oraciones por los difuntos.
- Algunos momentos del año, además, nos invitan a alimentar y acrecentar la relación con los santos y con la Virgen María a través de oraciones específicas, por ejemplo, en el mes de mayo y octubre, en los cuales sería buena costumbre, como sucede ya en muchas partes, rezar el Santo Rosario en las calles o condominios de nuestra zona.
- También en el contexto del discernimiento vocacional, la oración se muestra como lugar de encuentro en el cual pedir al Señor que se haga todo según su Voluntad. La oración en el silencio debe ser presentada como súplica amorosa hacia Cristo presente, como capacidad de petición necesitada de su Luz en nuestra vida, en nuestro camino.
- El Padre Nuestro: modelo de toda oración
El Señor Jesús, en su oración, introduce a los apóstoles y, con ellos, a todos nosotros los cristianos, a lo que puede ser considerado el «modelo de toda oración». Es posible, por lo tanto, afirmar que el Padre Nuestro es Escuela de Oración. En la oración que Jesús nos enseñó, de hecho, encontramos el corazón mismo de nuestra fe.
El Padre Nuestro es la oración que abraza la universalidad de la experiencia humana y del misterio divino, capaz de unir la simplicidad de un niño que se dirige al propio “papá” y la profundidad de quien sabe que está en la presencia del Misterio. Esta es verdaderamente, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, retomando a Tertuliano, «la síntesis de todo el Evangelio» (Cf. CEC, n. 2761-2776). Es una oración que toca todas las dimensiones de nuestra existencia: la santidad de Dios, su reino, nuestra vida cotidiana, el perdón recíproco, nuestra lucha contra el mal; diciendo «Padre Nuestro» somos llevados cada vez más cerca al corazón de Dios y al corazón de nuestra fe.
El Santo Padre, a través de sus catequesis, nos guía para comprender que esta oración no es un simple conjunto de palabras y necesidades, sino un camino hacia la intimidad con nuestro Padre celestial: ella nos enseña a dirigirnos a Dios con una confianza filial, llamándolo «Padre» con simplicidad y amor. No sirve – dice el Papa – «multiplicar palabras vanas» (Audiencia general, 27 de febrero de 2019): Jesús nos enseña lo esencial, nos muestra que, con el Padre, se puede hablar con sencillez de corazón, porque Él, dice el Señor, «sabe lo que necesitáis antes de pedírselo» (Mt 6,8).
Siete peticiones
- Tradicionalmente, la oración del Padre Nuestro se considera compuesta por siete partes, llamadas también «las siete peticiones», a las cuales el Catecismo de la Iglesia Católica dedica los números 2803-2854. Ella resume el espíritu propio de la fe cristiana en la relación que cada fiel está llamado a tener con el Padre Celestial.
Estas siete peticiones podrían ofrecer un esquema útil para el calendario de los retiros mensuales, de modo tal que el período que nos separa del Jubileo pueda ser acompañado a la par por una «Escuela de oración», dedicando una reunión a cada una de las partes de la oración que Jesús quiso enseñarnos.
La catequesis sobre la oración
La catequesis, como etapa privilegiada del proceso de evangelización, promueve el crecimiento y la maduración en la fe (Cf. Directorio para la Catequesis, n. 56) y «tiene la tarea de educar a la oración y en la oración, desarrollando la dimensión contemplativa de la experiencia cristiana» (DpC, n. 86).
- La oración exhortativa del pastor
«Cuando Moisés alzaba las manos» (Ex 17,11)
Aunque es verdad que toda la comunidad cristiana es responsable del ministerio de la catequesis, cada uno según su particular condición en la Iglesia (Cf. DpC, n. 111), sin embargo «el Obispo es el primer predicador del Evangelio con la palabra y el testimonio de vida» (Ex. Ap. Pastores Gregis [PG], 16 de octubre de 2003, n. 26; Cf. DpC, n. 114) y, como primer responsable de la catequesis en la diócesis, tiene la función principal, unida a la predicación, de promover la catequesis y disponer las diversas formas de catequesis necesarias para los fieles (Cf. DpC, n. 114).
En este sentido, el Año de la Oración se presenta como una ocasión especial para los obispos para motivar las comunidades diocesanas, en primer lugar elevando su oración por cada uno de los fieles encomendados a ellos, porque, como Moisés, están llamados a invocar al Señor= intercediendo por el pueblo, posteriormente, resaltando y predicando sobre el valor de la oración en los diversos aspectos que la rica tradición de la Iglesia conserva, y, finalmente, disponiendo las formas más oportunas para que esta catequesis pueda realizarse en las propias diócesis.
Los presbíteros, diáconos, consagrados, laicos catequistas, papás, abuelos, mujeres y hombres (Cf. DpC, n. 115-129), todos en sus propios ámbitos y unidos a su Obispo, podrán contribuir con creatividad y entusiasmo en esta obra que se lleva a cabo en la Iglesia Universal.
- Líneas guía para las catequesis sobre la oración
De lo anteriormente expuesto, se proponen algunas sugerencias prácticas para la catequesis sobre la oración:
- En los tiempos fuertes del año litúrgico (Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua), los Obispos podrían convocar en la propia catedral al pueblo de Dios para realizar sus catequesis sobre la oración (Cf. DpC, n. 114).
- Además de explicar la importancia de la oración y motivar a las personas a una vida de oración, puede ser útil realizar con la comunidad algunos ejercicios prácticos de oración, tanto dirigidos por consagrados como por laicos, ya sea en la catequesis para niños o para adultos, a fin de que se propongan modos concreto para crecer en el hábito de la oración.
- En esta perspectiva, se podrían dedicar en la catequesis algunos espacios para la oración: realizar un momento de Adoración Eucarística, invitando a tener los sentimientos que Jesús tuvo hacia su Padre: adoración, alabanza, agradecimiento, confidencia filial, súplica, admiración por su gloria; llevar a cabo breves ejercicios de oración con la Palabra de Dios, por ejemplo con la Lectio Divina; o proponer el Rezo del Santo Rosario, dirigiendo algunas meditaciones sobre los Misterios que se contemplan o realizando algunos signos que favorezcan la reflexión; motivar el rezo de la Liturgia de las Horas, etc.
- Invitar y motivar a los papás a promover la oración en sus casas en la vida cotidiana, por ejemplo, en la acción de gracias y bendición de los alimentos, en la oración matutina y antes de ir a dormir, en adquirir la costumbre de bendecir a sus hijos, con una pequeña oración en la noche o cuando salen de casa, encomendarse a Dios cuando se parte a un viaje, hacer la señal de la cruz cuando se pasa por una iglesia, agradeciendo a Dios por sus beneficios, etc.
- Preparar con esmero las oraciones para el inicio y el final de los encuentros comunitarios.
- Los contenidos de los «Apuntes sobre la oración», promovidos por el Dicasterio para la Evangelización, representan un subsidio de referencia y profundización sobre varios aspectos de la grande y variada tradición cristiana sobre la oración y podrían, por lo tanto, convertirse en útiles instrumentos para preparar las predicaciones de las catequesis.