P. Alfonso Garcia
La puerta, lo mismo que el camino, es un símbolo que, en la Biblia, significa algo más profundo de lo que a primera vista pudiera parecer. Son imágenes que hacen referencia a unos principios morales, a un modo determinado de comportamiento. Por eso Jesús afirma: Yo soy la puerta. Es decir, yo soy el modelo que hay que imitar, el ejemplo claro que hay que seguir para poder entrar en el rebaño. El que trate de copiar otro modelo, el que entre por otra puerta, ese es un ladrón, un bandido. Por eso los pastores que no se identifiquen con Jesucristo, nuestro Buen Pastor, son pastores falsos, mercenarios que sólo buscan el provecho personal y no el bien del rebaño.
En este cuarto domingo de pascua contemplamos a Jesús como el Buen Pastor, este título expresa muy claramente, podríamos decir la personalidad, el alma y los sentimientos de Jesús: El vela por nosotros y sale con prontitud a los caminos por donde avanzamos, pensamos, nos realizamos…o tropezamos.
Las palabras del Señor Jesús eran sencillas y claras, pero los oyentes no acababan de entender. Jesús tiene paciencia con ellos, con nosotros también, pues tampoco acabamos de entender. Los que vinieron antes, les explica el Maestro, eran unos ladrones y unos bandidos. Por eso las ovejas no les escucharon. Oyeron sí cuanto les decían, pero se daban cuenta de que en el fondo estaba el engaño y la mentira.
En cambio, a Cristo, el Buen Pastor, las ovejas le reconocieron por la voz y le siguieron. Él marcha delante del rebaño, al estilo palestino, no detrás de las ovejas, sino delante; conduciéndolas no a pedradas o a gritos, o con la ayuda de los perros, sino que les marca el camino con su propio caminar, haciendo transitable y llevadero el sendero de la salvación.
Me llama la atención esta frase que nos dice el Evangelio; “las ovejas le siguen porque conocen su voz”. ¿Que implica conocer su voz? Primero que anda saber escuchar a Jesús. En una sociedad tan llena de ruidos, donde todos creemos tener la razón y la verdad, se escuchan muchas voces que aturden y distraen. En la meditación de la primera estación del viacrucis rezado en la plaza de san Pedro el pasado Viernes Santo, se decía: Muchas veces, en los tribunales y en los periódicos, resuena ese grito: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Aludiendo a que solemos levantarnos como tribunales y jueces de los demás sin conocer si quiera los contextos o las historias de las personas. Hablamos por hablar, sin meditar, o reflexionar.
Hay mucho ruido por eso me preguntaba ¿que implica escuchar, y reconocer la voz de Jesús Resucitado? Habrá que pedir al Espíritu Santo que nos conduzca por este camino de saber escuchar, porque el saber escuchar implica guardar silencio, saber contemplar, y dejarse guiar, todo esto implica disciplina y responsabilidad. No siempre queremos escuchar, no siempre queremos dejarnos guiar. En estos tiempos de pandemia, de una situación peculiar que no nos había tocado vivir, creo a la mayoría de las personas, nos está costando escuchar, y obedecer las disposiciones que por la salud y bienestar de todos nos han dado las autoridades civiles y eclesiásticas, quédate en casa. Si no tienes que salir por cuestiones esenciales, quédate en casa.
Jesús no es alguien que se desentiende de nosotros y menos en este tiempo en el que la humanidad está sufriendo, se está viendo azotada por esta pandemia que lleva ya miles de muertos. “¡Dios es aliado nuestro, no del virus! «Tengo proyectos de paz, no de aflicción», nos dice él mismo en la Biblia (Jer 29,11)”. En este tiempo de crisis la figura del Buen Pastor, Jesucristo, es bálsamo para nosotros, El sale a buscarnos, a vendar nuestras heridas y sanarnos ahora que tal vez podamos sentirnos perdidos, agobiados, despistados o con hambre.
Podríamos repetir con el salmo hoy con un sincero afecto y sintiéndonos acompañados por el Buena Pastor. Tu Señor eres mi pastor, nada me falta. aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me dan seguridad. (Salmo 22)
En una sociedad tan resquebrajada e influenciada por lo que nos divide, en la fiesta del Buen Pastor, tenemos un gran reto: unirnos en torno a Aquel que nos hermana y nos ama. Ojalá seamos capaces de reconocer a Jesús como aquel Pastor que es capaz de llevarnos por los caminos de la concordia. Aquel que da la vida, a través de su Iglesia, sus sacerdotes y personas comprometidas en la evangelización, en favor de toda la humanidad. Un Jesús que, nos conoce, nos ama y para el que nuestra historia no le es indiferente y que, por lo tanto, hemos de corresponderle desde nuestro compromiso activo de buscar y trabajar por la unidad de todos aquellos que nos decimos cristianos. El, como Buen Pastor, va por delante.