Falleció el doctor Francisco Sánchez, quien fue director del CRAEM y entregó su vida a esta obra de la Iglesia católica de Ciudad Juárez…
Ana María Ibarra
Entregado por más de 38 años al servicio de los pacientes del Centro de Rehabilitación y Asistencia para Enfermos Mentales (CRAEM), Francisco Sánchez, psicólogo de profesión y director del centro, falleció el pasado mes de diciembre del 2015 víctima de un derrame cerebral.
En entrevista, monseñor Mariano Mosqueda, fundador del CRAEM, compartió la admiración que siempre tuvo hacia quien fuera su mano derecha y de quien reconoció su entrega y su amor a la institución y a los pacientes.
Compasivo con el doliente
Francisco Sánchez Guzmán llegó al CRAEM con tan solo 27 años de edad, recién graduado de la carrera de psicología en la Universidad de Chihuahua.
“Francisco llegó con otros dos psicólogos. Ellos se encontraron con el padre Villaseñor, quien en ese tiempo me apoyaba en la institución, él me los recomendó. Platicamos y les ofrecí trabajo. Con el tiempo no pude mantener una nómina de tres psicólogos y los otros dos jóvenes se retiraron”, compartió monseñor Mosqueda.
Francisco tomó el cargo de director del CRAEM. Se casó y tuvo un hijo, quien hoy es estudiante universitario. Durante 38 años ininterrumpidos trabajó con gran esfuerzo y sacrificios enfrentando los diferentes problemas que en ese tiempo se presentaron en el centro.
“Me acompañó en las buenas y en las malas. Fue una persona que amaba a la institución, amaba a los enfermos. Dios estaba en su corazón, él confiaba mucho en Dios. Hubo muchas temporadas difíciles, no es fácil dar de comer a cien bocas, pero él siempre tenía confianza en Dios”, afirmó el también párroco de María Madre de la Iglesia.
Monseñor compartió que Francisco sufría con y por los internos del CRAEM, cuando un interno moría, el psicólogo lloraba con mucha tristeza y sufría cuando algún paciente de epilepsia salía herido o cuando alguno enfermaba.
“Fue muy admirable su amor por cada uno de los pacientes. Llegamos a tener 150 internos y él los lidiaba apoyado solo de tres colaboradores. Francisco los conocía y de cierta manera tenía un dominio sobre ellos, le hacían caso y lo querían mucho a pesar de que en ocasiones los regañaba”, recordó monseñor.
“Ahora que murió, muchos internos, conscientes de ello, le lloraron. Otros ni cuenta se han dado por su condición mental”, compartió.
Entregado al 100 por ciento
Sin un horario de salida, ni días de descanso, ni vacaciones, ni días festivos, Francisco se entregó totalmente a los internos del CRAEM preocupado porque tuvieran alimentos, vestido y unas instalaciones dignas.
“Francisco tenía organizado perfectamente la comida de los enfermos, se preocupaba por su vestimenta, por todo lo que al enfermo lo hiciera sentirse un ser humano. Amaba mucho la dignidad del enfermo mental, lo defendía en diferentes circunstancias. Estuvo al pendiente de tuvieran una estancia de alegría y de paz en el internado”, añadió el entrevistado.
Tan grande era su entrega, dijo el padre Mosqueda, que no fue necesaria una ceremonia para poder decir que el psicólogo consagró su vida al servicio de los pacientes del CRAEM.
“Siempre buscó sustento y apoyos económicos para el internado, por eso se ha mantenido. Estuvo al pendiente de que el edificio fuera agradable y digno para los internos. Ante algún problema no se iba hasta dejarlo solucionado y cuando fallecía algún paciente se encargaba de que tuviera un funeral digno, una tumba, nunca permitió que se fueran a la fosa común”.
Monseñor Mariano compartió que quien fuera el director del CRAEM no solo estuvo al pendiente de los internos del centro sino también de sus familias a quienes siempre manifestó una actitud de cariño y les ayudaba ya que algunas familias eran muy pobres.
“Fue una persona de corazón generoso. Pocas personas encontramos en este mundo con esa dedicación y entrega. Tenía buena relación con el hospital general donde lo ayudaban cuando algún interno requería hospitalización, ahí también admiraban su generosidad y su interés por el enfermo”.
Como psicólogo, agregó el sacerdote, Francisco buscó siempre terapias y las condiciones adecuadas para que los internos tuvieran un buen desarrollo mental, además de buscar siempre la manera de abastecer el medicamento que cada paciente requería.
Un hombre ejemplar
Como a cualquier ser humano, el trabajo que exigía el centro ocasionaba que Francisco en ocasiones se encontrara nervioso o estresado, incluso de mal humor, sin embargo siempre tuvo una actitud cordial y de bienestar para los internos.
“Fue un hombre ejemplar, ojalá sirva de testimonio para tantos jóvenes, para tantas personas a quienes nos cuesta dedicar media hora para visitar a un enfermo. El dedicó toda su vida a ellos, aunque, como es normal, sufrió peripecias o agresiones de ellos”, añadió monseñor.
Sobre el reemplazo del director, quien, dijo, dejó un lugar difícil de ocupar, monseñor expuso:
“Sé que será difícil, no encontraré a otro Francisco pero sin duda habrá personas que quieran apoyarnos. Ahorita su hijo se encuentra apoyándonos, pero no sé si seguirá los pasos de su padre”.
Monseñor aprovechó para agradecer a todas las personas que a través de Francisco se acercaron al internado y que lo apoyaron durante muchos años, incluso por generaciones. “Todo es fruto del trabajo de Francisco quien los animó y motivó para ayudar a quienes más lo necesitan y que se encuentran más olvidados. A todos ellos, gracias”, finalizó.