Ante los recientes hechos de desaparición de jóvenes mujeres, algunas de ellas de comunidades parroquiales, sacerdotes externaron su preocupación y compartieron algunos puntos de cómo en las comunidades se puede cuidar a las jóvenes y prevenir estos sucesos.
Ana María Ibarra
Para el padre Arturo Veleta, párroco de la comunidad Santa María de los Ángeles, la desaparición de jóvenes es una cuestión sumamente grave de la que no se puede ser indiferente.
“Es un fenómeno completamente reprobable que tenemos que abordar cuanto antes. Hoy día la violencia está escalando de nuevo a niveles preocupantes. Aun con todo el egoísmo del que somos capaces como sociedad, el pensar que mientras no me pase a mí, todo está bien, no nos podemos quedar con los brazos cruzados, sin hacer absolutamente nada”, expresó el sacerdote.
Dijo que el miedo y la desconfianza se apoderan de nuevo de los hogares juarenses y el espíritu de desasosiego avanza con la posibilidad latente de que se repita esa historia de la ciudad en la que la seguridad de las mujeres se veía constantemente en riesgo.
Propuestas para cuidar a las jóvenes
Para tratar de aminorar el riesgo de que mujeres, niñas y adolescentes sean arrebatadas por criminales sin escrúpulos, el padre Veleta sugirió dos cuestiones muy prácticas.
“La primera, la educación en el sentido común. Me enoja cómo algunas jovencitas viven en la ingenuidad de pensar que nada les puede pasar sólo porque a ellas así les parece”, lamentó.
Dijo que es triste ver que la ciudad se ha transformado y no es aquella ciudad provinciana donde se podía estar en la calle hasta tarde sin peligro.
“Hoy el monstruo urbano encuentra sus víctimas en las que ingenuamente se manejan como si no hubiera de que cuidarse. Necesitamos enseñarles y que entiendan que hay que maliciar un poco más, que aprendan a no confiar tanto, sobre todo en los extraños”. Agregó que es necesario enseñarles qué hacer en caso de que sean emboscadas, cómo hacer para huir o para llamar la atención en caso de necesitarse.
“Otro aspecto sería procurar lo más posible a que nunca anden solas. Fomentar los grupos para salir, hasta cuando vayan de compras. Fomentar grupos de vecinos vigilantes”.
Ser comunidad
Como cristianos, dijo, se debe acompañar a las familias como una verdadera comunidad.
“Me ha edificado el testimonio de la comunidad de san Martin Obispo, donde después de la desaparición de Michelle, se han puesto la camiseta de la solidaridad y juntos están buscándola e invitando a otros a hacer lo mismo. Están orando y están presentando la verdadera cara de la misericordia a esta familia sufriente”, resaltó al mencionar el caso de una joven de esa parroquia desaparecida hace unas semanas, y cuyo caso se difundió en las redes sociales.
Agregó que una familia que pasa por semejante calvario y tiene la fortuna de toparse con una comunidad tal, debe sentirse un poco reconfortada, aún con la pena tan terrible por la que atraviesa.
“En lo personal, si yo fuera el que estuviera en su lugar, agradecería simplemente el hecho de no estar solo ante semejante situación. Como cristianos no podemos quedarnos inertes. Tenemos una responsabilidad grande para evitar que se repita el pasado una y otra vez. Si creemos que nos merecemos más, debemos de actuar en concordancia”.
Señaló que como cristianos no “nos puede manejar el egoísmo: en este caso, el mal del otro también es mi mal”.
“Solo juntos podremos sobrellevar estas tormentas. Si esperamos a que sea el Estado quien ponga remedio a esta situación, perderemos a muchas más. Y, ¿con qué cara nos podremos enfrentar al porvenir cuando no somos capaces de cuidar a nuestras hijas, esposas, hermanas?”, cuestionó para finalizar.