Ana María Ibarra
Estrechamente unida con la humildad, la mansedumbre es una de las virtudes que lleva a los seres humanos a la amabilidad, de acuerdo a las enseñanzas de Jesús. Así lo explicó la hermana María Dolores Acevedo, de la congregación Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, quien señaló que, como en toda virtud, educar en la mansedumbre tiene que ver más con el ejemplo, que con palabras.
Qué es
La virtud de la mansedumbre, explicó la hermana María Dolores, es la capacidad de mantener la calma y el autocontrol en situaciones adversas y está directamente relacionada con la humildad.
“Es una de las virtudes que más amable hace a los seres humanos puesto que Jesús, en el sermón de las bienaventuranzas, dijo: los mansos heredarán la tierra porque es común entre los seres humanos acoger a los mansos con alegría y rechazar a los arrogantes”, citó la religiosa.
Añadió que en sus enseñanzas, Jesús habló de la mansedumbre con frases como: “Mi yugo es suave y mi carga ligera, aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón” y “sean mansos como las palomas”.
“Tenemos también la enseñanza de algunos santos como San Francisco de Sales que decía que más moscas se cazan con una gota de miel, que con un barril de vinagre”, dijo.
Por otra parte, la hermana Lolita señaló que de acuerdo al neurólogo y psiquiatra Boris Cyrulnik, en la actualidad se ha priorizado educar a los niños en lo que los psicólogos llaman “ralentizar”.
“Se busca ralentizar el aprendizaje priorizando la paz en el entorno en el que aprenden los niños y en el ir lento, sin prisas y sin estímulos tecnológicos, lo que considero educar en la mansedumbre”, dijo.
Para la religiosa, las virtudes se enseñan no con palabras o estrategias, sino con el ejemplo. Por lo tanto, la mejor manera de transmitir esta virtud es haciéndola propia, lo cual -dijo- no es fácil en el contexto vertiginoso en el que la sociedad se mueve actualmente.
“Sin embargo, creo firmemente en la capacidad que tenemos los seres humanos para reconfigurarnos de acuerdo a lo que consideramos bueno y necesario”, expuso.
En este sentido, dijo que prácticas como la meditación, ejercicios de extensión “y sobre todo el comprender el proceso de los hijos y la forma en que piensan tan distinto a los adultos, son herramientas que contribuyen a poder mostrar a los hijos congruencia en lo que queremos enseñar”, afirmó.
Fortaleza ante la adversidad
La religiosa señaló que es necesario hablar con honestidad y desde la vulnerabilidad personal reconociendo las propias faltas y buscando juntos soluciones a las adversidades pues, dijo, mostrarse demasiado fuerte a veces es contraproducente.
“Mostrarse demasiado indecisos y volubles es igualmente perjudicial. Los hijos necesitan la estructura y seguridad de los adultos. Padres y educadores debemos recuperar esa autoridad moral en la que, a pesar de nuestros límites, podamos mostrarles la verdad, es decir, lo que Dios nos ha dictado en lo profundo de nuestro corazón, que es el bien, la belleza y la verdad”.
Explicó que con los jóvenes la enseñanza se vuelve más interesante pues ellos poseen una intuición natural que les hace percibir las incongruencias.
“Hablar a los jóvenes con la verdad es totalmente necesario, además de acercarlos a experiencias en las que ellos constaten y experimenten las virtudes que queramos transmitir. La juventud es la edad propicia para lanzarlos a la generosidad y la solidaridad con su entorno con los más necesitados. Ellos poseen una habilidad nata de querer hacer el bien y de dar todo de sí”, expuso.
Y respecto a la mansedumbre, añadió, es necesario llevarlos a ambientes -como dice la psicología actual- más ralentizados, en los que no haya tanta prisa ni tanta tecnología, sino experiencias más humanas y poder traerlas a colación siempre que haya necesidad de mostrar mansedumbre en lugar de violencia.
Como las palomas
La hermana Dolores compartió que como congregación de Hijas de María Inmaculada de Guadalupe siempre ha preponderado la virtud de la mansedumbre puesto que su fundador, José Antonio Plancarte y Labastida, las invitó a ser mansas como las palomas.
“Hemos procurado transmitirlas a nuestros educandos a través del diálogo, la comprensión de su proceso evolutivo, charlas con padres de familia, retiros espirituales, sobre todo con el ejemplo y la congruencia de reconocer cuando se ha faltado”.
Señaló que la mansedumbre es particularmente difícil a los temperamentos nerviosos y por el contexto en el que se mueven la mayor parte de las personas.
“Experimentamos nerviosismos, preocupaciones y ante tales circunstancias es difícil controlar las emociones, reacciones y palabras. Sin embargo, es verdaderamente revelador el poder de la mansedumbre que abre puertas, soluciona conflictos y deja el corazón en paz. Nunca nos arrepentiremos de tener actitudes de consideración y respeto ante nuestros semejantes”, sentenció.
Formar el corazón
La principal manera en que las religiosas hijas de María inmaculada de Guadalupe buscan inculcar la mansedumbre es a través de la formación del corazón.
“La formación del corazón, para nosotras, es entendido cómo la formación de la voluntad, es decir, poder tener autocontrol en el momento de elegir o rechazar de acuerdo con nuestros valores y no guiados por nuestros deseos o presiones externas”, concluyó.
Consejos a padres de familia para educar en la mansedumbre
- Trátese a sí mismo con cariño y misericordia. Lo que nos damos a nosotros mismos es lo que damos a los demás, cuando comete errores trate de verse cómo lo mira Dios, que no deja de amarlo y que acepta siempre sus disculpas.
- Hágase propósitos de mejora partiendo de sus experiencias, reconozca qué lo altera y cuáles vías de escape puede emplear para no lastimar ni dejarse lastimar.
- Utilice vías de escape que le hagan mejor persona. Hacer meditación, es decir, hablar desde el corazón con el Dios que le escucha en lo profundo; hacer alguna obra de caridad que le haga salir de sí mismo (no es necesario que salga fuera de su casa sino con sus más próximos); haga actividades por gusto personal como una forma de autocuidado tales como: escuchar música, salir de paseo, dibujar, pintar, cuidar su entorno, hablar con amigos, practicar algún deporte toda actividad que le conecte con su entorno y no con lo virtual.
- Tenga valores en los que crea profundamente. Dios como eje y motor de la vida.
- Dé a su hijo la seguridad de que los valores en que usted cree son verdaderos.
- Dialogue con las diferentes formas de pensar de los hijos, con seguridad y sobre todo con respeto al proceso de los hijos, sin minimizar la propia experiencia, puesto que los años que ha vivido le han enseñado más de lo que su hijo puede vislumbrar.
- Evite caer en el relativismo que deja a los hijos a merced de cualquier enseñanza, es decir, mostrar posturas claras y respetuosas.
- Evite caer en el autoritarismo de pensar que los hijos tienen que creer como uno cree.
- Hay que mostrar la propia vulnerabilidad ante cualquier falta de mansedumbre, puesto que los hijos ya la vieron y es para ellos valioso cuando el padre sabe reconocerla y arrepentirse del mal cometido.