Las Misioneras de María Dolorosa celebraron que su fundador, monseñor Baudelio Pelayo recibió la aprobación canónica para seguir sirviendo a la Iglesia desde la atención a los más vulnerables…Festejaron junto al obispo…
Ana María Ibarra
Con un corazón agradecido y lleno de júbilo, las hermanas Misioneras de María Dolorosa celebraron su 70 aniversario como congregación el pasado viernes 15 de septiembre con una misa de acción de gracias en la capilla de San Antonio en Senecú presidida por el obispó diocesano, don José Guadalupe Torres Campos.
María en el dolor
Visiblemente contento por presidir tan especial celebración con la congregación fundada en esta ciudad, y con amistades que les acompañaron, el obispo dirigió su homilía reflexionando el sentimiento del dolor desde la persona de María Santísima como Virgen de los Dolores.
“Celebramos la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. El dolor es una realidad, existe, lo percibimos. El dolor es la ausencia de salud, es presencia de algo que me afecta de alguna manera. Hay dolores físicos, dolores morales, incluso dolores espirituales”, expresó el obispo.
Al reflexionar sobre el dolor como parte de la humanidad de la persona, el obispo resaltó la figura de Jesús hecho hombre, nacido de María, y al hacerse hombre sufrió dolor que puede contemplarse en la cruz.
“Junto a Jesús contemplamos a su madre. Ambos unidos en el dolor. María permanece de pie junto a su hijo, unida íntimamente en su pasión, en su muerte, pero también unida a la resurrección”, resaltó el obispo.
El obispo invitó a los presentes a cuestionarse sobre cuál es su actitud ante el dolor, si es recibido con desesperanza y sin fe.
“María sigue de pie con nosotros, por eso en nuestro dolor no desesperemos. Unamos nuestros dolores a la cruz de Cristo, pongamos nuestra esperanza en Dios”, invitó.
María, su modelo
Y dirigiéndose a las religiosas expresó: “Queridas hermanas, tienen como modelo de santidad a María Dolorosa presente en ustedes. Son una comunidad que abraza la cruz de Cristo, la cruz en el hermano, en las misiones, en las parroquias, en los niños, los ancianos. Misioneras que viven en el dolor con esperanza, con fortaleza, con fe y que lo transforman en servicio, solidaridad”.
Y tras agradecer por los 70 años de trabajo de las dolorosas y su amor a Dios y a la Iglesia el obispo también motivó a los asistentes a mirar al hermano que sufre, salir a su encuentro para consolarlos, ayudarlos tanto material, espiritual y moralmente.
Signos en la Ofrenda
Durante el ofertorio, la comunidad de las hermanas Misioneras de María Dolorosa, el grupo de laicas, amistades y niños de la Ciudad del Niño, ofrecieron algunos signos importantes en la vida de la congregación.
El pan y el vino como signo del esfuerzo y trabajo de hombres y mujeres para construir un mundo de paz, alimento que impulsa a realizar proyectos de vida y amor.
Una maqueta del proyecto del Vía Matris, como un lugar que se abrirá a la contemplación, que favorezca la paz.
Una planta, signo de amor y de esperanza; una Biblia, Palabra viva de Dios; una vela, signo de la luz de Cristo; un Rosario como máxima oración dirigida a María.
Finalmente, una niña que se hospeda en la Ciudad del Niño ofreció unas flores como signo de que el dolor se transforma en vida y un cirio encendido, para pedir a Dios el regalo de las vocaciones.
Al concluir la misa, los asistentes fueron invitados a conocer el proyecto Vía Matris y posteriormente a compartir los alimentos en una bonita convivencia.