- Sor Eva estuvo por dos años y medio en la capital de Italia, cursando una especialidad en espiritualidad franciscana…Le tocó vivir en el epicentro de la pandemia.
Diana Adriano
La hermana Eva María Guerrero Hernández, de la Orden de las Hermanas Clarisas Capuchinas, regresó a la Diócesis de Ciudad Juárez el pasado 05 de agosto después de haber concluidos sus estudios en la Universidad Pontificia Antonianum de Roma.
Sor Eva estuvo por dos años y medio en la capital de Italia, cursando una especialidad en espiritualidad franciscana, en la que profundizó en los escritos del carisma de San Francisco y Santa Clara, en su lengua original, el italiano.
De igual manera, vivió un curso para maestras en formación, el cual es muy importante para la Orden pues le brindó las herramientas para actualizarse y saber la manera en que formarán a las nuevas jóvenes que decidan entrar a la congregación.
“Estos cursos fueron de un aprovechamiento personal para mí, porque fue un crecimiento integral, humano, espiritual y académico y además la experiencia de este proyecto, que es internacional, me permitió conocer hermanas de otros continentes”, expresó.
La hermana Eva fue elegida junto con la hermana Guadalupe Patrón, perteneciente a la federación del sur, para ir a vivir esta experiencia de aprendizaje y traer sus conocimientos al país.
“Lo que hemos aprendido lo aplicaremos aquí en nuestra comunidad, sin embargo, si alguna otra federación lo solicita, tendré que acudir con ellas y compartirles lo que he aprendido por medio de cursos”, explicó.
Le tocó pandemia
Sor Eva estuvo en Italia en medio del arribo de la pandemia por el coronavirus y compartió su experiencia al respecto. Explicó que la enfermedad llegó muy rápidamente al país, pero ella y sus compañeras, por ser una orden de clausura, se mantuvieron un tanto ajenas a lo que pasaba en el exterior, y también a salvo.
“Durante el mes de febrero todo ocurrió muy rápido, se escuchaba que Italia era el centro de la pandemia, pero como nosotras sólo salíamos a la escuela, nos mantuvimos resguardadas luego que las cerraron”, compartió.
“Yo no sentía el pánico al estar en el monasterio, pero mis amigos y familiares de aquí de México me hablaban muy preocupados y angustiados, pero yo les decía que no se preocuparan por mí”, dijo.
La religiosa contó que este último año de experiencia fue muy pesado para ella, ya que al ser todas las clases virtuales pasaba mucho tiempo frente a la computadora y esto la absorbía muchísimo. Aún así, está agradecida por todo lo vivido y lo aprendido.
“Estoy muy agradecida con Dios, ya que es una oportunidad que me da la Orden en función de que nos sigamos formando, ya que nos tenemos que actualizar a los tiempos de hoy”, finalizó.