Diana Adriano
Con profunda alegría y gratitud a Dios, el pasado miércoles 8 de octubre, el padre Marcelino Delfín, párroco de San José de Lomas, celebró la Santa Misa con motivo de su 30 aniversario sacerdotal, acompañado por el señor obispo don José Guadalupe Torres Campos, sacerdotes amigos, religiosas, su familia, su mamá Ana Luisa y toda su querida comunidad parroquial.
La celebración eucarística fue un emotivo encuentro de fe, gratitud y comunión.
Mensaje lleno de cariño
En su homilía, el padre Armando Benavides dirigió un mensaje lleno de cariño, recordando que el discipulado cristiano implica tanto dejarse amar por Dios como estar dispuesto a entregar la vida por amor, siguiendo los pasos de Cristo.
“¿Cómo no darle gracias a Dios por tantas bondades? -expresó el padre Armando- Dios nos ha mostrado su amor infinito a través de su Hijo Jesús, que se entrega por nosotros y se hace presente en cada Eucaristía. El discípulo debe estar dispuesto a dar su vida por amor, como lo hace el sacerdote que se entrega cada día por su pueblo”, expuso.
Luego destacó la fidelidad y creatividad pastoral del padre Marcelino, su amor por la liturgia y su incansable servicio a la diócesis.
“Treinta años se dicen fácil, pero son una vida entera de entrega, de retos, de aprendizaje y de bendiciones. Hemos sido testigos de su entrega, de su cariño y de su creatividad pastoral que tanto ha enriquecido a nuestras comunidades”, afirmó.

Agradecido
Al concluir la celebración, el padre Marcelino Delfín hizo uso de la palabra para compartir con los presentes su testimonio vocacional y agradecimiento.
“Estoy contento y a la vez acongojado. Son de esos sentimientos que no se pueden definir”, dijo.
“Toda esta aventura comenzó en 1984, cuando llegué al Seminario sin saber exactamente por qué estaba ahí. Hoy reconozco que fue Dios quien me llamó, aún sin yo entenderlo. Agradezco a Dios por este llamado del que nunca me he sentido digno, pero que he procurado vivir con amor y entrega”, compartió.
Agradeció al obispo José Guadalupe Torres Campos por su cercanía y confianza:
“De los cuatro obispos que he tenido, no he tenido uno tan cercano como usted. Gracias por ser un pastor que nos guía, nos corrige y nos acompaña como verdaderos hijos”.
De igual modo, el sacerdote expresó su gratitud hacia sus hermanos sacerdotes, su familia —en especial a su madre—, las comunidades parroquiales donde ha servido, sus amigos y fieles colaboradores en la liturgia.
No faltó un toque de humor al referirse a las “ocurrencias” y el entusiasmo de su comunidad por preparar la celebración.
“Ellos me dijeron: ‘déjese querer, padre, nosotros nos encargamos de su fiesta”.
El padre Marcelino concluyó su intervención dando gracias a la Virgen María y a su patrono San José, a quienes encomienda cada día su ministerio sacerdotal.
“A nuestra Madre Santísima le agradezco su protección constante. No hay noche que no eleve una oración pidiéndole que me ayude a ser un buen sacerdote. Y a San José le pido ser siempre diligente y fiel al llamado que Dios me hace cada día”, compartió.


































































