Ana María Ibarra
Bajo el lema “Peregrinos y sembradores de esperanza”, se llevó a cabo la XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada, misma que se celebró el pasado 2 de febrero en la fiesta litúrgica de la Presentación del Señor.
Unidos a la Iglesia Universal, religiosas y religiosos de la Diócesis de Ciudad Juárez celebraron con una misa de acción de gracias en el templo de Catedral, presidida por monseñor J. Guadalupe Torres Campos, quien estuvo acompañado del padre Gregorio López, responsable de la dimensión de la Vida Consagrada.
Hermosa celebración
Al inicio de la celebración, el obispo Torres Campos se encontró con las religiosas y religiosos afuera del templo, para hacer la bendición de velas y enseguida entrar en procesión.
“Quiero resaltar la presencia significativa de consagrados y consagradas por quienes oramos”, dijo al inicio de la celebración.
En su homilía, el obispo reflexionó a la luz del evangelio que narra la purificación de María, y la presentación de Jesús en el templo, como luz que alumbra a las naciones.
“En un mundo complicado, en una realidad que hoy vivimos de tinieblas y oscuridades, de guerra, de pobreza, tenemos que dar luz, tenemos que mostrar a Cristo nuestro Señor, y alumbrar las realidades del mundo. Por eso los carismas son importantes, tesoros. Cristo brilla en ustedes, en sus carismas, en sus comunidades, en su persona”, expresó el obispo.
Luego mencionó la misión que hacen las consagradas según su carisma: en la educación, la pastoral, la contemplación, en la ayuda al pobre, al necesitado, al migrante.
Signo de esperanza
Haciendo referencia al Jubileo de la Esperanza que vive la Iglesia en este año, el obispo invitó a los religiosos y religiosas a ser signo de esperanza para el mundo y llevar luz.
“Están sucediendo muchas cosas en el mundo, muchos cambios, muchas realidades, odios en varios rumbos, en el tema de migrantes, en Chihuahua, la despenalización del aborto. Es ahí donde, consagrados y consagradas tenemos que ser luz”, resaltó.
Asimismo, los animó a responder a Dios que habla e interpela y, a ejemplo de María, decir: sí, hágase.
“Debemos preguntarnos cómo vamos a traducir en paz y en armonía todas las realidades del mundo. A qué nos comprometemos. Pidamos la gracia para entender qué es lo que quiere Dios. Ustedes, consagradas son la luz de Cristo. Sigan con esa alegría, esa donación y fidelidad a Cristo. Todos valoramos sus carismas. Hay que orar y trabajar por las vocaciones a la vida consagrada”, motivó.
El obispo pidió la intercesión de María por las religiosas y religiosos, para que sean modelo de santidad.
Al concluir la homilía, la comunidad asistente a la celebración atestiguó la renovación de promesas de consagración que realizaron consagrados y consagradas, con el compromiso de seguir a Cristo, obediente, pobre y casto.