Presencia
La reciente detención de una mujer de 44 años apodada “La Diabla” destapó una red criminal que ha operado el tráfico de infantes y venta de órganos entre ambos lados de la frontera.
Según el Centro Nacional de Contraterrorismo (NCTC) de Estados Unidos, dicha red de
tráfico de infantes atraía a mujeres embarazadas a ubicaciones remotas, realizaba
procedimientos de cesárea ilegales, cosechaba los órganos de los cuerpos de las madres y
vendía a los recién nacidos a parejas en Estados Unidos por hasta 250 mil pesos,
aproximadamente $13 mil dólares.
El cuerpo de la víctima, Leslie G. C., de 20 años de edad, fue enterrado en una vivienda
del fraccionamiento Portal del Roble.
Después de haber sido detenida entre Chihuahua y Aldama el pasado 5 de septiembre,
Martha Alicia M. A. fue vinculada a proceso por el feminicidio de la mujer y por el
homicidio agravado en grado de tentativa de su recién nacido.
Ante este caso, la pregunta de esta semana es:
¿Qué lecciones nos deja el caso descubierto de trata de mujeres para venta de bebés en EU? ¿Cómo debe asumir la sociedad estos casos?
La trata de personas es quizá uno de los negocios sucios más lucrativos del crimen
organizado, y en el estado de Chihuahua este delito no ha sido ajeno desde hace muchos
años. La trata de mujeres, de niños, y la venta de órganos, tal vez no sean casos tan
sonados como lo son los de drogas u otro tipo de delitos del fuero federal; inclusive estos
delitos relacionados con la trata no aparecen en la Encuesta Nacional de Victimización y
Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2024 del INEGI, sin embargo, el no
escucharlo no significa que no exista.
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública
(SESNSP), de enero de 2015 a agosto del 2025 se han registrado en el país 3 mil 171
casos de víctimas de trata de entre 0 y 17 años, de las cuales en el estado de Chihuahua se
presentaron 250 casos, 45 hombres y 205 mujeres. Estos datos son denuncias, no están
contemplados todos los casos que se desconocen.
El reciente caso ocurrido en Chihuahua, donde detienen a una persona acusada de matar a
una mujer de 20 años embarazada para robarle a su bebé y pretender venderlo en Estados
Unidos, viene a destapar una red criminal que ha operado el tráfico de bebés y venta de
órganos entre ambos lados de la frontera. Según lo que se comenta en algunos medios de
comunicación, esta captura se dio en parte porque una agencia de Estados Unidos
llamada Centro Nacional Antiterrorista (NCTC) fue la que proporcionó información de
inteligencia a las autoridades mexicanas para realizar la captura y desarticular la red
criminal.
Todo este contexto previamente mencionado es importante saberlo como sociedad porque
no podemos permanecer ciegos a la realidad de acciones criminales tan atroces que
ocurren bajo nuestros ojos y pensar que son hechos aislados o no tan graves. Muchas familias que han sido víctimas están sufriendo en la clandestinidad y, lamentablemente,
pareciera que ni las autoridades ni la sociedad estamos conscientes de este gravísimo
crimen.
De acuerdo con las distintas investigaciones de casos de este tipo, se ha visto que la
forma en que operan estos criminales es en gran parte por redes sociales, ofreciendo a los
jóvenes opciones atractivas para obtener trabajos fáciles con mejores ingresos, ayudas
médicas, apoyos de especialistas clandestinos para someterse a abortos o cirugías,
inclusive citas para conocer parejas.
Como sociedad y como cristianos debemos alzar la voz y poner en marcha acciones que
contribuyan a prevenir, mitigar y sancionar a quienes cometen este tipo de delitos.
También orientar a nuestros hijos y familiares sobre el adecuado uso de las redes sociales
y la importancia de mantener una extrema cercanía con los niños y jóvenes para atender
sus necesidades.
Actualmente existe una Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres
y Trata de Personas (Fevimtra), el cual tiene su canal de denuncia anónima en la página
https://www.gob.mx/fgr/acciones-y-programas/fiscalia-especial-para-los-delitos-de-
violencia-contra-las-mujeres-y-trata-de-personas, así como el correo electrónico
fevimtra@pgr.gob.mx
Mario López/ Más Humanista
La reciente detención de Martha Alicia Méndez Aguilar, alias “La Diabla”, acusada de
encabezar una red de tráfico de bebés y de explotación de mujeres vinculada al crimen
organizado, revela la crudeza de un mal que hiere lo más sagrado: la vida humana en su
origen y la dignidad de las mujeres. Estos hechos, más allá de las investigaciones
judiciales en curso, interpelan a nuestra conciencia cristiana.
El Magisterio de la Iglesia ha sido firme en recordar que “la vida humana es sagrada
porque, desde su inicio, comporta la acción creadora de Dios” (Evangelium Vitae, 53).
Por ello, reducir a un niño a mercancía o a una madre a instrumento es una negación
radical de la dignidad que Dios mismo ha impreso en toda vida humana. Como señaló san
Juan Pablo II en la misma encíclica: “El hombre es llamado a una plenitud de vida que va
más allá de las dimensiones de su existencia terrena” (Evangelium Vitae, 2).
El reciente documento de la Santa Sede Dignitas Infinita (2024) advierte con claridad:
“La trata de seres humanos constituye una grave violación de la dignidad intrínseca de la
persona, que la convierte en objeto de explotación y lucro”. Frente a esta realidad, la voz
de la Iglesia no puede ser de silencio ni de tibieza.
El papa Francisco insistía en que “la trata de personas es una herida en el cuerpo de la
humanidad contemporánea” (Mensaje para la Jornada Mundial de Oración y Reflexión
contra la Trata, 2015). Si la sociedad se acostumbra a estas noticias, pierde su capacidad
de indignación y su sentido de justicia.
Hoy estamos llamados a denunciar con valentía, a acompañar a las víctimas con
compasión y a trabajar en la prevención mediante la educación y la promoción de
condiciones dignas de vida. Como recuerda el Concilio Vaticano II: “Las alegrías y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de
los pobres y de cuantos sufren, son a la vez alegrías y esperanzas, tristezas y angustias de
los discípulos de Cristo” (Gaudium et Spes, 1).
Que nuestra respuesta, como comunidad eclesial, no sea sólo indignación pasajera, sino
compromiso constante con la vida y la dignidad de cada persona.
Fátima Anaya/ Docente, Pastoral de la Vida
Esto que hemos conocido a partir de la detención de Alicia, alias “La Diabla”, se nos
presenta como un rostro más de la terrible deshumanización que el crimen organizado ha
traído a nuestras sociedades. Una doble vejación de la sacralidad de la vida a cambio de
dinero: secuestro y asesinato de mujeres y venta de bebés.
El hecho de que la vida humana sea sagrada significa que es algo venerable. Inviolable.
Y, sin embargo, nos damos cuenta de que vivimos en un mundo que no venera la vida,
puesto que ha legalizado el acabarla en el vientre, terminarla en un hospital a causa de la
enfermedad. O las escandalosas cifras de asesinatos aquí en la ciudad. La trata de
personas adultas o infantes. Todo esto, porque a la vida se le ve como una mercancía
vendible.
San Juan Pablo II durante su pontificado nos advirtió del peligro de “la cultura de la
muerte”, que comenzaba desde entonces a predominar en la sociedad. Una “cultura” que
de muchas maneras no respeta la vida humana. El papa Benedicto XVI por su parte, nos
advirtió del relativismo moral que lo permite todo, porque hace del poder político,
económico o de violencia, el criterio de posibilidad del actuar humano, en el que se
impone la ley del más fuerte. El papa Francisco a esto mismo le llama “cultura del
descarte”, en donde la vida es desechable.
El caso de “La Diabla” debería ser un grito urgente para despertar nuestras conciencias
adormecidas a las que se les esconde el valor de la vida humana.
Juan Carlos López/ Vocero de la Diócesis de Juárez































































